La esperanza está en las salas alternativas
El festival de Escena Contemporánea lanza a partir del 30 de enero su 13 edición "Hay mucho trabajo político, de activismo", sostiene su director, Salva Bolta
Vivir sin hígado es imposible. Como mucho, se puede trasplantar otro. Pero quitarle a un paciente el órgano sin sustituirlo equivale a firmar su condena a muerte. La metáfora es de Salva Bolta, nuevo director del festival teatral de Escena Contemporánea, y el cuerpo en el quirófano son las artes escénicas. “El Gobierno defiende eso de ‘se acabó la barra libre’ y que la cultura se financie por si misma. Pero no nos da las herramientas. ¿Dónde está una ley de Mecenazgo? ”, sostiene. Pese a ello, el director lanza ahora la XIII edición del evento, que se celebra en Madrid entre el 30 de enero y el 24 de febrero, con un objetivo: “Que unidos en los sueños y la angustia, alejemos de nuestro pensamiento la idea de que todo es imposible y despertemos de la sinrazón a la esperanza”.
A lo largo de un mes y 17 espacios escénicos alternativos, el festival mezcla danza, teatro, performances y talleres para servir a sus espectadores platos baratos (seis euros) de optimismo. “El hilo que recorre los espectáculos es el activismo. Hay mucho trabajo político, con artistas comprometidos que razonan sobre la crisis y proyectan una mirada llena de esperanza y de acción”, asegura Bolta.
Para obtener la receta soñada, el chef del festival de Escena Contemporánea debió descartar cientos de espectáculos. “Hay que ser heterodoxo, tener una mirada muy amplia. He buscado los que creía que pudiesen ser interesantes para el espectador”, explica Bolta. Finalmente, se ha quedado con 24 compañías. Aunque, harto de tanta selección, se niega a elegir alguna a destacar: “¿Le pedirías a una madre que escogiera a uno solo de sus hijos?”.
De Islandia, del coreógrafo valenciano Marcos Morau, a Ternura Suite, de los mexicanos Kraken Teatro, el certamen apuesta por juntar compañías españolas y extranjeras. Y renuncia, sin embargo, a algunas iniciativas de otros años como las conversaciones en el bar Oeste Celeste, en Lavapiés, o el proyecto Al filo con el Circo Price: “La organización somos cinco personas para todo. Y al principio solo éramos dos. Ha sido casi imposible hacer más que defender y proteger la programación. Hasta hace 10 minutos estaba peleando para que se celebrara el festival”.
Tampoco debe de haber ayudado la enésima reducción del presupuesto. El nuevo mordisco de la crisis deja los fondos en 250.000 euros, de los cuales un 30% procede de la Comunidad de Madrid. Lo demás es una suerte de crowfunding a larga escala entre fundaciones, embajadas, privados, institutos y el Inaem (Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música).
Poco a poco, miga tras miga, el festival ha podido sin embargo levantarse. Y ofrecer un año más una válida alternativa a los grandes escenarios tradicionales: “El precio es mucho más bajo. Y además se puede recibir algo que solo dan los teatros: es el único lugar donde reina y se santifica la palabra”.
Babelia
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