¡Glorioso Manzanares!
La Feria de San Miguel de Sevilla se cerró con un brillantísimo triunfo de José María Manzanares, que cortó tres orejas y salió por la Puerta del Príncipe
Fue la de ayer una de esas tardes mágicas que surgen muy de vez en cuando. Fue una tarde absolutamente gloriosa de un torero en estado de gracia, prendido en una estética sublime, que llegó a sublimar el toreo y trasladó a la Maestranza a un sobrecogimiento especial. Inexplicable, quizá; inenarrable, seguro, pero lo ocurrido ayer fue algo muy parecido a la magia.
Importante, sin duda, la calidad excelsa de toda la labor de José María Manzanares; pero quizá fue más llamativa su actitud, su entrega absoluta para conseguir el triunfo, y, también, su serenidad y su solemnidad desparramadas a lo largo de una actuación que puede ser calificada como histórica según los cánones de la tauromaquia moderna.
Pero la feliz jornada tuvo, además, su punto de extremado dramatismo cuando el primer toro derribó a Luis Blázquez a la salida de un par de banderillas, y lo arrolló contra las tablas que dan paso a la Puerta del Príncipe en una cogida estremecedora. El animal se enceló con el subalterno, de modo que todas las cuadrillas no eran capaces de retirar al toro de su presa. El torero salió desmadejado del encuentro y fue trasladado a la enfermería con la impresión general de que llevaba una fuerte cornada. Milagrosa y felizmente, no fue así, y solo las contusiones por todo el cuerpo aconsejaron su traslado a un hospital.
Para entonces ya vibraba la plaza de emoción torera. Manzanares se había plantado de rodillas en la puerta de toriles para recibir a su primero con una larga cambiada, cinco apasionadas verónicas, una ceñida chicuelina y una media belmontina que hicieron saltar los sones de la banda y a la Maestranza al completo.
Tras el revuelo de la espantosa voltereta, el alicantino toma la muleta, se hace el silencio y se mastica algo grande. El toro, mansote y con las fuerzas muy justas, hizo acopio de casta y exquisita nobleza y permitió muletazos monumentales, un par de ellos con la derecha, seguidos de un prodigioso cambio de manos, ligado con un largo de pecho; y otros, suaves, con todo el toro embebido en el engaño, naturales bellísimos. Era tal el éxtasis que el torero se confió en demasía y el toro le levantó los pies sin consecuencias. Un circular perfecto fue la antesala de una estocada recibiendo que enloqueció a los tendidos.
Pero no acabó ahí la obra. Otra vez se dirigió a toriles para recibir al segundo. Y tras la larga cambiada, cuatro chicuelinas tan ajustadas que resultó de nuevo atropellado. Juan José Trujillo clavó dos soberbios pares de banderillas; Raúl Blázquez no anduvo a la zaga en el suyo, y Curro Javier lidió primorosamente. Sonó la música y los tres saludaron al respetable. Este toro de Juan Pedro era un artista sin fuelle, agotado y moribundo.Quedaba, sin embargo, el quinto, blando y noble, como todos, y codicioso en la muleta. Otra vez la magia, la inspiración, el temple, la lentitud, el sabor y el olor del toreo grande. Arreciaba el viento —toda la tarde fue un invitado molesto—, lo que no impidió otra ristra de bellos muletazos, limpios, hondos, largos, hermosos y perfectamente ligados, ora tras un cantado circular, ora tras una trincherilla preciosa. Y la Maestranza, de nuevo, feliz y emocionada, levitando ante un espectáculo tan inesperado como sorprendentemente bello. Manoletinas y ayudados no fueron esta vez el broche de una estocada, lo que redujo el premio a una sola oreja.
Compartió cartel con Alejandro Talavante, que no tuvo una tarde feliz; o, quizá, es que las comparaciones son odiosas. Hizo el esfuerzo, seguro, por estar a la altura de las circunstancias, pero se mostró sin sosiego, sin mando, sin temple; abusó de los tirones, fueron demasiados los muletazos enganchados, y toda su labor quedó muy diluida. Le concedieron una oreja del cuarto, pero supo a premio de consolación. Se esperaba más, sin duda, de un torero que acaba su temporada con menos interés que en el mes de abril.
Se abrió la Puerta del Príncipe. Salió a hombros José María Manzanares, figura excelsa del toreo moderno, que luce, y de qué manera, con el toro que tanto gusta, cómodo, artista y de exquisita nobleza, como los de ayer.
CUVILLO-DOMECQ/MANZANARES, TALAVANTE
Tres toros de Núñez del Cuvillo, —primero, segundo y sexto—, correcto de presentación, mansos, blandos, encastados y muy nobles; y tres de Juan Pedro Domecq,terciados, muy blandos y nobles.
José María Manzanares: estocada contraria (dos orejas); pinchazo (ovación); media tendida —aviso— y un descabello (oreja). Salió por la Puerta del Príncipe.
Alejandro Talavante: pinchazo y media tendida (ovación); estocada trasera y caída (oreja); pinchazo, estocada y un descabello (ovación).
Plaza de la Maestranza. Segunda y última corrida de la feria de San Miguel. 23 de septiembre. Lleno.
Babelia
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