Unos Clinton de opereta
Sigourney Weaver protagoniza la miniserie ‘Political animals’
Se trata de una de las sensaciones de la temporada veraniega de EE UU. Es la historia de una exitosa secretaria de Estado norteamericana, que antes fue primera dama y a la que su marido, un político sureño con excedente de encanto, engañó con otras mujeres. Ahora trabaja para un presidente muy carismático pero algo lento de reacciones en la escena política, contra quien perdió las primarias de su partido. Ella se siente mejor preparada que él, y decide que se presentará de nuevo a las elecciones cuando tenga la oportunidad.
No, no se trata de un documental sobre la vida de Hillary Clinton. Es Political animals, una miniserie de ficción, de seis episodios, estrenada este mes en el canal USA. La protagoniza Sigourney Weaver, que, al estilo de otros veteranos de la gran pantalla, como Alec Baldwin o Glenn Close, ha decidido dar el paso también a la televisión. En los dos episodios que se han emitido hasta la fecha, en domingo, la serie ha conseguido superar los dos millones de espectadores, que numéricamente es un resultado decente, similar al de éxitos rotundos como Breaking bad.
‘Me casé con una nación’, dice Weaver, en el papel de Elaine Barrish, una secretaria de Estado [ministra de Exteriores] que se enfrenta a numerosos problemas políticos y personales. Está supeditada a una Casa Blanca hostil y repleta de trampas. Debe sobrevivir a una prensa hambrienta de escándalos, que devora como carnaza el intento de suicidio de su hijo, que tiene graves problemas con las drogas. Su nuera sufre de bulimia. Su madre es alcohólica. Y su exmarido, el expresidente Bud Hammond (Ciarán Hinds) se ha prometido a una copia mal disimulada de la actriz Sofía Vergara.
Esta producción es idea de Greg Berlanti, creador de la serie Everwood (2002-2006). Se trata de un drama repleto de giros trepidantes y con numerosos incidentes inspirados en crisis que en Washington son casi cotidianas: secuestro de turistas norteamericanos en Irán, cambios de régimen en el extranjero o corrupción entre las misiones diplomáticas en EE UU, por ejemplo. Lo que Berlanti aporta en esta serie es una fidedigna representación de la vida política en la capital norteamericana, algo en lo que han fallado estrepitosamente estrenos recientes como Scandal, que cuenta la labor de Olivia Pope (Kerry Washington), una investigadora y relaciones públicas, que tiene una aventura con el presidente, y que se dedica a solucionar las crisis de sus clientes.
El mejor activo de Political animals es en realidad la actuación de Weaver, que retoma su vertiente más seductora y femenina, al estilo de Armas de mujer, y renuncia a interpretar su papel como si de una teniente Ripley (Alien) se tratase. Destaca también Ellen Burstyn, que encarna a su madre, una corista de Las Vegas jubilada que ahora tiene una notable predilección por tomar cócteles a cualquier hora del día. Burstyn ya rodó en Washington en los años 70, encarnando a la madre de Reagan, la niña poseída de El exorcista. En 1975 recibió el Oscar a la mejor actriz por su trabajo en Alicia ya no vive aquí.
Hay que remontarse a El ala oeste de la Casa Blanca (1999-2006) para encontrar una serie tan enraizada en la capital de EE UU y que refleje de forma tan meticulosa los pasillos del poder y las ambiciones de los políticos. Aun así, donde El ala oeste de la Casa Blanca era un dechado de originalidad y auguraba hechos que aun deberían venir, como la presidencia de alguien procedente de una minoría racial, Political animals vive del pasado. Es casi una reconstrucción, fabulada, de la vida de los Clinton, con algunas desviaciones algo sensacionalistas.
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