Dos comedias primaverales
En 'El tipo de la tumba de al lado' (Teatro Lara) brilla el tándem Maribel Verdú-Antonio Molero 'El manual de la buena esposa' (Teatro Goya) lo protagonizan Llum Barrera, Natalia Hernández y Mariola Fuentes
1. Esta semana, loados sean los cielos, he disfrutado de dos comedias: a ratos de sus textos pero muy especialmente de sus puestas, muy hábiles, imaginativas y ceñidas, y de la alegría que me han deparado sus estupendos intérpretes. La primera es El tipo de la tumba de al lado, que podría calificarse de “comedia amable”, calificativo que algunos consideran denigratorio, esto es, poco profunda, banal, acomodaticia, y, sentencia inapelable, “comercial”. Comercial desde luego lo es, porque tuvo un gran éxito en Francia y parece que también lo está obteniendo en el barcelonés teatro Goya.
El texto está basado en una novela de la autora sueca Katarina Mazetti, adaptado a la escena por el actor Alain Ganas y aquí vertido al castellano por José María Pou, que también firma la dirección. El tipo de la tumba de al lado pertenece a ese negociado que podríamos llamar “pareja de opuestos” y que, en su faceta sentimental, ha dado títulos como Flor de cactus, La gatita y el búho, Una chica en mi sopa y un largo etcétera. Laura (Maribel Verdú), una bibliotecaria viuda, y Pablo (Antonio Molero), un granjero solitario y desnortado por la muerte de su madre, se encuentran en un cementerio, ante las sepulturas de sus respectivos deudos. La atracción tarda en llegar, pero llega, como está mandado. Y con ella, los problemas imaginables.
En ‘El tipo de la tumba…’ todo funciona, todo está en su punto: las réplicas, los movimientos en el espacio desnudo y alegre, las luces, el buen gusto de la música
Pese a su previsibilidad y escaso poso, la comedia acaba atrapando porque está bien observada y dialogada y retrata con afecto a sus protagonistas. El perfil de Laura es algo más áspero, y su obsesión sexual un tanto excesiva: parece que lleve mil años sin gozar y tan solo hace cinco meses de la muerte de su esposo. Se diría, pues, un artificio buscado para lograr efectos cómicos, cercano al cliché revisteril de las viudas ardientes. Imposible no adorar, en cambio, al personaje de Pablo: se comprende que el actor/adaptador francés lo construyera, ya desde el título, para su lucimiento. Verdú y Molero estaban formidables en Un dios salvaje, de Yasmina Reza, y era solo cuestión de tiempo que volvieran a juntarse en un nuevo espectáculo. Ella juega muy bien con sus bazas habituales: seducción, naturalidad, preciosa voz. A ratos, para mi gusto (única pega), corre demasiado. Él, que parece haber bebido en las más luminosas aguas de Landa y Gutiérrez Caba, se acaba llevando la función. José María Pou se la ha colocado de perlas a ambos, en una puesta minuciosa e invisible, marca de la casa. Todo funciona, todo está en su punto: las réplicas, los movimientos en el espacio desnudo y alegre (colina con césped, ciclorama de nubes) levantado por Ana Garay; las luces de Albert Faura, que marcan con gran sutileza interiores y exteriores; el buen gusto de la música, evidenciado en las pinceladas de Mayer Hawthorne y el Somewhere final, en versión de Tom Waits. Solo cabría pedir que la próxima vez Pou nos ofrezca una pieza con algo más de calado, en su línea habitual.
2. Ha prorrogado en el Lara El manual de la buena esposa, una colección de sketches sobre el adoctrinamiento femenino durante el franquismo, que podría hacer pensar en una secuela de aquel exitoso Florido Pensil de hará casi tres lustros pero que centuplica su potencia por el mayor mordiente de sus textos (no todos, lástima) y el superlativo trabajo de sus tres intérpretes, fantásticamente dirigidas por Quino Falero, que convierten el escenario de la Corredera en una auténtica fiesta.
Natalia Hernández me viene deslumbrando desde sus trabajos en el Clásico y en la compañía de Alfredo Sanzol. Su versatilidad y su gracia son apabullantes e incluso llegan a lo parapsicológico: tanto en Elogio de la aguja como en Deslices de flecha es como si la hubiera poseído el espíritu de Josita Hernán en La tonta del bote (con un trasluz de Luisita Esteso, y no me remonto a Loreto Prado porque de ella no hay huella en YouTube). Llum Barrera, otra monstrua, ha encontrado aquí por fin una panoplia a la medida de su enorme talento de cómica: la niña pobre de Amiguitas, la folclórica que se niega a cantar una versión “nacional” de Échale guindas al pavo, la fascista campechana de Nazis desnudas, la niña enloquecida por Ringo Starr en All you need is love, y su hilarante karaoke de Massiel en Queridas amigas son momentos irresistibles. Mariola Fuentes, que se reveló hará unos años en cine de la mano de Miguel Albaladejo, es otra actriz de fuste y poderío que aquí se desliza un poco hacia una comicidad algo monocorde, quizás porque la mayoría de sus roles son de la cuerda marimandona, con la cota de la carlista enfurecida de Nazis desnudas, contrapesada por el personaje de la novia ingenua de La buena esposa.
En lo alto del hit parade de los trece episodios yo colocaría el ya citado Nazis desnudas, de Alfredo Sanzol, aparentemente leve pero férreamente construido (cuando piensas que ya se ha agotado llega un nuevo giro) y con el toque inequívoco de su autor: hacer que sus personajes parezcan “de la familia”, con actitudes, modismos y biografías instantáneamente reconocibles. Seguirían Amiguitas, de Anna Costa; All you need is love, de Juan Carlos Rubio, y Queridas amigas, de Miguel del Arco, episodio lastrado por un punto de didactismo y porque la dirección no saca suficiente partido, creo, de su parte más loca. Como broche de oro llega el sorprendente Coros y danzas, de Yolanda García Serrano, que basa su comicidad en su inesperado lenguaje (a medias entre el ruralismo y el más puro camelo), a caballo entre Muchachada Nui y las gozosas arqueologías de los gerundenses Teatre de Guerrilla. El Lara se viene abajo con estas tres gigantas, que además cantan y bailan (y tocan las castañuelas) estupendamente: alguien debería correr a escribirles una nueva obra a su medida, como hicieron Daulte y Sanzol con las T de Teatre. Otra recomendación, de la que les hablaré la próxima semana: Elling, la conmovedora comedia que protagonizan los formidables Carmelo Gómez y Javier Gutiérrez en el Galileo, a las órdenes de Andrés Lima.
El tipo de la tumba de al lado, de Katarina Mazetti. Adaptación escénica de Alain Ganas. Dirección de Josep Maria Pou. Teatre Goya. Barcelona. Hasta el 9 de abril. www.teatregoya.cat.
El manual de la buena esposa. Textos de Miguel del Arco, Yolanda García Serrano, Verónica Fernández, Ana R. Costa, Juan Carlos Rubio y Alfredo Sanzol. Dirección de Quino Falero. Teatro Lara. Madrid. www.teatrolara.com.
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