Acuérdate de desconfiar
Nos hemos vuelto más desconfiados que nunca, lo cual, aun siendo en verdad trágico, no deja de tener sus ventajas. En la decimotercera edición de dOCUMENTA se percibe a la perfección que nunca como ahora el recelo y la suspicacia fueron motores tan activos para la creación de interesantes —exasperadas algunas— obras de arte. Las mostradas en Kassel —es el espíritu del tiempo— ilustran precisamente la atmósfera general de impiedad con respecto a todo, incluido el arte mismo. Vemos allí las genialidades que está forjando la nueva creatividad nacida de la desconfianza y de un arraigado desprecio hacia los miserables que nos consideran sus súbditos: la biblioteca de Mark Dion, el imponente patíbulo de Sam Durant, las maravillosas exposiciones de Tacita Dean y de Francis Alÿs… Y qué decir de ese sorprendente grafiti en las afueras, más allá del último bosque de la región: “¿Sabes que el rey ni siquiera ha oído hablar de Wittgenstein?”.
Nunca como ahora el desengaño, la suspicacia, operaron tan eficazmente como creadoras
¡El rey y Wittgenstein! Nunca como ahora el desengaño, la suspicacia, operaron tan eficazmente como creadoras de una realidad más potente que esa funesta irrealidad que surge de nuestro mundo mediático y bursátil, esa irrealidad tan demencial a la que encima —ya son ganas de equívocos— llamamos realidad.
Sospecho —lo más usual ahora en arte es sospechar, verlo todo desde las altas cimas de la desconfianza— que en Kassel nos quiere recordar que no hay fronteras ya para la creación —es ridículo ser de un solo lugar— y que, además, todo está conectado. Nada que objetar a tan anchas intenciones. Al Kassel de este año he de regresar en septiembre para ofrecer una “conferencia sin nadie”, sin público, en una casa cerca del grafiti de Wittgenstein, en un lugar de las afueras que la Critical Art Ensemble ha dispuesto para “ponencias fantasmas”. De momento, me quedo con la idea de que en esta decimotercera edición Carolyn Christov-Bakargiev, Chus Martínez y compañía presentan un ideario artístico escéptico, muy acorde con la época: se agradece que no tomen en serio los dogmas de las vanguardias y hayan permitido el despliegue de una filosofía impía, muy descreída y enormemente creativa, que tiene de melodía de fondo aquella tan breve oración stendhaliana que decía: “Acuérdate de desconfiar".
Quizá por eso, al caer la tarde, Kassel parece un ateneo de visionarios, de partidarios de la incredulidad sin fronteras. Para comprobarlo, acudan a ver, por ejemplo, El rechazo del tiempo, de William Kentdridge, hondo proyecto que les hará sospechar que dOCUMENTA (13) va contra el paso de las horas. Sin embargo, pronto verán que las cosas no son exactamente así, pues allí también hay sitios para creencias firmes ligadas al curso del tiempo, ligadas al futuro. Las ideas, por ejemplo, de Christov-Bakargiev sobre vínculos entre todas las artes, ideas que veo conectadas con las que expuso el pasado 16 de junio en Florencia, en el palacio Strozzi, el gran Michael Ondaatje, cuando en su conferencia Arte Meticcia habló de ensanche de la mente creadora. Habló de esto y de la comunicación que ha existido siempre entre las distintas disciplinas del arte: “He sido toda la vida escritor, pero aún hoy me fascina ver lo parecidas que son todas las actividades artísticas…”.
A su conferencia asistimos algunos admiradores, pero sospecho que Ondaatje nos habló como si no hubiera acudido nadie y, dada la lejanía del lugar, desconfiara de que pudieran llegar a ser escuchadas algún día sus palabras de futuro. ¿Dada la lejanía del lugar? Él es de Colombo (Ceilán), pero nos hallábamos en Florencia y, por tanto, en uno de los centros del mundo. ¿O estábamos en un bosque perdido, en las afueras de Kassel, en las afueras de la antaño poderosa Alemania? Por desconfiar que no quede. Y que Dios nos ampare.
Babelia
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