Un espectáculo gigante para honrar la inmortalidad de Michael Jackson
El Cirque du Soleil rinde homenaje al rey del pop con un montaje al más puro estilo Jacko
El día que hallaron a Michael Jackson muerto en su lujosa mansión de Los Ángeles, en otro lugar mucho más modesto de la ciudad, una joven de 28 años recibía la noticia “como un shock”. Davi Lorenzo, así se llama esta mujer nacida en Murcia, que ahora tiene 31 años. Lo cuenta en el O2 Arena, uno de los grandes auditorios de Londres, horas antes de que se produzca el estreno europeo del espectáculo Michael Jackson, The Inmortal con la firma del Cirque du soleil, -el estreno mundial ocurrió el 2 de octubre de 2011 en Canadá-. Ella es bailarina y uno de los más de 60 artistas que participan en este gigantesco espectáculo que llegará a Madrid el próximo 26 de diciembre.
Cuatro meses antes de morir a los 50 años, Michael Jackson anunció, ante un auditorio de casi 20.000 personas, su intención de ofrecer 10 grandes –y últimos- conciertos en la capital del Reino Unido. Serían monumentales, con escenografías nunca vistas e incluirían canciones inéditas que el músico tenía guardadas desde hacía tiempo, al menos desde el lanzamiento de su último disco de estudio Invincible en 2001, durante ocho años de silencio creativo. Iba a ser algo tan grande que sólo cabría en la enorme cúpula del milenio, bajo la que se esconde el O2 arena y se titularía, premonitoriamente, This is it. Lorenzo acudió a las audiciones para formar parte del cuerpo de baile de aquel espectáculo que sería recordado para siempre. No logró pasar las pruebas. Tal vez por esta razón su presencia en The Inmortal es para ella “absolutamente emocionante”. También, porque esta noche subirá al escenario en el mismo local en el que Jackson no pudo levantar aquella gira con la que acabar su carrera en la cúspide.
Dinamarca, Suecia, Finlandia, Rusia, Alemania, Austria, España, Hungría, la República Checa, Suiza, Bélgica, y Portugal recibirán este espectáculo concebido como si se tratara de un concierto de rock al uso; pero la noche del pasado 12 de octubre en el O2 arena fue especialmente emotiva. El espectáculo, en resumen, es como era el propio Michael Jackson: grandilocuente, lleno de ritmo, en ocasiones furioso, lascivo y frenético; y en otras, blando, cursilón e infantil. Todo realizado al milímetro para honrar la mejor de las memorias del desaparecido rey del rock. Un repaso por su vida, sus preocupaciones por el medioambiente y la felicidad de la infancia, la genialidad de sus coreografías y, sobre todo, el carisma de un hombre que desapareció demasiado pronto. Casi un par de horas que satisfarán, y mucho, a los fans de Michael Jackson y en las que no se menciona, ni de pasada, ninguno de sus graves problemas tanto con la justicia como con su propia personalidad en muchas ocasiones atormentada y autodestructiva. Todos esos episodios se evaden en favor de la grandeza del rey y del espectáculo.
El sello del Cirque du Soleil también está en cierto modo aplacado en The Inmortal. Que nadie espere los mejores números circenses a los que nos tiene acostumbrada la compañía canadiense. Los hay y son bellos y sorprendentes, -cómo el ballet aéreo que protagonizan dos acróbatas-cisnes; o la impresionante danza sobre barra fija que desafía todas las leyes de la física- pero no dejan de incrustarse dentro del espectáculo como meros momentos complementarios. The Inmortal es fundamentalmente baile, música, atmósferas, luz y proyecciones. Michael Curry, que iba a ser uno de los diseñadores de escenografía y atrezzo para la -tristemente nunca puesta en pie- gira This is it, firma la monumentalidad de este show. Rampas, ascensores, pasarelas, cientos de focos, rayos láser, efectos y, sobre todo, pantallas de led gigantes y móviles, con una superficie total mayor a la de una cancha de baloncesto, en las que se proyectan imágenes del ídolo y otros vídeos realizados al efecto. Corazones encendidos y lamparitas, muchas lamparitas, ponen el toque más comercial y ñoño a un asunto que obviamente hay que tomarse como lo que es: un circo.
El peso del espectáculo se centra en el espíritu, la voz, la imagen y el legado coreográfico del propio Jackson. La dirección musical corre a cargo de Greg Phillinganes, que trabajó con Michael durante más de 25 años y que ha reunido una potente banda capitaneada por Jonathan “Sugarfoot” Moffett, que fue baterista del músico durante 30 años. Lo cierto es que musicalmente The Inmortal sorprende gratamente en comparación con el disco, desde el divertidísimo y arrasador número con ABC de The Jackson 5, hasta la perfección coreográfica y de ejecución de los bailarines cuando suenan Smooth Criminal, Beat it o Man in the Mirror. Los casi 60 temas que se utilizan en el espectáculo están debidamente retocados o remezclados para lograr un ritmo trepidante, aunque decae en ciertos momentos del principio de la segunda parte, para estallar frenéticamente en un final apoteósico. Esas 60 canciones son las justas y suficientes para dejar satisfechos a los fans de Michael Jackson. Tal vez los más acérrimos puedan encontrar este homenaje aberrante, pero visto lo visto en el O2 arena londinense, el éxito está más que garantizado.
Y el pilar que soporta ese peso es, sin duda, un cuerpo de baile perfectamente elegido y espectacularmente dirigido por una decena de coreógrafos, entre los que destaca Travis Payne, que trabajó también con Jackson y que atendió a los más de 60 periodistas invitados a Londres para el estreno europeo del show. “Estoy seguro de que Michael habría hecho otro espectáculo, pero también de que estaría muy, muy orgulloso del resultado. Los ensayos han sido muy intensos y se nota cuando uno acude a ver el show”. Davi Lorenzo, la única española embarcada en este macro-concierto-circo, sí que tiene clara una cosa: “Hemos repetido hasta la saciedad los movimientos que inventó Michael, pero bailar como él es sencillamente imposible”.
Babelia
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