_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Traductores

David Trueba

Celebrar el Día del Trabajo en nuestras circunstancias es como irse a festejar el día del chuletón de buey a países en hambruna. Más allá de santificar las fiestas, lo que está sobrando en España es el piloto automático que rige la rivalidad política. La herencia recibida es el argumento de trifulca, como vimos en otro combate parlamentario y los mítines subsiguientes. La herencia es un logro de todos, que le pregunten si no a la alcaldesa de Madrid o al presidente valenciano. Así que, si ampliamos las palabras de Soraya Sáenz de Santamaría, diciendo que a ella le daría vergüenza de salir a la calle si fuera la responsable de la situación económica del país, algún ministro y alto cargo tendrían que llevar máscara.

Si hablamos de máscaras, la expresión inglesa masked aparecía en unas conclusiones del FMI sobre la deuda oculta de nuestros bancos. Pero los responsables de Hacienda en España la tradujeron, sobrados de eufemismo, como "dificultades para apreciar". Siguen empeñados en convencernos, desde que estalló la crisis financiera, de que los bancos españoles han sido ejemplares. Pero a juzgar por la preocupación de los aliados sería bueno premiar el comportamiento ejemplar de los ciudadanos españoles con unas ligeras gotas de sinceridad.

Algo de enmascarada tenía también Esperanza Aguirre en su arrollador triunfo dentro del partido en Madrid. Pese al vestuario caqui de girl scout y la apropiación, ya eterna, de la bandera española, el discurso estuvo lleno de citas a Benjamin Franklin y Thomas Jefferson. Ninguno de los dos subiría el precio del transporte popular para costear los desmanes de gasto de los gobiernos y sus caprichos que han enriquecido a los más cercanos, pero en esas versiones libres de los principios liberales andamos, escasos de traductores fieles. Jordi Évole nos mostró en un paseo demoledor por el Tribunal de Cuentas la escasa transparencia de la financiación de los partidos, pata coja de nuestro sistema. Es un consuelo oír afirmar al gobierno que las medidas improvisadas, todas negadas en su día desde la oposición, no les gustan, pero que no hay más remedio que aplicarlas. Claro que según los intérpretes de la política europea más fiables, la palabra remedio en estos días se traduce como enfermedad.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_