La Fundación Barnes se renueva por fuera pero por dentro mantiene el espíritu
Tras 10 años de polémica la mayor colección privada de pintura de EE UU descansa en el centro de Filadelfia
Juntar en una misma galería más de cien obras de Renoir, Picasso o Matisse es una ardua tarea y una labor casi imposible para los coleccionistas de hoy en día. Albert C. Barnes lo consiguió. En 1912, este doctor en farmacia se empezó a interesar por el mundo del arte, llegando a convertir su afición en una de las más importantes colecciones de arte impresionista y posimpresionista del mundo. Esta colección, valorada actualmente en más de 80.000 millones de dólares, puede disfrutarse desde finales de mayo, y tras diez años de debate, en el Benjamin Franklin Parkway de Filadelfia.
La nueva galería es una réplica exacta, en su interior, de la mansión de Barnes pero cuenta con un renovado exterior más propio del siglo XXI. Los arquitectos del nuevo edificio, Tod Williams y Billie Tsien de Nueva York, han reconstruido cada habitación y colocado cada obra en la posición exacta en la que se encontraban en Lower Merion -lugar inicial de la colección situada en uno los suburbios de la misma ciudad-, “en perfecta simetría".
Quiero que mi colección sea una escuela, no un museo", dejó Barnes especificado en su testamento.
En 1922, este doctor creó la Fundación Barnes "para fomentar el avance en la educación y el amor a las bellas artes”; un espacio que organizó cuidadosamente en su propia mansión, una parcela de unos 12 acres (cerca de 50.000 metros cuadrados) en la que actualmente tan solo se puede visitar el arboreto. Esta fundación tenía como objetivo enseñar a los estudiantes a observar la pintura desde un punto de vista crítico. Una labor que continuará en un futuro próximo en ambas sedes, según informan desde la nueva galería. "Hemos inaugurado el museo hace muy pocas semanas pero nuestro objetivo es que las clases comiencen cuanto antes. Se han instalado los pupitres en cada sala de la galería, como hizo Barnes. Además se han construido aulas nuevas con la última tecnología. El alma se mantiene pero nos hemos adaptado a los nuevos tiempos", explica una portavoz del museo.
Más de una década para recorrer tan solo seis millas (unos 10 kilómetros). Tras el fallecimiento de Barnes en un accidente de coche en 1951, su última voluntad ha sido tema central de debates fervientes entre aquellos que entienden que el arte es un bien de todos y la voluntad de un hombre que solo pidió que, tras su muerte, su fundación siguiera impartiendo clases y que las obras no se movieran de la mansión en Lower Merion. "Quiero que mi colección sea una escuela, no un museo", dejó especificado en su testamento. Tras su muerte, una de las profesoras más vocacionales con las que contaba la fundación, Violette Mazia, siguió las indicaciones de Barnes al pie de la letra. El problema surgió tras el fallecimiento de Mazia en 1988. Barnes, quien no tuvo descendencia, estableció que los poderes de la fundación recayeran en manos del rector de la Universidad Lincoln de Filadelfia.
Durante los años noventa, la fundación se vio inmersa en una crisis financiera. La organización, además, sufría de restricciones de infraestructura en Lower Merion. Las plazas de aparcamiento y el acceso al público eran limitados debido a la imposición legal de preservar el barrio. En 1992, después de una larga batalla legal, la fundación recibió la aprobación para enviar unas 80 obras de gira alrededor del mundo, hacer las reformas necesarias y acometer los trabajos requeridos para preservar las obras. Estas actividades no concordaban con la última voluntad de Barnes y despertaron la ira de los seguidores de este coleccionista. La historia completa se puede ver en el documental de 2009, The Art of Steal (El arte de robar).
En 2010, los comisarios de la Fundación Barnes solicitaron al tribunal del Condado de Montgomery un permiso para trasladar la galería a la ciudad de Filadelfia y realizar otros cambios en la administración de la misma. En su solicitud, la fundación declaró que el lugar de la galería en Lower Merion se había vuelto inapropiado para desempeñar correctamente las labores del organismo. Dos años después, la nueva localización ha abierto sus puertas.
La inauguración de la nueva Fundación Barnes ha tenido distinta acogida entre los ciudadanos de Filadelfia, mientras que unos la visitan encantados con asiduidad, otros mas escépticos piensan que no triunfará. Apuestas aparte, la colección, única en el mundo, es un fantástico paseo para aquellos que amen el arte. Pinturas, objetos decorativos y personales de Barnes están colocados en perfecta armonía. Un viaje de Merion a Filadelfia que ha durado más de una década que puede que por fin haya encontrado su destino. "Continuaremos con la misión de Barnes y sus programas educativos. Su espíritu -para muchos egocéntrico- permanecerá aquí para siempre", concluye la portavoz.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.