Manzanares falla con el estoque
Morante de la Puebla no tuvo su tarde en Nimes, todo lo contrario que su compañero de faena
Aunque la atención está puesta en José Tomás, los carteles de la feria iban vestidos con tres festejos mano a mano. El de la tarde de este sábado pretendía unir en noble competencia a los dos matadores artistas del escalafón.
El primero, Morante de la Puebla, pura sevillanía, barroco, largo y sensible, no tuvo su tarde. Apenas dejó un quite, un comienzo de faena Es una pena que quien más bonito, inspirado y personal torea no termine de encontrar un acicate para volver a deleitar a un público cada vez menos comprensivo con su desánimo. Morante enternece, cautiva pero cuando anda como alma en pena, decepciona más que cualquier otro. Igual que cuando emociona, sus retazos de inspiración arañan el corazón. Es su virtud, pero también su condena. No hay lugar para la medianía.
Ficha: Plaza de toros de Nîmes. Tercera de feria de la Vendimia. Lleno de “no hay billetes”.
Toros de Victoriano del Río, correctos de presentación. Codiciosos cuarto y sexto. El resto mansos y bonacibles.
Morante de la Puebla: Silencio, pitos y bronca.
José María Manzanares: Saludos tras aviso, saludos tras aviso tras aviso y oreja protestada.
Todo lo contrario de lo que sucede con José María Manzanares, con un control absoluto de la situación y el riesgo. Sabe andar por encima de los toros sin terminar de someterlos, de llevarlos hasta el final, sin exponer demasiado pero embarcándolos en la muleta. Consigue así un difícil equilibrio para sacar faena de la mayor parte de los toros modernos -entendido como escasos de pujanza y cierta docilidad- pero dio sensación de estar por debajo de los encastados cuarto y sexto.
Aunque mató mal al sexto se le premió con una cariñosa oreja, que resultó un justo premio a su labor global. Podrían haber sido más de haber encontrado el sitio con el estoque. Tras un mes y medio de recuperación de lesión, Manzanares parece haber perdido la facilidad con la espada.
Lo más triste de la tarde es que, para ser un mano a mano, apenas se apreció la competencia. Morante hizo un quite por chicuelinas al primero del lote de su compañero y se acabó. Ni piques, ni imaginación. Como si torear con el Coliseo a reventar no fuera un privilegio.
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