Un archipiélago de melodías
Teitur y Frostfelt se convierten en embajadores de la música de las Islas Feroe en una jornada especial dedicada a la región, parte del Festival días Nórdicos, en el Matadero de Madrid
Puede que, contra toda lógica (al menos la superficial), lo que en apariencia debería jugar en su contra –el clima, el tamaño de su territorio, su dispersión, su exigua población, su relativo aislamiento- haya provocado en realidad un efecto positivo. Las Feroe, un archipiélago de 18 islas salpicadas en medio del Atlántico Norte, entre Reino Unido, Noruega e Islandia (aunque la soberanía es danesa) y con menos de 50.000 habitantes disgregados en 17 de ellas, son todo un crisol de músicas. “Hay todos los tipos: desde el punk a la electrónica, el pop, el folk…”, explica Liggias Olsen. Frente al público, este feroés se transforma en Frostfelt, y como tal actuará el próximo 13 de octubre en el Matadero de Madrid, que acoge el Festival Días Nórdicos, el primer encuentro multidisciplinar de cultura nórdica de España, que se celebra desde 2010. Hasta diciembre se organizarán conciertos, exposiciones, ciclos de cine, showrooms, representaciones escénicas... Y, claro, no solo de artistas procedentes de las Feroe, sino también de Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca e Islandia.
Mano a mano con Frostfelt, Teitur, el más cosmopolita músico feroés, hará de embajador de su patria en un día dedicado a la remota región danesa, en el que la entrada es libre hasta completar el aforo si se solicita una invitación, aunque se puede dejar un donativo a modo de colaboración. Apellidado Lassen, aunque actúa a nombre descubierto, el artista ha teloneado a cantantes como Suzanne Vega, Aimee Mann o John Mayer, además de haber sido condecorado en su tierra como el hombre de negocios del año (en 2004), después de firmar un contrato con la discográfica Universal. “La perspectiva sobre la música en las islas ha cambiado drásticamente en los últimos diez años”, explica sobre el hecho de que en tiempos recientes son varios los nombres feroeses que han trascendido al ámbito internacional. “Creo que es porque Internet ha abierto muchas puertas, y a la vez los artistas han empezado a tomarse más en serio e intentan ser profesionales”.
Haciendo justicia a esa floreciente y poliédrica escena de la que ambos presumen proceder, los dos artistas son exponentes de estilos bien diferentes. Mientras que Teitur es un cantautor de los de guitarra y sentimiento a flor de piel, Frostfelt se esconde tras una mesa de mezclas para crear melodías electro pop. “Aunque mis influencias son Radiohead, Sigur Rós o Pink Floyd, más que la música electrónica”, ilustra este último. Metido en el mundillo desde los años noventa, cuando junto a una banda se dedicaba a versionar temas de otros, la evolución de Teitur se forjó aprendiendo de otros. “Fue entonces cuando me empecé a interesar en cómo funciona la música, en cómo se construyen las canciones, y a partir de ahí firmé con una discográfica”.
En un entorno donde literalmente casi todo el mundo se conoce, la posibilidad de relacionarse con otros artistas, aprender de ellos, e intercambiar opiniones, es, según asegura Teitur, uno de los alicientes de residir en el archipiélago. “Mi vecino, por ejemplo, es un famoso compositor, y muy a menudo paso a visitarle y nos enseñamos lo que hemos hecho”, dice el cantante, que vive la mitad del año en las islas y la otra saltando de país a país en gira. Aunque su agenda de conciertos es prolija, son muy pocas las ocasiones que ha pasado por España. “Con mis amigos músicos comentamos que parece bastante difícil conseguir ir a tocar allí”, señala, a la vez que apunta que en otros países europeos y en EE UU toca “un montón”.
¿Será que chocan las melodías del norte y del sur? “Yo creo que la música española es pasión y drama, pero la del norte también es drama, lo que pasa que sí que es verdad que es más lenta”, aventura Teitur. “Pero eso no significa que no sean complementarias”, conviene Frostfelt, que toca en España por primera vez. “Lo que pasa es que creo que se tiende a pensar que hacemos una música melancólica”. Él, explica, comenzó en terrenos casi opuestos: del violín, que empezó a tocar de niño, se pasó de adolescente al punk rock y después al pop, que practicó con el grupo Déjà Vu, “que tuvo éxito en las islas”. Lo de recalar en la electrónica, algo que ha ocurrido en los últimos dos años, se debe, dice, a que pensó que sería “una buena idea para llegar a la gente”.
Como es la música la que pone el lenguaje, Teitur ya avisa que cantará en Madrid al menos una canción en feroés, salida de su tercer álbum, grabado íntegramente en su idioma materno. “Pensé que solo se vendería en las Feroe y en Islandia, donde la lengua es parecida, pero descubrí que a la gente le importa bastante poco en qué cantas”, asegura. “Y en España, seguro que eso es algo que la gente puede entender”.
Babelia
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