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Todo cuerpo y cabeza

Privilegiada fortaleza, pero también gran cerebro Es el retrato que se ha ganado a pulso uno de los actores más camaleónicos Tom Hardy vuelve con el estreno de ‘Batman’ y el rodaje de ‘Mad Max’

Tom Hardy en 'Warrior'
Tom Hardy en 'Warrior'Chuck Zlotnick

En un encuentro hace tres años no había quien callara a Tom Hardy. Estaba exultante. “Soy un tipo con suerte”, decía ufano con esa sonrisa de oreja a oreja que acentúa aún más su intensísima mirada. “Estoy viviendo mi sueño. Estoy sano, tengo un hijo maravilloso que va a cumplir dos años y alguien en quien apoyar mi cabeza con todo este éxito [la actriz Charlotte Riley]. Soy feliz, es un buen día y… ¡qué digo vivir mis sueños! Estoy viviendo una vida que supera el más loco de mis sueños”, contaba este británico de 34 años a su llegada a Hollywood por la puerta grande de la mano de Christopher Nolan y la película Origen. “Imagíname trabajando con Leonardo DiCaprio. Me pasé buena parte de mi juventud envidiándole y compadeciéndome porque mis novias estaban coladas por él”. Desde entonces, la intensidad de este camaleón que desaparece en todos sus papeles no ha disminuido. Ni su calidad como actor. Ni su éxito. Empezó el año con el estreno de Warrior, El topo y la desafortunada película de acción y romance Esto es la guerra. El mes pasado ha hecho el paseíllo por Cannes con Lawless y, sobre todo, este verano interpreta al personaje más intrigante de la saga más esperada del año, con ese Bane al que da cuerpo y forma en la tercera y última entrega del Batman de Nolan, El caballero oscuro: La leyenda renace. Todo esto antes de salir para Namibia a comenzar de una vez el rodaje del nuevo Mad Max de George Miller, esa franquicia en la que se hará cargo del personaje que inmortalizó Mel Gibson con una bellísima Charlize Theron a su lado. Un carrerón que en los últimos tres años ha venido acompañado de una sutil transformación. Sigue igual de guapo, igual de versátil, capaz de jugar con su peso, con su barba, con todo su tatuado cuerpo. Pero en algo ha cambiado radicalmente, y no lo oculta en su nuevo encuentro con la periodista. Se muestra cada vez más parco, más monosilábico, menos eufórico y más acosado por sus demonios. Esos que en su juventud estuvieron a punto de acabar no ya con su carrera, sino con su vida, y que teme que vuelvan, despertados por su fama sin límites. Son muchos los que le comparan con Marlon Brando o un joven Robert DeNiro por su intensidad y calidad de actor. También se parece a ellos en su evolución bajo el peso de la fama, a la que responden cerrándose en sí mismos.

“Tom es alguien especial, alguien que sabe poner su personaje en cada gesto, en cada uno de sus movimientos, en su físico, como solo saben hacerlo los grandes. Alguien que no teme parecerse a su personaje por dentro y por fuera, en lo físico y en lo psicológico”, le describe Nolan, el director que le abrió a Hardy las puertas de Hollywood. Venía enchufado por DiCaprio, que había visto al británico en la película independiente Bronson e insistió en que le contrataran para Origen. Hay que decir que Hardy se veía venir su posible transformación en este actor de actores que fuera de la pantalla se esconde detrás de gafas de sol, barba tupida y respuestas monosilábicas. Cuando todavía hablaba, no hace ni un año, cuando su nombre fue olvidado como candidato al Oscar por sus trabajos en Warrior y El topo, pero su trabajo era alabado por la profesión y la crítica, él mismo lo decía: “Yo, lo que estoy es muy agradecido de trabajar… Y de la calidad de las películas que me han ofrecido en 15 meses”, subrayaba con genuino agradecimiento. “Por eso seguiré yendo a terapia, porque tengo que mantener los pies en el suelo y ser el mejor padre, el mejor compañero y el mejor actor. Porque soy muy nuevo en Hollywood, aunque lleve trabajando más de 12 años. Y esta es una industria con un complicado engranaje donde, junto a su lado artístico y creativo, está ese otro frente llamado marketing de un actor, de una película, de una historia. Y tienes que encontrar el equilibrio perfecto para seguir avanzando y sobrevivir”.

En su vida real, hardy también ha mostrado muchas caras. Hasta el límite, como aquel día en el que despertó cubierto en vómito, sangre y al borde de la sobredosis en el Soho londinense. El bad boy se transformó en un hombre sobrio en 2003, a base de yoga, meditación, su Xbox 360 y “serias conversaciones con los mejores amigos”. También hay café, mucho, buenos alimentos, mucha homeopatía y “minimizar el estrés conociéndote bien”. Antes, el adolescente de clase media se había cansado de ser bueno. Su padre fue guionista y profesor universitario. Su madre, artista. Y él, un perfecto niñato que entraba y salía de la cárcel, hasta que cruzó la raya al robar un coche a punta de pistola. Se libró de una condena más seria porque su cómplice era hijo de un diplomático británico, según ha declarado en alguna ocasión. “Sin entrar en detalles, digamos que de los 12 a los 19 fui un chico malo, y me disculpo por ello”, comenta ahora al recordar un pasado que todavía le persigue cada vez que necesita un visado de trabajo en Estados Unidos, un calvario burocrático que se repite en cada rodaje. Su manera de rehabilitarse de las adicciones pasadas ha sido colocarse al frente de varias obras solidarias, que van desde la creación de Flack, revista para los sin techo en Cambridge, su apoyo a la lucha contra el cáncer de mama y el Prince’s Trust, que ayuda en Inglaterra a la juventud más desarraigada de los barrios pobres.

El resto de su historia la cuenta en su piel, tatuada hasta tal punto, que es la peor pesadilla de los maquilladores en un set. “El primero llegó a los 15. Un leprechaun (duende irlandés), en honor a mi abuela. Y porque me gustó su actitud peleona, con los puños levantados. A los 17 llegó el segundo, porque tienes que tener más de uno, y así hasta ahora, cuando me paso un mínimo de dos horas en la silla de maquillaje mientras los hacen desaparecer”. Ahí está el que conmemora su corto matrimonio con su primera esposa, Sarah Ward, y que reza Till I die SW (Hasta que yo muera, SW). O las palabras figlio mio bellissimo (mi bello hijo), que le cruzan el pecho en honor a Louis Thomas, fruto de su relación con su ex Rachel Speed. O el más sencillo, Charlotte, en su espalda, que le recuerda su promesa de amor a su futura esposa, Charlotte Riley, a la que conoció en el rodaje de Cumbres borrascosas. “Marco cada episodio de mi vida; será una buena lectura de lo que he vivido cuando ponga mis huesos a descansar”. También se deja la piel en su filmografía, una carrera muy guerrera que le ha llevado de Band of brothers a Black Hawk Dawn, pasando por los bajos fondos de RocknRolla, Layer Cake: Crimen organizado y ese Star Trek: Nemesis con el que en 2002 se hablaba de su posible estrellato, pero con el que se estrelló por culpa de su problema con las drogas.

Hardy dice haber aprendido (“incluso robado”) de los mejores: “Robert De Niro, Nick Nolte, Marlon Brando, Paul Newman, Meryl Streep, (Al) Pacino, (Dustin) Hoffman, Gene Hackman, Ed Harris, Gary Oldman”, dice de carrerilla. Pero a quien realmente admira y de quien busca admiración es su padre. “Soy actor porque es lo único en lo que soy bueno, donde soy capaz de concentrar mi atención”, explica como dedicatoria. A él le brinda todos sus trabajos, especialmente el que confirmará que ha nacido una estrella cuando se estrene El caballero oscuro: La leyenda renace. “Claro que es un reto. Es la misma presión que siente un piloto de pruebas cuando le dejan un nuevo aparato y tiene la responsabilidad de que no salga en llamas, pero a la vez tiene que probarlo al límite. Si echas un vistazo no te faltarán caras bonitas y buenos pectorales. Así que tengo la responsabilidad de hacerlo bien por todos esos que no consiguieron el papel”. Entra en terreno peligroso al hablar sin hablar de la nueva entrega de Batman, el secreto mejor guardado de Hollywood. En ella interpreta a Bane, un personaje que apareció por primera vez en los cómics de la DC en 1993 y que promete elevar el listón dejado por el fallecido Heath Ledger con su Joker de la entrega anterior. “Bane es todo fortaleza, pero también todo cerebro”, comenta Nolan con una descripción que también le valdría a Hardy.

Pero el verdadero sueño de este nuevo hombre duro de Hollywood apunta en otra dirección: “Tanto ganar peso y perder peso, dejarme la barba, afeitarme… La verdad es que lo que más me gustaría es interpretar un papel de los de estar por casa. O un musical. ¡Anda que no me gustaría cantar y bailar! Interpretar, por ejemplo, Guys & Dolls”.

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