Paso a las reinas del ‘tropipunk’
El grupo Kumbia Queers se ha convertido en referente de la nueva música latina
Ali Gua Gua responde al teléfono desde Estocolmo, donde las Kumbia Queers celebran estos días varios conciertos antes de volar al festival Chico Trópico de Madrid, este viernes. En Suecia puede que no entiendan sus letras sabrosas sobre amor lésbico, fiesta y cosas del día a día, pero es que sus ritmos son para bailar. “A los güeros [algo así como blanquitos] les gusta”, dice la cantante mexicana, divertida.
Las Kumbia Queers (todas, menos Ali Gua Gua, son argentinas) hacen tropipunk, una especie de cumbia rompedora, ruidosa y desafinada para bailar. Se conocieron en 2007 y llegaron de sus respectivas bandas de rock (She Devils, Juana Chang And The Wookie, Las Ultrasónicas…) a esta banda “divertida y diferente” con la que se fueron acercando a la cumbia, “rompiendo prejuicios”, recuerda Ali Gua Gua, quien habla de los peseros (autobuses urbanos de México) como gran escuela de géneros musicales. La cumbia, suele opinar Juana Chang, es “el pulso de Latinoamérica”. Ali la define como “el castellano del español: se habla en muchos lados pero en todos es diferente. Se acentúa distinto pero es un lenguaje muy latinoamericano. A mí, como el rock, me pegó. Es hipnótica, es hermosa”. Y, aunque el impulso de los nuevos ritmos tropicales esté creciendo, las Kumbia Queers se desmarcan: “Somos medio anti hipster”, asegura.
El primer disco del grupo, Kumbia nena! (2007) versionaba con humor y temática gay éxitos de The Cure (Cumbia dark, le llamaron a su Love Song), Black Sabbath (Chica de metal), Madonna (La isla con chicas) o Bronco. Después fueron haciendo temas propios, publicaron La gran estafa del Tropipunk (2010), God Save the Queers EP ( 2010) y, por fin, el nuevo álbum hiperbailable que ahora pasean con orgullo por lugares tan recónditos para el tropipunk como Suecia: Pecados tropicales, que, por incluir, incluye hasta una versión de la mítica Caballo viejo, de Simón Díaz. No son unas estrellas del pop, pero tampoco lo pretenden: “Queríamos viajar, hacer videos, discos, tratar de sobrevivir de lo que hacemos”, recuerda Ali de sus inicios. Cada vez se les conoce más. Las seis, con sus peculiares estilismos de escenario (Ali va de marinera, Juana Chang, de deportista ochentera…- tienen 23 fechas en 25 días, y el próximo destino es la tercera edición del festival Chico Trópico, en la Nave de Música del Matadero de Madrid, junto a grupos como El Fenómeno de Taganana, Sonido Desconocido II, Hermanos Pizarro o La Gallera Social Club. No es su primera vez en España, donde aseguran que se sienten bien recibidas. No obstante, el europeo medio seguramente tenga que esforzarse por dejar la pista de baile al nivel de las seis chicas, que bailan, brincan, arrojan whisky al público y sudan mucho sobre el escenario.
Chico trópico, para bailar la crisis
El festival en el que actuarán las Kumbia, Chico Trópico, se define como un evento que “se interesa particularmente por las rutas experimentales y psicodélicas que toman ritmos tropicales como la cumbia, el mambo, el chamamé, el merengue, el reggaetón”. Y, aunque para muchos suene a jeroglífico y a cosa de modernos, y a que sea de pequeña envergadura (esperan unos 400 asistentes) los organizadores, Sara Brito y Pedro Buschi, reniegan de la etiqueta hipster. “No vamos con las bandas de moda. El año pasado vino de México un músico que toca el órgano Hammond con técnica de los años cincuenta, Igor Stepanenko. Fue hermosísimo. Encontramos magia en la fiesta popular”, cuentan. Para conocerla, agregan, hace falta mucha investigación. Este año se han trabajado el cartel a base de YouTube porque Chico Trópico se hace, por primera vez, sin apoyo financiero de instituciones. Lo han conseguido reduciendo el presupuesto (de unos 35.000 el año pasado a los 5.000 de este) y gracias a la autofinanciación y al apoyo de la Nave de Música del Matadero, explican Brito y Buschi. “No ganamos un duro. La recompensa es que se produce mucha alegría”, sintetizan. Para apañárselas, los grupos hacen una parada en España dentro de sus giras, la logística se suple con imaginación, conocidos y colaboradores aportan ideas, diseño, financiación…
Con este panorama de recortes culturales del año 2012, el festival exorcizará la crisis convirtiéndose en un evento de celebración del "fin del mundo". Literal. “Un espacio de recogimiento y fe: el Gran Altar de la Robótica Virgen Chico-Trópica, al que se accederá tras atravesar un túnel findelmundista que pondrá a prueba a los infieles. Además, junto al altar, un vidente se encargará de vaticinar para los asistentes su destino final, su salvación o su caída”. Habrá también “sesión chamánico-musical”, anuncian. “¡Que el fin del mundo nos pille bailando melodías psicotropicales!”.
Babelia
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