Independencia de una burbuja
Tomás Saraceno presenta una instalación que será una biosfera fluctuante sobre las islas Maldivas

Hay que tener valor para crear una pieza de 1.200 metros cuadrados, suspendida a 20 metros del suelo, formada por tres membranas que se convierten en otros tantos niveles accesibles al público. Un alarde de ciencia y creatividad que el artista argentino Tomás Saraceno (San Miguel de Tucumán, 1973) ha desplegado en el centro de arte Hangar Bicocca de Milán, con la colaboración de la empresa de neumáticos Pirelli. La instalación, abierta hasta el 17 de febrero, toma su nombre On space time foam,de una expresión del físico Paul Davies referida a un concepto de física cuántica que comprende la idea de las partículas subatómicas en movimiento, capaces de causar mutaciones en la materia espacio-temporal.
“La obra transforma la arquitectura en un organismo vivo, que reacciona a los movimientos de quien lo recorre, visibilizando las relaciones que nos vinculan con el espacio. Desde un simple paso hasta una corriente de aire pueden desencadenar un efecto mariposa, por ello las personas que se encuentran compartiendo el espacio, aprenden rápida e instintivamente la necesidad de establecer un equilibrio, actuando con responsabilidad hacia los demás”, explica Saraceno, conocido por sus creaciones inflables, inspiradas en la morfología de las pompas de jabón, las telas de araña, las redes neuronales o las formaciones de nubes.
Visible desde abajo y accesible desde arriba, On space time foam, cuyo acceso es prohibido a los menores de 18 años y no apto para quien sufra de vértigo o claustrofobia, es una superficie blanda e inestable, que involucra a los visitantes en un juego de dependencia recíproca. “Es una metáfora de nuestra forma de vida interdependiente. Genera la necesidad de establecer un diálogo corporal continuo, porque cualquier mínimo movimiento puede colapsar todo el equilibrio y hay que volver a aprender a interpretarla”, indica el artista, que considera esta pieza una etapa importante de su proyecto Cloud-cities, una serie de trabajos basados en la utopía de crear plataformas habitables, ecosostenibles y suspendidas.
Durante seis meses y hasta el pasado noviembre, Saraceno exhibió Cloud city, otra instalación de la serie, en el techo del museo Metropolitan de Nueva York. “Cloud city es más visual porque incluye muchas superficies reflectantes, que permiten percibir diferentes aspectos de la realidad de forma simultánea y, a la vez, reubicados en otros contextos”. Saraceno contó con el apoyo de los expertos del Massachusetts Institute of Technology. Allí seguirá desarrollando On space time foam con el fin de convertirla en una biosfera flotadora capaz de autoabastecerse de energía y agua gracias a los paneles solares y un rústico sistema para desalinizar el agua. “Queremos emplazarla entre las islas Maldivas, porque representa el ejemplo perfecto de un paraíso que en 15 o 20 años, a causa del cambio climático, podría desaparecer”, explica Saraceno, en Milán para un simposio organizado por Hangar Bicocca. En el encuentro, que reunió a pensadores como el sociólogo Bruno Latour, la historiadora del arte Molly Nesbit y el comisario del proyecto, Andrea Lissoni, se relacionaron las obras de Saraceno con grandes problemas como la necesidad de concebir nuevos estilos de vida y encontrar soluciones ecosostenibles para la creación de arquitecturas no homologadas y para mejorar la relación del individuo con su entorno natural y construido.
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