Teatro de ‘sex shop’ y peluquería de barrio
Las tres actrices de la película ‘Diamond Flash’ hacen un montaje ‘ad hoc’ de un local a punto de cerrar por la crisis en Malasaña
La cama redonda, los espejos en el techo, las cortinas rojas de terciopelo… Aquella habitación, un sex shop muy bien ambientado, un habitáculo unido por una pequeña puerta a la peluquería Whenderepente, que desde hace más de un año y medio lleva Fátima Meléndez Carrasco en el 17 de la calle Velarde de Malasaña, en Madrid, fue la inspiración que necesitaron para ponerse a trabajar Ángela Boix, Ángela Villar y Eva Llorach, las tres actrices de la película Diamond Flash (dirigida por Carlos Vermut y presentada en la última edición del Festival de cine fantástico y de terror de Sitges). Hoy, con la crisis a cuestas, lo que fue una tienda de artículos eróticos es una agencia de viajes y la peluquería, con su sofás antiguos, sus muebles art decó y su televisión antediluviana, está a punto de cerrar. Antes de ayer fue la última función de Yo, erótica en ese salón, que se traslada a un local más barato en las inmediaciones de la Plaza de la Luna. Las siguientes representaciones (habrá más en septiembre) buscan ya espacio.
Así que del sex shop, a la peluquería y de la peluquería a… nadie lo sabe (aún). Lo paradójico de este montaje, que en los últimos tiempos ha dirigido el también actor argentino Kamilo Vasquez, es que fue el espacio el que hizo de motor de creación y ahora ya no existe. Y lo interesante es que esa adaptación a otros lugares, más propia de las orquídeas que de las piezas teatrales, ha hecho crecer la obra al tiempo que mutaba. Hoy por hoy sigue pareciendo un organismo vivo, ningún día es igual al anterior, nada está cerrado… Lo llaman work in progress, pero no le hace falta, se ve.
Realmente, este trabajo que lleva en pie (y evolucionando) desde el mes de junio, con lista de espera a la entrada de la peluquería cada sábado (el aforo era de unas 20 personas), es fruto de muchas casualidades. Para empezar, las actrices, pese a haber rodado una película en la que aparecen las tres, ni se conocían. “Nos conocimos como en una road movie”, cuenta Eva, “en una furgoneta camino del festival de Sitges, donde se estrenaba la película este año”. Viajaban las tres en la parte de atrás y raca, raca, raca, se hicieron amigas en un pis-pás. Los 20.000 euros que ahorró Vermut para el rodaje de su ópera prima no daban para más. La cinta, colgada en Filmin y que ha cosechado unas de las mejores críticas del año en las más conocidas revistas (especializadas y no), fue sólo el punto de partida.
A su regreso a Madrid, todo fue ir un día a la peluquería de Fátima. Y después pensar acerca del erotismo. Leer La Filosofía en el Tocador del Marqués de Sade o la Historia del ojo de Georges Bataille, y dejar que otras referencias cinematográficas (David Lynch, Quentin Tarantino, Hideo Nakata -The Ring-…) aparecieran en escena. El resultado es una función que divaga por las diferentes caras del erotismo desde una perspectiva femenina. Una obra que habla de las represiones, de los deseos soterrados, de los temores inconfesables, del juego (con su inocencia y su malicia), de la vergüenza de uno mismo, de la soledad y de la búsqueda del placer y del éxtasis (y de sus culpas), de la desesperación y, en definitiva, del sexo como elemento consustancial a la vida humana. Lo hace sin apenas diálogos. Casi todo en esta función es acción. Y reacción. Advertencia: es más que posible que el público, repartido por el espacio al albur y tan cerca de las actrices como para notar el aire de sus alientos y desalientos, también reaccione. A la salida podrá dar “la voluntad”.
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