‘La tempestad’ arrecia doblemente en el festival de teatro de Olmedo
Una fuerte tormenta obliga a interrumpir abruptamente la representación de la obra shakespeariana dirigida por Peris Mencheta en el festival de teatro
No sólo los espectadores, también el propio director del montaje, Sergio Peris Mencheta, comentaba, entre mohíno y cariacontecido, pero sin renunciar al humor, que se le había ido la mano en los efectos especiales. Una castellana tormenta, con sus rayos y sus truenos, interrumpió abruptamente, justo a la mitad de la representación, el estreno de la obra shakespeariana, La tempestad, en el VII Olmedo Clásico, una muestra escénica que se celebra hasta el 29 de julio. Ocurrió después de que sobre el escenario los personajes atravesaran una terrible tempestad en alta mar (que da nombre al texto) y terminaran naufragando en una extraña isla en la que suceden los intrigantes hechos de la que fue la última obra del bardo inglés.
“Tuve una sensación de coitus interruptus, pero al mismo tiempo me pareció muy bonito lo que ocurrió con el público”, dice el director del montaje, acerca de esa noche que para él no fue tan aciaga. “Los espectadores de alguna manera te decían ‘estamos con vosotros’, pocas veces pasa esto y me lo tomé como algo con mucho amorcito y no me quedé con mal sabor de boca”, señala.
Lo cierto es que esos espectadores fueron los primeros en correr a refugiarse debajo de unas marquesinas y apretarse con el público cuyos asientos quedaban a cubierto. Hay que decir que no pararon de aplaudir calurosamente a los actores y su montaje que estaba siendo muy bien aceptado, mientras los técnicos trataban de tapar con plásticos los aparatos y proteger la luminotecnia. “Hubiéramos estado encantados de retomar la obra, porque se cortó en un momento de transición, casi perfecto para un posible descanso, para mí fue una experiencia muy bonita”.
Pero la tempestad fue más duradera que la que narra Shakespeare en esta obra y tras esperar más de 20 minutos los directores de la muestra, Germán Vega y Benjamín Sevilla, anunciaron la imposibilidad de seguir con el montaje, momento en el que aplausos y lluvia arreciaron. Ahí fue cuando los espectadores se encontraron con que tampoco podían huir de allí. Muy pocos llevaban paraguas y en poco tiempo empezaron a ser recordadas escenas de El ángel exterminador, película de Luis Buñuel en la que un grupo de personas se ven atrapadas en una casa que, a pesar de tener las puertas abiertas y no existir ningún impedimento, inexplicablemente nadie se atreve a salir de allí.
La de Peris Mencheta es una propuesta metateatral, divertida y lúdica, sólo con actores masculinos, y supone su segunda incursión profesional y seria que hace en la escena como director. Este popular actor el año pasado estrenó Incrementum, una teatralización de la obra de George Pèrec, sólo con actrices. “Será que necesitaba una dosis de testosterona”, comenta entre risas, pero lo cierto es que el director ha jugado a reproducir una compañía isabelina de cómicos, donde estaban vetadas las actrices y los papeles femeninos los representaban hombres, como en este caso que encontramos una Miranda de lisos pechos y barba de un día. Lo cierto es que este director que podría poner toda su energía en seguir triunfando en el cine como lo hizo con El capitán Trueno y otras películas, tiene desde hace unos años una pasión desmedida por el teatro, donde invierte su tiempo y su dinero en hacer lo que le gusta.
Eso ha sido después de ser un destacado jugador de Rugby (fue capitán de la selección española, en el equipo conocido como Promesas). “Estaba hecho un animal”, dice seguramente refiriéndose a sus ciento cinco kilos y no tanto a su carácter que, si no le ha cambiado mucho, es afable, generoso, al tiempo que paciente e impulsivo. Tuvo sus comienzos profesionales como actor en la telecomedia Al salir de clase, y le llegó su consagración con la película Los Borgia; a partir de ahí ha trabajado con directores como Paul W.S. Anderson, Taylos Hackford, Jean-Jacques Annaud, Andrés Linares, Raúl Hernández Garrido, Frédéric Schoendoerffer, Pascal Jongen. Todo siempre trufado, por voluntad propia, con múltiples trabajos de teatro, más o menos marginales, más o menos alternativos, más o menos sobresalientes, como el que hizo con Peter Brook que le eligió como Horacio para el Hamlet que hizo en francés, que representó en alguna ocasión, pero no llegó al estreno oficial, por un problema contractual. Brook exigía firmar un contrato leonino por dos años, con gira por Asia incluida, y si se iba antes tenía que pagar la integridad del contrato. “Tenía 24 años y estaba abducido por él, le admiro profundamente, pero hasta mi representante me dijo que era una locura firmar eso”, señala el flamante director que este otoño presentara bajo techo La tempestad y que también tiene previsto estrenar como director un espectáculo compuesto de cinco monólogos sobre exilio y emigración, escritos y algunos interpretado por Juan Diego Botto.
Olmedo Clásico tiene previsto estrenar esta noche por la compañía Galo Real Teatro, La gran Zenobia, un poco representado Calderón, mientras que mañana ya están casi vendidas las entradas para ver Yo soy Don Quijote de la Mancha, una bellísima recreación escénica sobre el mito cervantino, escrita por José Ramón Fernández, dirigida por Luis Bermejo e interpretada por José Sacristán, Fernando Soto y Almudena Ramos. Otros espectáculos previsto hasta la clausura de la muestra son La Celestina de Fernando de Rojas por Atalaya Teatro y Abre el ojo, de Rojas Zorrilla por 2RC Teatro.
Babelia
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