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Arquitectura que aspira a borrarse

Nuevas sedes empresariales reducen el impacto de sus edificios a través de la vegetación y del uso de elementos sostenibles

Anatxu Zabalbeascoa
Edificio de la Confederación de empresarios de Albacete.
Edificio de la Confederación de empresarios de Albacete.D. FRUTOS

El mensaje se ha hecho más complejo y la forma, más simple. Las nuevas sedes empresariales ya no están solo interesadas en hacerse ver, también tratan de comunicar, con su aire ambiguo y difuminado, otros valores: prioridades transformadas que cambian solidez por comprensión en un intento que revela cierta cura de humildad.

Los arquitectos Jaume y Eugeni Bach ciertamente han transformado la antigua sede central del Banco Sabadell, en Sant Cugat (Barcelona), para convertir un entorno industrial en una zona ajardinada. La vegetación, en este caso, no es mera ornamentación viva, es la clave de un proyecto que ha optado por concentrar las oficinas en una torre y arrinconar ese inmueble para ceder protagonismo al jardín —físico y visual— por el que los visitantes acceden a la sede del banco.

Ese parque sustituye a una vieja nave industrial que concentraba el auditorio y las oficinas bancarias y que ahora ha sido engullida por el terreno sin perder con ese trago la luz natural que recibía. Así, a la desaparición visual de parte de las instalaciones los arquitectos han sumado el juego óptico que abriga la fachada del inmueble, de seis plantas. Lo de abrigar es una manera de hablar. En realidad, la piel zigzagueante metálica sirve para airear el edificio. Aunque la profundidad de los marcos de las ventanas pueda hacer pensar en una fachada gruesa, se trata de un ropaje muy fino que oculta la estructura perimetral de pilares de hormigón a modo de doble capa. Pero hace algo más que embellecer: entre el hormigón y el metal corre el aire. Así, la fachada es a la vez un elemento estético y un recurso funcional. Además de ventilar, ofrece una cara desdibujada, cambiante y, por eso, discreta. Lejos de la rotundidad de las sedes empresariales de antaño, este edificio muestra una imagen difuminada, casi borrada. Es la incidencia de la luz la que hace parecer continua la fachada (cuando esta llega perpendicular) o la que parece fragmentarla (cuando llega de lado). A los cuidados energéticos, el edificio ha sumado una previsión en la construcción (trabajando con productos de proximidad, instalando placas solares para el agua caliente o empleando materiales provenientes de reciclados) que le ha valido el certificado Leed (Leadership in Energy and Environmental Design) que concede el Green Building Council norteamericano, una autoridad a la hora de medir la sostenibilidad de los inmuebles.

También difuminada, tras un velo de plástico, la nueva sede de la confederación de empresarios de Albacete (FEDA) anuncia su presencia desde la levedad. “La luz y los espacios, por encima de las formas”, explica Miguel Ródenas, uno de los socios del estudio alicantino COR, autor del proyecto. El arquitecto habla de “espacios emocionales” y cuenta que la fachada tejida con placas de PMMA —un plástico (polimetilmetacrilato) ligero, muy resistente que precisa escaso mantenimiento— “esponja el límite del edificio”. Y es cierto, de nuevo el efecto óptico busca hacer desaparecer, en lugar de destacar, otro inmueble de oficinas. Las fachadas de estos nuevos inmuebles de oficinas son sutiles. Sin embargo, el mensaje, desdibujado, empieza a leerse con claridad. La arquitectura está al servicio. Son las personas y los lugares los que reciben los beneficios de edificios capaces de transformar zonas industriales en áreas ajardinadas en las que parece aflorar la calidad de vida.

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