La iniciación del temible ‘gonzo’
Siempre he sentido prejuicios ante las etiquetas y he desconfiado de las modas. Consecuentemente, me costó esfuerzo acercarme a aquel género llamado Nuevo Periodismo que aparecía en todas las conversaciones pretendidamente ilustradas de gente culta y sofisticada. Pero aquello no respondía a un invento pasajero ni a la estratégica y abusiva promoción de una adornada y rompedora oquedad. Leías a Tom Wolfe, ese individuo tan preocupado por su apariencia (ay, sus impolutos y blancos trajecitos) y te deslumbraba su afilada y penetrante inteligencia, su elegante estilo, su mordacidad de primera clase.
Lo del Nuevo Periodismo se le quedaba corto al volcánico, kamikaze, genial y muy colgado Hunter S. Thompson, que decidió que lo que hacía era periodismo gonzo. Conectar con su alucinada escritura fue una experiencia memorable. La antología de reportajes y artículos titulada La gran caza del tiburón blanco, el retrato en Miedo y asco en Las Vegas (encuentro insoportable la adaptación al cine que hizo Terry Gilliam en la película que veneran todos los modernos) de un surrealista viaje habitado por la poliadicción y en compañía de su drogota abogado, o la crónica de su convivencia con los moteros feroces (que acabaría con la brutal paliza que estos le dan a Thompson, testigo de una violación colectiva, entre otras hazañas de los chicos duros) en Los ángeles del infierno son experiencias literarias que dejan poso y huella.
Johnny Depp debe identificarse con la personalidad de Hunter S. Thompson
Johnny Depp se sintió fascinado por la escritura y la personalidad de Thompson, consiguió el privilegio de que el legendario excéntrico, que vivía retirado en el campo dedicado a sus pasiones favoritas, las armas, las drogas y la velocidad de vértigo con motos y coches, le concediera su amistad, algo que también hizo el hosco y desdeñoso Marlon Brando. Thompson acabó volándose los sesos cuando decidió que su exuberante vaso vital y creativo estaba acabado. Depp descubrió en una de sus visitas el manuscrito de una novela inédita de Thompson. Se titulaba El diario del ron y contaba las sabrosas experiencias de un Thompson muy joven en un periódico de Puerto Rico.
Depp, que debe identificarse más de lo normal con la actitud y la personalidad de su difunto amigo, ha producido e interpretado Los diarios del ron. Supone un acto de amor hacia el complejo Thompson. También una película con alma, la descripción inteligente y sentida de un grupo de perdedores, curtidos o jóvenes, empapados de alcohol y desesperación resignada, inevitablemente solidarios, intentando sobrevivir cotidianamente al desastre, rodeados de pequeñas y grandes corrupciones, con el coraje suficiente para plantarle cara al poder en una batalla que saben perdida. Trabajan en un periódico en inminente ruina. El periodista joven, que además de enfrentarse cada mañana al temible resacón, sabe que tiene potencial para hablar de las personas y las cosas con voz propia y fuerza narrativa que le puede ser útil a la delicuencia urbanística, se codea adormeciendo la mala conciencia con los ricos y sus golosos privilegios, se enamora de la mujer que menos le conviene, mantiene sus códigos de solidaridad y de empatía con el lumpen periodístico. Llega la catarsis, la rebelión definitiva y para el resto de su existencia contra el orden corrupto que imponen los de arriba.
Esta película posee algunas de las sensaciones que más me conmueven en el cine y en la vida
Bruce Robinson ha escrito admirablemente el guion de Los diarios del ron y tambien la dirige. Personajes, situaciones y diálogos desprenden veracidad y talento. Y Johnny Depp aporta algo más que el protagonismo. La estrella es tan inteligente y tan generosa que ofrece un espacio de lujo a los excelentes personajes secundarios. Esta película posee algunas de las sensaciones que más me conmueven en el cine y en la vida. Imagino que Thompson habría agradecido el tributo que le ha hecho su amigo Johnny Depp. O no. Cuentan que era imprevisible y salvaje. Como su inolvidable escritura.
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