A puñetazo limpio con la pintura
El pintor catalán Xavier Gonzalez d'Ègara expone en Londres una colección de obras inspiradas en grandes himnos de la música electrónica
Antes de acostarse, se plantó en el zoo de Londres y pasó ahí el día viendo animales encerrados. Algo en todo aquello no debió convencerle, porque intentando comunicarse con uno de los gorilas (sí, golpeando el cristal) acabó seriamente enemistado con una cuidadora y expulsado por los guardias de seguridad. Horas antes le había sucedido algo parecido.
El artista Xavier Gonzalez d'Ègara (Terrassa, 1980) tiene un particular y estricto sentido de la libertad y, últimamente, también la costumbre de pintar con fuego y puñetazos. La larga noche antes a esta romería zoológica, algo que él consideró un homenaje al espíritu del techno, había inaugurado en la londinense Imitate Modern la exposición (hasta el 11 de abril) Las tres estaciones. Una colección entre la pintura tradicional, lo matérico y lo escultórico basada en 18 temas de música electrónica de Carl Craig, Nathan Fake, Oscar Mulero o Richie Hawtin. Una muestra en la que acabó pintando en directo sobre una placa de metacrilato retroiluminada con la que se lió a mamporros y destruyó ante la mirada estupefacta de su galerista —que esperaba venderla— y un selecto público que, hasta ese momento, disfrutaba de aquella especie de bestia en cautividad haciendo monerías. Hasta que el artefacto voló en mil pedazos y él levantó los puños ensangrentados, claro.
González, afincado ahora en Berlín —en los últimos tiempos ha expuesto en diferentes galerías europeas y colaborado con la Fura dels Baus— pasó un mes seguido sin salir de su taller alimentándose de café y bollería industrial para preparar sus Tres estaciones. Durmiendo solo cuando se quedaba dormido (dice que dos horas de cada 24) y trabajando como un herrero en los milimétricos detalles de cada cuadro el resto del tiempo. Al fin, cuando los transportistas llegaron para llevarse la obra a Londres, se lo encontraron amarillo y desmayado en el suelo. “Si no hubiera hecho eso, no habría terminado en un solo mes. Y además, en un año tampoco hubiera salido igual”, dice aludiendo a la constancia como madre de todas las victorias.
De aquel atentado contra su salud surgió este emocionante paisaje en 18 actos sobre interminables noches en clubes de techno de Europa y su banda sonora. Un ambiente poco dado a la conversación artística, ya se sabe. “En mi generación, si te pones a hablar de según qué cosas eres un pedante. Tenía ese conflicto de incomunicación y quería demostrar que Rilke y Dj Rolando comparten puntos de unión”, señala respecto a la pintura que le dedicó a Knights of the Jaguar acompañada del poema de La pantera del poeta checo. Música y pintura comparten cierto grado de abstracción que las identifica. “Al final, también las une una mirada sinestésica que permite atribuir color al sonido”, opina González.
Lo de las tres estaciones, cuenta, es una forma de sostener que estamos perdiendo. Derrotados de antemano. “Perdiendo el mundo, la naturaleza y nuestra guerra en general”. Los idiotas están ganando, que diría James Holden. También es un guiño a Hölderlin, que pasó 35 años apartado del hombre para proteger su pureza. En su retiro, el poeta recibió de una de sus mecenas un piano al que arrancó todas las teclas menos tres. “Hay varias lecturas de eso, como la de la santísima trinidad. Mejor tocar bien esas tres notas básicas que hacer chapuzas. Casi podríamos decir que fue el primer minimalista de la historia. En fin, quiero decir que solo puedes ganar si eres consciente de la pérdida. Que Hölderlin no estaba loco, solo incomunicado por los suyos". Y de ahí, en parte, los cuadros Orange y Spastik de Hawtin y Plastikman de la colección.
La primera estación también es elegir la canción, la segunda pintarla y la tercera dejar que genere en el receptor un determinado efecto. “La música es algo que no termina nunca y que, en realidad, solo existe en quien la recibe. Me divertía poder generar una tercera dimensión en el espectador donde yo no participara”. Algo así como golpear la jaula de un gorila de espalda plateada y esperar a ver qué pasa.
Babelia
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