Achinar

A menudo los miopes achinan los ojos. Fuerzan la vista para alcanzar mejor. Pero el verbo achinar ha variado el significado a medida que la potencia económica de China en el mundo ha crecido. Cacé una emisión del estupendo En Portada sobre tiendas de ropa chinas en España. En ocasiones, los negocios chinos en Europa han significado la degradación del producto original. Ropa y recambios producidos a mansalva, sin respetar derechos de patente y licencias de propiedad, inundando los mercados de réplicas baratas, piratas y de calidad ínfima. Los consumidores, que son quienes diseñan la sociedad en la que viven, abrazaron este achinamiento porque les resultaba ventajoso a corto plazo. Se ahorraban dinero, pero nunca pensaron que un día les llegara a afectar en su propio oficio. Cuando se dieron cuenta y la empresa a la que se dedicaban había sido sepultada por un rival que importaba sin garantía de calidad ni respeto artesanal ni costes laborales ya era demasiado tarde.
Por eso la detención de una intrincada red corrupta que blanqueaba dinero bajo el paraguas inmenso de los todos a cien y que contaba entre sus logros con el tráfico de maletones cargados de millones de euros que pululaban lejos del esfuerzo igualitario del fisco, en lugar de tranquilizarnos nos ha dejado aún más perplejos. Si fuéramos del todo sinceros nos preguntaríamos en voz alta por qué hemos tardado tanto en echar el lazo a alguna trama de las que obviamente funcionan en el país. Mirábamos para otro lado porque nos iba bien así, ¿no? Eslabones españoles no faltan en la trama. Varios maletones habían sido interceptados y bueno, caía una multa o un "que sea la última vez, señora, que lleva usted entre la ropa tanto dinero. Anda, marche, marche".
El ejemplar esfuerzo periodístico del New York Times por ponerle cifras al enriquecimiento del árbol genealógico del último dirigente comunista chino en el poder, Wen Jiabao, de no ser refutado nos confirmaría que en nuestro tiempo se achinan los ojos no para ver mejor, sino para ver peor. La reacción inmediata de bloquear las informaciones extranjeras en China no es una esperanzadora medida previa. De achinar los ojos a cerrarlos del todo hay un paso pequeño, pero de brutal relevancia.
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