dOCUMENTA se esconde detrás de los budas de Afganistán
La muestra de arte expande sus fronteras hasta Afganistán con una exposición que reúne a 27 artistas, 13 de ellos afganos
La herida sigue abierta, pero antes de sentarse a esperar que cicatrice al sol, los afganos continúan adelante con la venda puesta. Los años de ocupación rusa, seguidos de la llegada de los estadounidenses y la guerra civil que medió entre intervenciones no han acabado con una sociedad que de repente emerge en su poesía o en arte contemporáneo. “La cultura es un estado de excepción a esa norma que es la ocupación”, afirma desde Kabul Chus Martínez, una de las responsables de documenta, la exposición de arte contemporáneo que se celebra cada cinco años en Kassel, Alemania. Desafiando el toque de queda, una pequeña delegación organiza ahora dOCUMENTA (13), una exposición en el Queens Palace de Kabul que durante un mes invita a la conversación entre oriente y occidente.
Martínez aterrizó en Afganistán en 2010 siguiendo los pasos del artista Mario Torres García en busca del One Hotel, un pequeño edificio para comerciantes levantado por el creador italiano Alighiero Boetti. El descubrimiento no fue solo una pequeña casa estilo años setenta, sino una comunidad de artistas escondida -para el resto del mundo- tras los muros de la Universidad de Bellas Artes de Kabul y un centro de arte contemporáneo independiente. “Alquilamos parte del hotel y empezamos organizando seminarios con artistas locales y otros que habían participado en la última edición en Kassel”, cuenta Martínez.
En las primaveras de 2011 y 2012 encontraron en Kabul y Bamiyán -la antigua ciudad afgana de los budas, cuna de los jipis en los setenta- a los jóvenes artistas que forman parte de una representación local que también cuenta con autores en la diáspora. “La conciencia de arte contemporáneo como la conocemos en occidente no existe”, dice Martínez. “Básicamente hay pintura que sale de la miniatura para meterse en una modernidad abstracta rara porque no tenemos los códigos para juzgar ese momento estético”.
Dos chicos y una chica de entre 18 y 21 años fueron elegidos de los encuentros de Kabul. De Bamiyán se trajeron una gran selección de piezas de cerámica y piedra resultado del trabajo de aquellos días. Pero para que el diálogo se produjera, primero se encomendaron a la versión afgana de Internet, la gran dama Nancy Dupree, una estadounidense de 84 años que llegó al país de la mano de su marido arqueólogo y nunca se marchó. “Su última iniciativa es un centro nacional de documentación en el campus universitario que cuenta con una hemeroteca con una unidad móvil de alfabetización que se mueve por las 18 provincias de Afganistán”, relata Martínez. “Solo hay que incluir una nota en una de sus unidades y la gente se entera de todo”.
A través de los portfolios que fueron recopilando dentro y fuera de Afganistán comenzaron a intercambiar lenguajes visuales y encontraron instalaciones sonoras, fotografía y escultura que para los artistas locales quedaban fuera de la etiqueta de arte. “Fue como una conversación marciana que poco a poco fuimos traduciendo”, recuerda la responsable de dOCUMENTA (13).
Es la arqueología de la guerra interpretada en clave poética, sin recurrir a la denuncia. Zalmaï, uno de los jóvenes elegidos, presenta una instalación fotográfica que refiere a elementos de protección como una barricada de metal que ahora es la pared sobre la que se sustenta una casa o bombas sin detonar sobre las que mujeres colocan flores. “No hay opresión”, apunta Martínez, “son los despojos del conflicto enfrentados a otras piezas como una instalación sonora grabada en una zona de picnic en los setenta, la memoria de la niñez y la constatación de la transformación de un país”.
Con ellos, artistas consagrados como Francis Alÿs, Jérôme Bel, Andrea Büttner, Tacita Dean, Mario Torres García o Lara Favaretto. “Algunos como Francis eran un poco escépticos, no entendían que hacíamos aquí”, dice Martínez. “Muchos viajaron antes y ya no quieren marcharse”. El día de la inauguración, el pasado miércoles, unas mil personas se acercaron a ver la exposición. “No sabemos qué va a pasar. Seguiremos en el cuartel del One Hotel pese a las complicaciones, pero ahora que hemos abierto una ventana no nos podemos ir”.
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