Imágenes de una expatriada checa
Jitka Hanzlová confronta su visión del Este y y el Oeste en una restrospectiva de sus grandes series en Mapfre
Al poco de cumplir los 25 años, Jitka Hanzlová (Náchod, República Checa, 1958), decidió abandonar su país y pedir asilo político en la República Federal de Alemania. Era 1982 y el salto entre ambos mundos antagónicos, tan próximos en la geografía, pero tan distantes en todos los ámbitos, marcó el enfoque de toda su vida. Ella, que solo había conocido el comunismo y había vivido en los bosques de Bohemia, se encontró en la industrializada cuenca del Ruhr alemán, un mundo radicalmente diferente a lo que había conocido.
Seguro que el descubrimiento más importante que hizo en aquellos primeros momentos fue la existencia de la mirada individual. Cada persona era un mundo aparte de la colectividad. Sola en un país cuyo idioma desconocía, la fotografía se convirtió en un refugio para mirar a los otros. Aprendida la técnica en la Universidad de Essen, Jitka Hanzlová comenzó a realizar sus famosas series dedicadas a la gente de la calle, a las mujeres, a los bosques o a los caballos. Se desvincula del minimalismo fotográfico que en esos años predomina entre los fotógrafos alemanes y opta por dedicar toda su atención al individuo. La caída del Muro, primero y la Revolución de Terciopelo después, le permitieron volver a su país y haces sus creaciones más personales.
La Fundación Mapfre expone hasta el 2 de septiembre una antológica con 9 series, las más representativas y algunas inéditas armadas con 142 fotografías . Organizada en orden cronológico, la muestra arranca con Rokytník, la serie tomada entre 1990 y 1994 en el pueblo de la región de Bohemia en el que creció. Esas fotos hablan de su pasado, de su reencuentro con un mundo de olores, sonidos y colores que creía olvidados. Ella venía de un mundo industrial, hiperactivo y ruidoso y se encontró con que casi nada había cambiado. Así lo muestra la ropa de colorido pardo que seca sobre una pradera llena de cardos, el chico que duerme la siesta a la sombra, el cazador que vuelve con un ciervo agarrado por las patas o el niño pequeño sentado en un orinal que mira a la cámara mientras sujeta los pantalones cortos.
La serie Bewohner (Habitantes), firmada entre 1994 y 1996 y realizada en Essen, es todo lo opuesto al mundo rural. Una galería de personajes desarraigados sobreviven en la gran ciudad. Aquí, una flor de plástico parece ser la única compañía posible. En ese mismo aislamiento la serie Brixton, realizada en 2002 por encargo de Photographer´s Gallery para trabajar en el distrito londinense de Brixton, uno de los más violentos y marginales. Mujeres afrocaribeñas de tres generaciones diferentes van posando voluntariamente ante su cámara. Las miradas son dramáticas y desafiantes. Siempre de una tristeza profunda.
Retoma el mundo rural como protagonista en series como Forest (2000-2005), Here (1998-2010), Cotton Rose (2004-2006), donde muestra una visión sobre Japón carente de exotismos; Horses (2007), Flowers (2008) y There is something I don't know, la serie dedicada al retrato en la tradición del Renacimiento. Hombres y mujeres de todas las edades posan para ella según los cánones más ortodoxos del género. Las poses son estudiadas sin llegar a ser sofisticadas, pero lo que destaca aquí, como en el resto de su trabajo, es un permanente homenaje al ser humano
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