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CRÍTICA | 'LOS INFIELES'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Testosterona y cornamenta

Jean Dujardin y Gilles Lellouche, una vez en la cima del nuevo star system francés tras sus productivas complicidades con Michel Hazanavicius y Fred Cavayé, se han querido dar el gusto de sucumbir al sueño mitómano de sentirse, un poco, los Vittorio Gassman y Alberto Sordi del cine de multisalas. El resultado es Los infieles, una película que muscula el viejo formato de la comedia (a la italiana) de sketches y les proporciona la oportunidad de desplegar su versatilidad interpretativa: cada uno de ellos encarna a cinco personajes distintos en un mosaico de siete relatos, firmados por otros tantos realizadores. Dujardin y Lellouche se reservan la dirección a cuatro manos de un epílogo algo pirotécnico y previsible, ambientado en Las Vegas, que lleva el prólogo de Fred Cavayé a su conclusión natural, ya sugerida en los primeros minutos del metraje.

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El banquete que, pese a lo monotemático se quiere postular como variado, oscila entre la microviñeta de humor negrísimo a lo Vuillemin —la secuencia del columpio sadomaso— y ese tipo de sátira costumbrista que tan bien le salía al Gerard Lauzier historietista en la época de sus Cosas de la vida —el grupo de terapia—. Los infieles muestra a un Hazanavicius bastante desvalido cuando no tiene ejercicio de estilo tras el que parapetarse: su comedia del patetismo y la crueldad, alrededor de un adicto sexual en un seminario hotelero, delata a un cineasta con grave déficit de identidad.

LOS INFIELES

Dirección: Fred Cavayé, Jean Dujardin, Michael Hazanavicius y otros. Intérpretes: Gilles Lelouche, Jean Dujardin, Guillaume Canet. Género: comedia. Francia, 2012. Duración: 109 minutos.

Resulta significativo que, en un conjunto testosterónico donde se celebran los mismos arquetipos que, sobre el papel, se pretende desarticular, la aislada aportación con cierto conocimiento de la complejidad humana venga firmada por la única directora convocada a esta fiesta de chicos y para chicos: Emmanuelle Bercot eleva el nivel con La pregunta, un relato que podría haber sido un descarte de El libro de los amores ridículos, de Kundera, donde Alexandra Lamy, esposa en la vida real de Dujardin, da el do de pecho de la función. 

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