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Claudia Sheinbaum
Columna
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En busca de estadistas

Claudia Sheinbaum es hoy el mejor cuadro de la Administración pública mexicana, por trayectoria, preparación y personalidad. El tema es si con eso alcanza para lo que va a venirse encima

Claudia Sheinbaum durante una rueda de prensa en el Palacio Nacional, en Ciudad de México.
Claudia Sheinbaum durante una rueda de prensa en el Palacio Nacional, en Ciudad de México.Mario Guzmán (EFE)
Jorge Zepeda Patterson

Al margen de corrientes políticas y partidos, en este momento Claudia Sheinbaum es el mejor cuadro con el que cuenta la Administración pública mexicana, por trayectoria, preparación y personalidad. El tema es si con eso alcanza para lo que está a punto de venirse encima. Porque, incluso si así fuera, tendríamos que preguntarnos si el resto de los actores de la vida pública y económica actuarán con los mínimos de responsabilidad que exige el desafío que representa Trump, y el tsunami que su gobierno podría desencadenar.

Empiezo con lo de Claudia Sheinbaum. Es cierto que algunos funcionarios de los gobiernos tecnócratas anteriores podrían estar mejor calificados, en el papel, para abordar los complejos aspectos de la economía y las finanzas públicas. Después de todo, de allí procedían. Pero frente a la inconformidad de los pueblos de hoy en día y las presiones sociales a las que están sometidas los gobiernos, las características de Sheinbaum como científica, administradora rigurosa y con sensibilidad social, más el apoyo popular del que goza, me parece la mejor opción. Por supuesto que hay una carga subjetiva en la apreciación sobre los rasgos personales y profesionales que aquí sostengo sobre la mandataria. Parcialmente se alimentan de un largo perfil que recién publiqué bajo el título Presidenta (Editorial Planeta), con el análisis consecuente sobre su trayectoria y circunstancia.

Sin embargo, al margen de subjetividades, hay un factor que convierte a Sheinbaum en la mejor posibilidad con la que cuenta México en materia de liderazgo en este momento. El Gobierno de nuestro país goza de un bono que conviene no ignorar: un apoyo popular masivo. Se trata de un importante activo político de cara al riesgo de inestabilidad social y política que pudiera desprenderse de la probable turbulencia económica que enfrentaremos. Es una ventaja que no poseen la mayor parte de los gobiernos del mundo. Podría argumentarse que cuadros como Ángel Gurría, Enrique de la Madrid o Luis Videgaray poseen la experiencia o la formación para pensar sesudos planes “México” de reactivación económica. Pero, al margen de consideraciones ideológicas, gustos e inclinaciones, de entrada habría que asumir que sus márgenes de operación política frente a brotes de inconformidad popular quedarían muy restringidos. Por no hablar de la debilidad que acusan hoy la mayor parte de los mandatarios del planeta, en muchos casos maniatados por una oposición poderosa y un congreso paralizante. No es el caso del gobierno de la 4T. Y si bien es cierto que el poder genera riesgos e incertidumbre en materia de prácticas democráticas, rendición de cuentas y transparencia, ofrece, por otro lado, las ventajas de tener un ejecutivo de respuestas rápidas a la volatilidad de nuestro vecino.

Los primeros 100 días de su gestión, me parece, confirman que Sheinbaum es un CEO de la Administración pública que, al mismo tiempo, goza de las credenciales políticas y de la sensibilidad social que abonan a la gobernabilidad y a la estabilidad. Más allá del debate parcializado de los pros y contras que divulga la prensa crítica o la prensa favorable, con la consiguiente satanización o glorificación de su persona, sugiero al lector que haga un ejercicio por cuenta propia. Dese tiempo de consultar en Youtube un tramo de una o dos mañaneras. Se trata de un ejercicio mínimo y de responsabilidad que tendríamos que hacer los ciudadanos antes de seguir pontificando en las charlas de sobremesa sobre qué es y qué no es Claudia Sheinbaum. Seguramente le servirá para nutrir su apreciación sobre lo que piensa de ella, a favor o en contra, y quizá no haga más que confirmarlo, pero al menos tendrá en parte un juicio propio.

Invariablemente participan un par de preguntadores que claramente intentan hacer méritos con formulaciones a modo que supuestamente la halagarían, pero se advierte que habido un esfuerzo por ampliar los autores de la mañanera e incorporar una mayor dosis de reporteros profesionales de la prensa tradicional, nacional y extranjera. Eso asegura temas de toda índole, muchos de ellos incómodos para cualquier gobernante. Lo que usted verá es una mujer muy articulada, conocedora minuciosa de las materias abordadas, que no divaga ni predica, y en cuyas respuestas se advierte la atención a los pormenores de un problema y su abordaje con los métodos de un científico. Cuando no está en condiciones de ofrecer una respuesta argumentada, por carecer del diagnóstico o encontrarse en proceso, así lo dice. A diferencia de su sucesor, Claudia Sheinbaum no gobierna desde las mañaneras, pero es un ámbito de exposición que claramente refleja la manera en que gobierna el resto del día.

Por supuesto, que hay también expresiones que tienen que ver más con la arena política que con la científica. Es el guiño que obedece a la necesidad de mantener cohesionado al movimiento, los gestos encaminados a garantizar la popularidad que la gobernabilidad exige, los rituales necesarios para no ser rebasada por la izquierda. Pero incluso estas expresiones carecen de la belicosidad que se le atribuía a su predecesor. La tarea que tiene por delante, insisto, es mantener el apoyo político que asegura la gobernabilidad y la estabilidad y, al mismo tiempo, encontrar la fórmula para hacer viable un modelo económico que favorezca un país con prosperidad y menor desigualdad.

Me parece que es una oportunidad para el resto de los actores económicos y políticos, para la élite mexicana en su conjunto. Mientras no encontremos el equilibrio entre crecimiento y desarrollo, estamos condenados a vivir pendularmente, a bandazos entre la necesidad de crear riqueza y la necesidad de distribuirla mejor. El país no puede estancarse porque se haría inviable para el grueso de los mexicanos, pero tampoco puede crecer acentuando la desigualdad como venía sucediendo. Gobierno y élites se necesitan para encontrar una fórmula en la que ambos imperativos puedan conciliarse. La amenaza que representa Trump acelera la necesidad de esta convergencia.

Desde luego, hay temas irreconciliables y rasgos que provocan la indignación en la contraparte, trátese de Morena, de la oposición, o de la élite económica. Pero estamos frente a tiempos extraordinarios. No solo porque la fuerza política que hoy gobierna, con una base social enorme, necesita del resto de los actores para poner al país en la ruta del crecimiento; también porque los hacedores del PIB y de los empleos, la iniciativa privada, tiene por vez primera un interlocutor con el poder político para hacer las cosas. Me pregunto si las dos partes están en condiciones de verlo.

@jorgezepedap

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