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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Osmótica

David Trueba

Gracias al ministro Wert la educación ha vuelto a la primera línea de juego. Quizá a costa de malos entendidos y peores titulares, pero si es cierto eso que dicen de que le pierde el ego, a mí me encanta que los ministros de Educación sean ególatras, porque estoy harto de que todo el ego de nuestra sociedad se lo quede la economía o la industria o las infraestructuras. Aunque agitar las aguas de Catalunya te regala vino en otras circunscripciones electorales, el ministro reconoce que el castellano no corre peligro en ningún lugar de España porque nuestra lengua se comparte por ósmosis. Y tiene razón, por eso la polémica es absurda y distrae de lo esencial, que no es la política lingüística pese al juego que da.

La educación es algo mucho más intangible que los colegios y el plan de estudios, presa de valores generales que hasta en ocasiones se engarzan con la programación habitual de las televisiones. ¿No tocaría hablar de canales públicos y su misión fundamental? La educación no es un microbio que aislar al microscopio, de ahí el fracaso perpetuo de tantas reformas, que han sido experimentos de laboratorio, calentones de pedagogo con ideas transplantadas de los sistemas favoritos. Pero ningún transplante tendrá éxito si antes no se prepara el organismo para recibirlo. Finlandia no se importa de sopetón.

Crecimiento y nivel educativo van parejos, por eso fallamos al no identificar la educación con nuestro futuro. Convertirlo en prioridad pasa por sumar a una consejera válida y preparada como es Irene Rigau y no restarla. Y los afanes reformistas tienen que poseer la ambición de reformar la sociedad no solo colocar directores afines en los institutos, proteger los centros religiosos y magnificar las bondades del elitismo. El ego del ministro, más que barrer de su lado y fomentar el navajeo entre pandillas ideológicas, en este confuso Wert Side Story que vivimos, ha de servir para que trascienda la importancia de la educación más allá de la Ley de Educación. Hasta un lugar que inunde todos los ámbitos, porque si algún día reinan en nuestras aulas los valores de conocimiento, esfuerzo, creatividad y honestidad será por ósmosis con el resto de la sociedad.

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