Volcánico pintor danzante
El artista madrileño Pablo Hoyos expone en México su performance pictórico ‘Viva Danzatti’
Sus amigos le llaman volcánico. Y cuando se está delante de él comprendes por qué. Incontinente, lenguaraz y con un discurso a ratos indescifrable, el brío de Pablo Hoyos (Madrid, 1984) brota de su cuerpo y sale por su boca estallando en mil direcciones, como lava en erupción. Estudió psicología en la Universidad Autónoma de Madrid y pronto comenzó a participar en ONGs en Latinoamérica. Pero su pasión por el arte privó al mundo de la cooperación de un voluntario capaz e hiperactivo y le llevó al lugar que mejor recibe a los artistas extranjeros: México. “Es acá”, cuenta con acento semi chilango, “donde siento que he encontrado mi lugar y mi manada, el lugar en el que puedo tratar de decir algo”.
Hoyos ha pasado el verano en el DF, pintando in situ delante de los visitantes del Museo Nacional de San Carlos. Su exposición performance Viva Danzatti, busca profundizar en la relación del artista y su proceso de generar obras. “Quiero hacer de la creación pictórica un acontecimiento vivo, real, de materialización de un ser humano y de su tiempo”.
Los asistentes observan la pintura como acción y creación. “Cuando pinto, pareciera que el pintar, la actividad pintante (sic), es decir la pintura… serían los movimientos corporales que sostendrían la danza, es decir el baile”. Las 17 piezas resultantes, pasarán a ser expuestas en la galería de Rising Art(en la colonia de Polanco en la Ciudad de México) y también están a la venta. A parte de pintor, Hoyos es poeta, ha auto-editado su poemario Quince Volcanicocefalia 5 y otras gonorreas, y acaba de editar un nuevo libro: Varaderos de la vida varia, en 2.0.1.2. Editorial.
P. ¿Qué cree que aporta su propuesta como valor?
En Viva danzatti, pretendo, siguiendo la corriente creciente que se articula desde la crítica postmoderna en el arte contemporáneo y la filosofía del siglo XX, un objetivo general y del cual emanan las diferentes acciones con las que fui experimentando: tratar de mover la arquitectura jerárquica del museo como institución social, es decir, intentar cuestionar el escenario fijo que el museo propone para la obra que guarda. He aquí el no baladí juego de la violencia. El proyecto performativo quiere hablar del ser colectivo y las tensiones y dinámicas que formulamos como colectividad.
P. ¿Qué posibilidad real ve de poder acceder al circuito estable de la cultura?
El quehacer del arte, desde mi punto de vista, afronta la labor de la elaboración de un decir en un tiempo histórico determinado, producción discursiva que no se construye sólo ni en cinco minutos ni a través de formaciones académicas o informales. El artista debe preocuparse por la cocina, por la incubación experiencial de la que hablarían entre otros R. M. Rilke, por la que vamos dando una fuerza también justificativa, a nuestro quehacer.
P. ¿Cuáles son, a su juicio, las mayores dificultades para los talentos emergentes?
¿Por qué esperar algo del circuito del arte? El motivo ha de ser la micropolítica. En mi caso, prefiero las soluciones intermedias poco artísticas, pero que son, como el arte, parte fundamental de la vida social, y que a sí mismo son enclave micropolítico; y en el quehacer del arte trato de ir elaborando críticamente un discurso entre la red discursiva jugando y amenazando al orden mediante los breves vislumbres indefinidos de Edgar Poe.
P. ¿Qué beneficios espera de salir en una plataforma como esta?
Los beneficios de pasar por una plataforma como la presente, se vinculan con la posibilidad de conectar con el lector, para reabrir el diálogo sobre la ética del arte sobre el quehacer del arte.
P. ¿Con qué herramientas cuentan los talentos emergentes para darse a conocer?
El problema aquí es el de la autonomía, eterno problema. El capital privado, desde el renacimiento italiano, reconoció en el arte una moneda de cambio y construyó un modelo de especulación, que gana fuerza y justificación con la asunción del artista como genio, como abnegado, como alguien del que tendríamos tanto que aprender contemplando sus obras. La dilemática ética la podemos encontrar en propuestas como la mía, en la que trato, de algún modo, destronar actuaciones que hacen del arte algo para ser contemplado, venerado, resguardado; y a pesar de eso, también vendo mis obras, están en el mercado.
Babelia
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