Manuel Iglesias, crítico e ideólogo de la nueva cocina
Premio Nacional de Gastronomía, era una voz ponderada entre la élite de chefs
El periodista, crítico y escritor canario Manuel Iglesias, premio Nacional de Gastronomía en 1997, falleció repentinamente, durante un viaje profesional a Málaga, el pasado miércoles. Su fallecimiento deja huérfana a la cocina española y, de un modo particular, a la de su tierra natal. Iglesias, nacido en la isla de El Hierro en 1950, fue uno de los grandes valedores de la gastronomía española y una voz ponderada en medio de las tensiones y el éxito.
Su nombre se asocia a la élite de expertos que pusieron en valor la cocina nacional, elevada a los altares, con el cambio de liderazgo encarnado por los chefs Ferran Adrià, Martín Berasategui, Juan Mari Arzak, Carlos Arguiñano y Santi Santamaría, entre otros. Era, en efecto, muy útil su perfil de hombre bueno de la crítica culinaria española en las disputas de egos que con frecuencia agita a este sector en tiempos de celebridad. Iglesias, una firma respetada en el mundo de la cocina por su ecuanimidad y prestigio (miembro de la Real Academia Española de Gastronomía y de The World’s 50 Best Restaurants Academy, de Londres), contribuyó, junto a otros críticos insulares, a desinhibir a la cocina canaria asignándole una clara identidad, de la que carecía a falta de un discurso propio, y el justo acento de sus valores, más allá de las papas arrugadas y el mojo picón.
Él, personalmente, dio un impulso sistemático, durante más de un cuarto de siglo, a esa empresa, cuyos frutos vio antes de morir: coordinaba el Plan de Gastronomía del Cabildo de Tenerife (iniciativa que compartía con José Carlos Marrero y José H. Chela, también desaparecido), y presidió los premios fundados por él mismo en Diario de Avisos. A este periódico, el decano de Canarias, del que era director adjunto e influyente columnista, se había incorporado en el año 1976 procedente de la histórica cabecera vespertina La Tarde, con Leopoldo Fernández de director.
La mirada de Iglesias se proyectaba, aunque discretamente de acuerdo con una timidez connatural, hacia Europa y, sobre todo, hacia América, donde había estrechado lazos con el chef peruano Gastón Acurio y era un documentado biógrafo de las cocinas regionales del Atlántico al Pacífico. Autor de varios libros del género y jurado de los más prestigiosos certámenes de cocina, dejó una abundante prosa gastronómica en publicaciones especializadas de las dos orillas.
Como muchos canarios, cultivaba una afinidad americanista, que le hizo enamorarse sucesivamente de Venezuela (deslumbrado por Uslar Pietri), Argentina, México y Chile, adonde viajaba como un vecino más de ese país. Amigo personal del expresidente venezolano Rafael Caldera, poseía la medalla Francisco de Miranda.
Carmelo Rivero es periodista.
Babelia
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