La belleza del Nueva York cotidiano
Llega a España por primera vez la poco conocida obra del fotógrafo Saul Leiter Pionero en el uso del color, retrató la Gran Manzana durante 20 años
Tal y como mandaba la tradición familiar, el joven Saul Leiter comenzó a estudiar teología para convertirse en un rabino. Sin embargo, dio un enorme disgusto a su padre cuando empezó a interesarse por la pintura y, para más inri, por la fotografía, un oficio que su progenitor consideraba de perdedores. Saul estaba decidido a ser fotógrafo porque, como dijo después: "No entiendo a la gente que se pasa la vida haciendo lo que no quiere hacer". Así que, con 23 años, Saul Leiter (1923, Pittsburgh, Pensilvania) se colgó una Leica al cuello, cogió una noche un autobús y se escapó a Nueva York para recorrer sus calles y retratar a sus habitantes. Leiter no lo hizo de la manera entonces habitual, sino que empleó el color y tiñó sus imágenes de seres borrosos y sombras en perspectivas inhabituales. Este fotógrafo empleó el color en una época, comienzos de los cincuenta, en la que lo artístico era fotografiar en blanco y negro. El color tenía una connotación comercial, se utilizaba para la publicidad y la moda. Faltaba en la fotografía.
Ahora por primera vez pueden verse en España 89 de esas imágenes en color y en blanco y negro –realizadas entre 1947 y 1960– en la muestra Una búsqueda de la belleza, en la sala de exposiciones de San Benito, en Valladolid. La comisaria de la exposición, la italiana Enrica Vigano, explica por teléfono que Leiter "buscó la belleza de Nueva York en lugares prosaicos, en lo cotidiano". En su sorprendente obra, expuesta en el MoMA en 1953, escogió el color porque, como declaró en una ocasión, "la historia del arte es la historia del color". Sin embargo, como no siempre le satisfacían los tonos que conseguía, demasiado saturados porque las diapositivas eran aún muy imperfectas, "experimentó utilizando películas caducadas". "Un revolucionario", define la comisaria —propietaria en Milán de la pequeña editorial de fotografía Admira—, a quien dedicó 20 años de su vida a fotografiar la Gran Manzana.
Poco antes de su obra neoyorquina, Leiter había vivido "una iluminación" cuando asistió a una muestra de Henri Cartier-Bresson. Pero mientras el maestro francés definía su arte como la captura del instante decisivo, Leiter hablaba de “instantes de lo inacabado”. “Una blasfemia para la época”, subraya Vigano.
Para la comisaria de la exposición, se trata de un tipo de foto 'sucia', "con sus elementos desordenados"
Las fotos del estadounidense, que podrán contemplarse hasta el 8 de julio en la capital castellano-leonesa, huyen de retratar un Nueva York bello, "sino el caos". Por eso en sus instantáneas vemos lo que Vigano llama "obstáculos". Son cristales, marcos, la nieve o la lluvia, que configuran una foto sucia, "con sus elementos desordenados y en las que se pide al observador que se involucre. Su mensaje, por lo tanto, no es inmediato". Para esta organizadora de exposiciones y coleccionista, "se trata de una fotografía intrigante". "Me gusta cuando no sabemos lo que estamos mirando pero de repente descubrimos lo que hay".
Ese estilo de fotografiar tan "extraño" y su carácter de ermitaño convirtieron a Leiter en un tipo aislado y al que la crítica ninguneó. "Pasé gran parte de mi vida ignorado, pero fui feliz así porque pude aprender a ver lo que otros no veían", señaló. "Él no buscaba el éxito, sino hacer lo que le daba la gana", añade Vigano. Por eso Leiter quedó fuera del mercado y sus amigos tuvieron que ayudarle económicamente porque no podía ni pagar sus deudas. Hasta que empezó a trabajar para publicaciones como Harper’s Bazaar o Esquire. Entonces se convirtió en fotógrafo de moda –también Elle, British Vogue– y ese fue su medio de vida 30 años, hasta 1980.
Sus fotos del Nueva York callejero permanecieron ocultas hasta que en 1993 la galería Howard Geenberg lo redescubrió con una exposición. Le llegó el éxito del que siempre ha huido este hombre que detesta alardear. "No tengo talento para el narcisismo", dijo en una entrevista hace tres años.
Hoy, con 88 años, "está bien físicamente y muy lúcido", añade Vigano, pero lamentablemente no quiere saber nada de entrevistas ni de periodistas. Él solo dice: "Dejadme en paz". Vive en su apartamento neoyorquino rodeado de libros, fotos, lienzos, periódicos… pero no es un nostálgico, con su edad sigue haciendo fotos, aunque ahora con pequeñas cámaras digitales.
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