Analizar los posos del pasado para vislumbrar el futuro
Chris Greenspan encabeza el cartel del festival de electrónica ECO
El californiano Chris Dexter Greenspan se compró un día un sencillo programa llamado Edit Pro y empezó a remezclar temas de otros que le gustaban. Sonaba bien, pero no tenía sello ni voluntad comercial. Así que durante mucho tiempo regaló sus producciones en Internet. Al poco puso en circulación una edición limitada de su primer trabajo. Le puso el mismo nombre que al grupo: oOoOO. “Es algo que se me ocurrió cuando estaba subiendo los primeros temas a la Red. Nunca me han gustado los nombres de las bandas y no quería uno. Pero tampoco quería usar el mío, buscaba algo que representase el anonimato”, explica desde San Francisco. El nombre, dice, puede pronunciarse como “oh”.
Su sonido lento, espectral y electrónico procede en parte de la corriente del hip-hop ralentizado que inició el malogrado DJ Screw en Houston hace 20 años basada, en parte, en el abuso de jarabe de codeína. “En realidad a mí me interesaba más el rap comercial de Houston que vino luego. Mike Jones, Slim Thug, Swisha House. También me influyó bastante el sonido de Memphis”, señala Greenspan, uno de los cabezas de cartel del festival de electrónica ECO, que se celebra desde hoy en Matadero Madrid.
Una revisión de aquello, como tantas otras (“Las cosas cambian rápido y a veces no hay tiempo de analizarlas mientras pasan”, justifica), se puso de moda hace un año bajo la etiqueta comercial de witch house o drag. Etiquetas que aludían al componente oscuro y gótico de su música, algo de lo que todos sus protagonistas reniegan hoy. Grupos como Salem, White Ring, Balam Acab o Holy Other, muchos también bajo el paraguas del sello de Brooklyn Tri Angle, florecieron en una suerte de euforia colectiva que se ha normalizado ya. En realidad, ha permanecido un cierto sentido espiritual de la música, una visita al pasado vestidos con el uniforme del futuro.
“El género es algo cada vez más irrelevante. La cultura está hoy más mezclada. Es increíble que todavía haya gente que intente segregar las cosas. Me parece muy conservador y limitado. Pero supongo que les resulta muy cómodo categorizar: la confusión de la realidad es más digerible. Yo prefiero evitar esos componentes y centrarme en la actitud y la emoción, ver si soy capaz de hacer algo nuevo e inesperado. Prefiero analizar si dos canciones comparten un estado de ánimo, que discutir si son rap o folk”.
Su sonido lento, espectral y electrónico, procede en parte de la corriente del hip-hop ralentizado que inició el malogrado Dj Screw
Greenspan practica activamente esa demolición de fronteras entre géneros. Su música nace de un recóndito submundo sin iluminar, pero varias veces ha elogiado sin pudor trabajos de Christina Aguilera o Britney Spears. De hecho, quizá con cierta ironía, su sello lanzó un álbum tributo al ángel caído del pop con aroma a Mickey Mouse: Lindsay Lohan.
“Me gustan las melodías accesibles combinadas con algo más complejo. Disfruto mezclando el placer de lo banal con la dificultad. ¿Pop? Últimamente no le he prestado mucha atención, entre 2007 y 2010 hubo una gran explosión de ese tipo de sonidos, pero me he tragado todo Eurovisión. Me gustó esa cantante de Azerbaiyán [se refiere al dúo Ell y Niki, que ganó en 2011]”, explica Greenspan, que en abril lanzará un EP que ha compuesto durante las esperas en estaciones de tren y aeropuertos y en el que ha incorporado como vocalista a Butterclock. Hoy se subirá con ella al escenario de Eco, en Matadero Madrid.
Brotes verdes en la escena madrileña
Por algún motivo, Madrid es un territorio gafado para certámenes musicales con una idea más avanzada que la de “coge el dinero y corre”. Más, si se trata de propuestas de medio formato y una apuesta artística tan arriesgada. ECO, la síntesis de ambas contraindicaciones para un negocio fiable, desembarca hoy con valentía en la Nave de la Música de Matadero Madrid. Si a eso añades que el festival solo se celebra durante el día (eludiendo la venta fácil de entradas de una noche de fiesta con djs), el mérito todavía es mayor. “Si ves lo que ha ido sucediendo en Madrid en los 10 últimos años, de pequeñas actividades a festivales menos mediáticos, pensábamos que había espacio para algo así”, explica Abraham Rivera, uno de los comisarios del festival. Su tamaño permite un grado de contacto con los artistas insólito en un evento musical. “Queríamos un festival cercano, para 500 o 700 personas donde se pudiera estar a gusto y la gente pudiera relacionarse con los artistas. La parte artística y audiovisual también nos parece fundamental”. Cada día del festival se dedica a un estilo diferente, aunque el espectro de matices permitirá ver a artistas que en realidad no tienen nada que ver. Pasarán por ECO Andy Stott con sus brumas techno; BNJMN, con su evolución británica del house; el minimalismo de A Winged Victory for the Sullen, la crudeza de Rrose o la experimentación de Stephan Mathieu y Caro Mikalef. Una propuesta, en suma, nada comercial perfecta para tomar ir tomando nota. “Todos los grupos son accesibles en Internet. Son sellos de los que mucha gente está hablando, como 100% Silk, que hace una reinterpretación del house de los 90. Podríamos decir que son los brotes de la escena”.
Babelia
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