Del bárbiton a la mano de Apolo
Una obra de obligada consulta para estudiosos y melómanos. Ramón Andrés pone en relación la investigación musicológica y la antropología cultural en su monumental 'Diccionario de música, mitología, magia y religión'
Diccionario de música, mitología, magia y religión
Ramón Andrés
Acantilado. Barcelona, 2012
1.774 páginas. 59 euros
¿Puede el redactor de la recensión permitirse el entusiasmo? En algunos casos concretos, sí, y en este no podía ser de otro modo. La aparición en Acantilado del monumental diccionario de Ramón Andrés (Pamplona, 1955) es motivo de verdadero gozo editorial y científico; el libro no solo es un gran acopio de información rica y bien estructurada, sino que pone en relación una serie de sectores de la investigación musicológica y de la antropología cultural más actual, ya original y tremendamente útil al estudioso. En tal sentido, también la ordenación conceptual da relevancia a su propio enunciado: música, mitología, magia y religión son presentados en una fina hilatura cuando es pertinente, dando, en algunos casos, claves hasta ahora no explicitadas en otros libros del género. A esto se une un lugar común, que no un lamento, pero tan real como que debe decirse: el escaso catálogo en lengua castellana de este tipo de obras, mucho más habituales en las escuelas alemana, francesa o británica.
De la solvencia y la fluidez de la escritura de Ramón Andrés no había dudas y es ocioso aquí echarle unas flores sabidas; sus anteriores libros y artículos sobre música, arte y literatura se han visto glosados amplia y justificadamente, destacando su manera sensible y diríase exquisita de aproximarse a temas de la música y sus laterales que le son parte. Hay en su catálogo tres soberbios ejemplos de esto: el Diccionario de instrumentos musicales desde la Antigüedad a Johann Sebastian Bach (prólogo de John Eliot Gardiner. Península, 2000), reeditado y obligada obra de consulta; El oyente infinito, reflexiones y sentencias sobre música desde Nietzsche a nuestros días (DVD Ediciones, 2007), algo más que una curiosidad de florilegios para melómanos, y, también en Acantilado, el que para mí es la joya de su corona: Johann Sebastian Bach. Los días, las ideas y los libros (2007). A este libro sobre “la biblioteca de Bach” no se le ha hecho justicia en su singularidad, y sobre todo, en su profundidad.
Al hilo del estilo, otro valor propio del nuevo diccionario de Andrés es el lenguaje, donde se huye deliberadamente de una construcción alambicada o rimbombante, algo a lo que los temas tratados (y la literatura de la especialidad) es propicio y que el autor controla con una manera directa de construcción que lo hace asequible a varios niveles de lectura.
Para adentrarme en el diccionario que nos ocupa escogí, no al azar precisamente, siete entradas capaces de ofrecer tanto una relación elíptica entre ellas como que me fueran familiares en el orden investigativo: APOLO, BÁRBITON, CISNE, DRÍADAS, ECO, EROS y ORFEO. Todas dejan satisfecho (lo que es mejor todavía, incitan a ir a los referentes señalados, a encadenar un concepto a otro), y eso a pesar de que, en algunas y como no podía ser de otro modo, leemos expresiones de algo que ya antes tuvimos entre las manos en Grimal, Frazer, Bonnefoy o Cirlot, por solo citar sin petulancia esas obras de primer estante al que la nueva de Ramón Andrés se suma y sube en el mismo momento de su lanzamiento, con todo derecho, o “por derecho”, como diríase con pundonor de argot flamenco.
En cuanto a las ilustraciones, que nunca son muchas ni suficientes en este tipo de publicaciones, es evidente el esfuerzo compilador, y están escogidas con mucho gusto, tratando de que ejerzan su función última y primera de cumplimentar la entrada correspondiente; algunas de ellas además son valiosas por su rareza.
Hacia el final, el autor nos ha reservado en forma de anexo una sorpresa de apenas 15 páginas dedicadas a la ópera y donde no faltan las inclusiones de algunos de los ballets compuestos sobre esos temas mitológicos, como es el caso específico de Acteón (Riccardo Drigo primero o como Aubade de Poulenc, 1929), Dido Abandonada (donde tras rozar lo exhaustivo inexplicablemente Andrés salta al Gasparo Angiolini de 1773 y al de Vicente Martín y Soler de 1793: volvemos así a la consideración del corsé editorial de un solo tomo, como si se tratara de encontrar una justificación), Edipo Rey (Sauguet), Joven Apolo (Britten) o la Perséfone (Stravinski-Balanchine). Este anejo de gran utilidad deja abierta la puerta a su ampliación en futuras ediciones, pues hasta ahora las obras de referencia eran el muy útil New Grove y el diccionario cronológico de la ópera de Bertelé y Tardif. Ahora empezamos a tener todo esto en una sola mano.
En este ANEXO-ÓPERA eché en falta la entrada de wili (o willy) o la de rusalka, y aun si nos ponemos más en esa línea, la de sílfide, tres mitos ancestrales indoeuropeos con profundos hilos de unión al de las dríadas, y también con una notable presencia en la escritura musical.
Es muy evidente que Andrés, en algunos casos, se ha visto forzado a apretar la síntesis e incluso desechar algunos detalles en entradas que podían ser más jugosas, por una simple cuestión de ajustarse a determinado volumen editorial. No falta nada esencial en lo que dice y relata, pero ya se sabe que siempre un tomo de consulta de este tipo es susceptible de aumentar su lleno.
Babelia
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