Lindsey Davis: “En la guerra civil inglesa nadie es del todo simpático”
La novelista británica deja a su detective romano para recrear la época de Cromwell en la colosal 'Rebeldes y traidores'
De la Roma de Vespasiano a la Inglaterra de Cromwell. De las aventuras de un detective romano con oficina en el rincón más sórdido del Aventino en el siglo I a un gran fresco sobre la sangrienta (¡y qué sangrienta!) guerra civil inglesa del XVII. De senadores, legionarios y gladiadores a cabezas redondas (parlamentaristas), Ironsides (la caballería puritana) y piqueros. Un cambio radical.
Tras la serie de veinte novelas protagonizadas por su inolvidable creación, el investigador Marco Didio Falco, un Philip Marlowe con toga y sandalias que se nos ha metido en el bolsillo a millones de lectores, la escritora Lindsey Davis aparca al personaje (¿definitivamente?: ¡oh, nooooo!) y publica la monumental (un millar de páginas) Rebeldes y traidores (Edhasa) sumergiéndose en un periodo que no suelen frecuentar los autores de novela histórica. Para entender el porqué de este salto en el tiempo, en la ambición de contar y en el formato hay que saber dos cosas. Primera, que el tema de la guerra civil inglesa no es nuevo para la escritora sino que, muy al contrario, Rebeldes y traidores es en realidad la novela que siempre quiso escribir y un proyecto que ha llevado con ella durante casi cincuenta años; y segunda, que la muerte de su marido, el amable Richard, apoyo constante durante toda su carrera y especialmente vinculado a la serie de Falco, ha hecho que Davis deje al detective en un impasse provocado en buena parte por el dolor que le causa el recuerdo. Eso no quiere decir que haya roto con Roma y los romanos. Precisamente su última novela acabada de publicar en Gran Bretaña, en marzo, es Master and God, una historia de amor entre un pretoriano y una dama de la corte ambientada en los tiempos de Domiciano, que sucedió a Vespasiano y Tito y aparece a menudo como el malo en las novelas de Falco. El último emperador de los Flavios, dice la autora, “era un tirano con paranoia y adoro escribir sobre eso”.
Lindsey Davis estuvo recientemente en Barcelona para presentar su novelón Rebeldes y traidores, que es a la guerra civil inglesa Lo que el viento se llevó a la de secesión norteamericana. Aquí también hay un mundo que se desmorona, lujo y miseria, romance y guerra, personajes que se entrecruzan y se separan, grandes escenas de masas, estremecedoras batallas. Con el plus de que le cortan la cabeza a un rey… En las primeras páginas subimos al cadalso con Carlos Estuardo de Inglaterra, muy sereno pese a los problemillas con el tajo y la desaparición del ejecutor público que tuvo que ser sustituido por un verdugo amateur (!), no obstante extremadamente amable —“cuando tenga a bien su majestad”— y efectivo: bastó un solo hachazo, una decapitación impecable. Tras esa escena, el 30 de enero de 1649, la novela salta hacia atrás para mostrar los acontecimientos que llevaron hasta ella y lo hace especialmente a través de dos personajes, un joven impresor, Gideon, que se enrola en el ejército parlamentario y lucha como mosquetero y luego como dragón, y una mujer que se casa con un realista, Juliana. Entre ellos hay una historia de amor, pero cocinada a fuego lento: tardan 200.000 palabras en encontrarse.
“Llevaba veinte años pensándolo, por eso el libro es tan gordo”, bromea Davis, con su aspecto de Boadicea pillina. “En el inicio de mi carrera como escritora no pensaba en escribir de romanos sino acerca de la guerra civil inglesa; siempre me ha interesado la política, mi padre enseñaba ciencias políticas en la Universidad y yo misma he sido funcionaria. Me atrae el lado administrativo de la política”. Le comento con pudor nacional que la guerra civil inglesa es un episodio poco conocido en general en España. “Ah, no se preocupe, en Gran Bretaña tampoco conocen la época”, responde la escritora con desparpajo. “Es triste porque es uno de los hechos más interesantes de nuestra historia”. El problema, considera, es que en ese conflicto “nadie es del todo simpático”. Y explica: “No te identificas completamente con nadie. Carlos es increíblemente estúpido, se merecía lo que le pasó; no da la talla como gran figura trágica. Por su parte, Cromwell era muy puritano y lo puritano no es glamuroso”.
¿Qué opina del juicio a Carlos I? “Creo que tuvo un juicio justo. Era un reto, no había precedente. Estoy orgullosa de ese juicio. Inventamos cómo juzgar a un rey. Fue una acción muy importante, y peligrosa para los que la llevaron a cabo”.
Davis empezó a concebir Rebeldes y traidores en su ciudad, Birmingham (1950). “Mi ciudad fue muy castigada por el ejército real porque en ella se fabricaban las espadas para las tropas del Parlamento. Fue terriblemente saqueada. Birmingham no es muy atractiva y cuando le dije a mi editor que una de las escenas principales de la novela transcurría allí se puso lívido, pero cuando le expliqué que narraría violaciones y matanzas pareció mucho más interesado”.
“Las batallas de entonces eran horribles y tenía que mostrarlo, las lesiones resultaban espantosas”
Lindsey Davis se emplea con sorprendente eficacia y escalofriante detallismo en las escenas de guerra. En Newbury, una bala de cañón decapita de golpe a una fila entera del regimiento de Gideon. Los horrorizados soldados se asombran cuando los intestinos y sesos de los muertos que vuelan por los aires les dan en la cara. “Las batallas de entonces eran horribles y tenía que mostrarlo, las lesiones de las armas resultaban espantosas. La bala de un mosquete provocaba una herida de entrada del tamaño de una moneda pequeña pero el orificio de salida era de la medida de un plato llano. Algunos piqueros quedaban destrozados cuando los proyectiles de mosquete reventaban sus lanzas de fresno y les atravesaban astillas enormes”. La autora explica pormenorizadamente las técnicas militares de aquel tiempo: aprendemos que los mosqueteros guardaban balas en la boca, que apuntaban a las patas de los caballos, y que para disparar efectuaban ¡veinticuatro acciones! (hacía falta sangre fría cuando cargaba contra ti la atronadora caballería del príncipe Rupert).
“He tratado de mostrar también el lado doméstico de la guerra y su influencia en la vida de las mujeres. Fue una mala época para ellas. Sufrieron mucho. Las violaciones se utilizaron como arma de guerra. Otro de los aspectos tremendos fue la incertidumbre: la gente no sabía lo que pasaba y muchos soldados acababan en fosas comunes sin ser identificados. Sus esposas padecían una enorme ansiedad en los hogares; aguardaban largo tiempo sin noticias y no podían volver a casarse. Se llegó a publicar una ley que les permitía hacerlo si el marido no daba señales de vida en tres años”.
“Fue una época terrible pero a la vez interesantísima”, resume Davis. “Entre otros, para ustedes, los periodistas. Al abolirse la censura surgieron un millar de publicaciones”.
Cromwell aparece inicialmente como un eficaz general de caballería al frente de sus duros Old Ironsides. Gideon lo describe cuando lo ve por primera vez con su casco de hierro característico con nuca en forma de cola de langosta y tres barras de protección en la cara: “Un compatriota cuarentón de rasgos poco agraciados, seguro de sí mismo, cabalgaba sin prisa y sin embargo su presencia misma indicaba urgencia”. No menciona la célebre verruga.
“Cromwell es un personaje muy interesante, pero no empatizo con él”, comenta Lindsey Davis. “No fue un verdadero revolucionario ni el principal general parlamentario. Fairfax me parece mucho mejor”.
No podíamos dejar de hablar del destino de los restos de Cromwell, perseguido post mortem cuando la restauración. “Se refiere a la cabeza, claro. El Lord Protector fue desenterrado y decapitado. La cabeza se exhibió un tiempo en una pica, cayó durante una tormenta y pasó a manos de coleccionistas privados. En 1960 la enterraron en el Sidney Sussex College de Cambridge, del que había sido alumno, en un lugar sin marcar para evitarle molestias”.
Le señalo a la novelista que la guerra de la que escribe no ha sido la única guerra civil de los ingleses: tuvieron la de las Dos Rosas. “Son acontecimientos muy distintos. La de los York y los Lancaster es una lucha por el trono sin componente ideológico ni idealista. La verdadera guerra civil que hemos tenido es la otra. En realidad, después nunca hemos estado cerca otra vez”. Tanto esfuerzo para que al final volviera la monarquía, no como en Francia. “Si, es lo más triste, que la guerra civil diera paso a Carlos II, que fue terrible”. Davis considera que la guerra civil inglesa no ha tenido suerte en el cine ni en la televisión. “Los directores no han sabido tratarla”. No le gustan el Cromwell de Richard Harris ni el Carlos I de Alec Guinness. Volviendo a la época de los césares, ¿ha perdonado a Simon Scarrow por el inopinado homenaje que le hizo en una de sus novelas y que tanto la enojó? “Sí, sí, y somos buenos amigos ahora. Me ha dedicado su último libro de narrativa juvenil y fue muy amable conmigo cuando murió Richard”.
¿Abandona Lindsey Davis a Falco? “Adoro a Falco, por eso he escrito veinte libros sobre él. Pero llegas a un punto en el que necesitas hacer algo diferente. Detuve dos veces Rebeldes y traidores para escribir sendas novelas de Falco. Y luego Richard murió. No era Falco, pero estaba muy cerca. Había leído todas las novelas mientras yo las escribía, era parte importante en su creación con su apoyo y su estímulo”. Le señalo que no ha dicho si volverá a escribir de Falco. Me mira fijamente con sus inteligentes ojos de Juno y una sonrisa traviesa asoma a sus labios. “No, no lo he dicho”.
Rebeldes y traidores. La revolución de Cromwell. Lindsey Davis. Traducción de Monserrat Batista. Edhasa. Barcelona, 2012. 1.036 páginas. 34,90 euros. www.lindseydavis.co.uk/.
Babelia
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