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“Jamás tuve miedo a triunfar”

The Walkmen presentan nuevo álbum, 'Heaven' La banda acaba de pasar por el Primavera Sound de Barcelona

Xavi Sancho

-¿Le importa si le hago una pregunta algo fuera de lugar?

- No, ningún problema… adelante

- ¿A usted qué le parece el chorizo?

- Mierrrda… lo siento. ¿Tanto se nota?

Hamilton Leithauser, vocalista de la banda norteamericana The Walkmen, ha almorzado algo que llevaba chorizo y está pasando un mal rato tratando (con más bien poco éxito) de evitar que el bendito embutido regurgite durante la entrevista. Faltan apenas veinte minutos para que el grupo presente sobre el escenario para todos los públicos que la organización del Primavera Sound ha instalado en el Passeig de Sant Joan su nuevo disco, Heaven y, por la frescura de su aliento, parece que hace poco que el grupo ha almorzado fuerte. “Hace mucho calor”, interviene de nuevo el larguirucho cantante.

arno frugier

Leithauser es un tipo algo peculiar, capaz de gestionar su arrogancia a pesar de las más adversas circunstancias gástricas, pero, sorprendentemente, cuando se le sugiere que este séptimo disco de la banda que surgió en 2000 de los restos de un combo maldito llamado Jonathan Fire*Eater y de otro que fue promesa no cumplida, The Recoys, tal vez sea lo mejor que jamás haya editado, sacude la cabeza. Igual, simplemente, la gusta llevar la contraria, un arte que su banda ha perfeccionado durante sus más de diez años de existencia. Alguien los definió como Dylan liderando The Stooges. Y eso fue varios años antes de que Dylan fuera sabor del mes indie e Iggy Pop reformara su combo original. “Si respondo que sí, que este disco es el mejor, pareceré un imbécil y caeré en aquella obviedad de decir siempre que tu último disco es el mejor. Prefiero hablar sobre ciertos aspectos del álbum que sí lo hacen especial y que luego la gente decida por sí misma”.

Hasta el lanzamiento de Heaven, The Walkmen eran una banda con un par de amagos de éxito, un tropiezo bíblico y el casi constante favor de la crítica especializada. Afincados en Brooklyn, nacieron a la sombra del fashion rock de Strokes y se desarrollaron en paralelo a la cultura hipster del expresionismo patrocinado. No encajaron en nada, y vieron con estupor cómo The National, la banda cuya trayectoria e idiosincrasia más en común tenía con ellos, conseguía el éxito que a los autores de The rat se les negaba. Ahora, con un nuevo álbum en el que sus pulsiones melódicas afloran sin el miedo del que siente que, si se expone demasiado será arrastrado a un movimiento con el que no tiene nada en común, finalmente, The Walkmen han entregado ese disco que vale un éxito. “Sería maravilloso tener un hit planetario, de verdad. ¿Dónde hay que firmar? No me considero parte de un grupo indie y jamás tuve miedo a triunfar. Simplemente, pensamos que lo que hacíamos era lo suficientemente asequible para lograr trascender. Igual nos equivocamos”, confiesa Leithauser. Se aclara la garganta y se agarra el cuello como su fuera estrangularse. “Así era hasta ahora cantar para este grupo. Mi voz siempre estaba al límite, al borde de resquebrajarse. La intensidad era lo más importante, jamás se cambiaba el tono para acomodarlo a mi registro, así que siento que muchas melodías se perdieron. Esta vez, decidí que no quería ahogarme más. Ahí radica la principal novedad. El disco puede sonar muy distinto, es cierto, pero el único cambio es realmente ése. Bueno, y también las letras, Es un álbum más optimista. El primero que le gusta a mi madre, por cierto”.

La familia, pues. Hoy, la mayoría de los miembros del grupo están casados y con hijos, viven en ciudades diferentes y confiesan que el grupo sigue siendo una prioridad laboral y creativa, pero ya no vital. “No necesitamos estar juntos todo el rato. De hecho, el álbum se ha compuesto casi todo a través de esa cosa maravillosa llamada Internet, que te permite trabajar con alguien sin tener que oler sus calcetines sudados ni ver su jodida cara. Nos mandábamos música, aportábamos algo y la devolvíamos. Cuando las canciones ya estaban maduras, nos juntamos. Casi ni nos tuvimos que pelar para terminarlas”, bromea el vocalista, quien ha sido uno de los impulsores de las peculiares fotos promocionales del disco, unas instantáneas en blanco y negro en las que los miembros del combo aparecen rodeados de sus familias. “No son nuestras familias de verdad… Bueno, sí, sí lo son. Pensamos que, no sé en qué pensamos, pero mira, nos hemos ahorrado pagar por retratos familiares, ya los tenemos hechos y gratis”.

Leithauser sorbe de nuevo su cerveza y trata de volver acomodar su largo cuerpo en el minúsculo espacio que se le ha reservado en la terraza de este bar. Nos han avisado de que quedan dos minutos de entrevista y no piensa permitir que se desperdicien con otra pregunta del periodista. “¿Sabe? Al tipo que me ha entrevistado antes el disco también le ha encantado. Estoy muy sorprendido, y me va a costar no hacerme demasiadas ilusiones. Sé que mucha gente de la que va a vernos de aquí un rato no sabe quiénes somos ni le importa. A muchos les gustará lo que oirán, pero pocos se acordarán mañana. ¡Somos aquel grupo del tío alto que iba de blanco! A ver si cuando leen este artículo se acuerda de lo mucho que les gustamos esta noche”, divaga el hombre que grabó una versión de Pussy cats, el disco que John Lennon le produjo a Harry Nilsson en 1974 y un día fue a una tienda de discos para comprobar que estaba en la cubeta anunciado como la nueva referencia de The Walkmen. “Mis compañeros odian ese disco, a mí me hace gracia. Fue una broma privada que se hizo pública, pero, después de todo, ¿no son la mayoría de grupos de rock exactamente eso?”.

Se lleva la maño a la boca, tuerce el cuello a favor de viento y exhala con una pequeña convulsión. “Perdón”.

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Sobre la firma

Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.

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