La historia truncada de un robo de arte
Así recuperó la Guardia Civil un lienzo de Cross sustraído en Bélgica
Seis hombres y una mujer esperaban a Javi. Aguardaban en silencio, apretujados en una mesa de una cafetería de Barcelona. “Macho, ¿qué hacéis aquí todos?”, les soltó al verles. Javi pensaba encontrar solo a Tektas, el jefe de la banda de ladrones. Se había comprometido a enseñarle los tres millones que le pedían por La Maison Rose, del pintor impresionista francés Henri-Edmond Cross. Tektas y los suyos lo habían robado pistola en mano de un museo belga. Entonces ni se olían que Javi era en realidad un guardia civil que estaba a un paso de detenerles.
Ocurrió el 23 de abril de 2002, pero el caso se juzgó hace dos semanas en Barcelona. Acusación y defensa pactaron un año de cárcel para dos intermediarios, Luis y Haiko. El resto cumple prisión en Bélgica. Javi, en realidad, es el sargento Charly, y recuerda al dedillo aquella historia de cómo recuperó un cuadro valorado en 500.000 euros.
Empezó con la llamada de un confidente, al que le ofrecían un lienzo por tres millones. La Guardia Civil indagó, hasta dar con el museo donde se exhibía la obra.
“Precisamente, esta mañana al entrar, me he quedado un rato admirándolo”, les tranquilizó la directora del Musée du Cinquantenaire. Caso cerrado, pensaron. Pero una hora después, Charly recibió otra llamada. Era su coronel: “¡¿Qué habéis hecho?! ¡Me acaba de llamar el director general de la policía, que a su vez le ha llamado el embajador belga! ¡Dicen que han robado un cuadro esta mañana a punta de pistola y que la Guardia Civil sabía que lo iban a robar!”.
La cosa se convirtió en cuestión de Estado. Charly, que entonces tenía 32 años, llamó a su confidente y organizaron una cita con los vendedores para recuperar el cuadro. Sería Javi, representante de un acaudalado ruso, que no pide certificados de autenticidad, conduciría un Audi (incautado a un narco).
En tres citas en bares de Tarragona, interpretó su personaje con Luis, un español de 46 años, que parecía de una banda “que roba en una gasolinera”, con Haiko, un belga “alto y frío”, y con Marc, otro belga. No tenían el cuadro, pero conocían a los ladrones. Una semana de negociaciones después, llegaron en autobús a la Estación del Norte de Barcelona los ladrones del cuadro: tres hombres de origen turco y una mujer que empujaba un carrito de bebé. Supuestamente traían el lienzo para venderlo.
Al día siguiente, Haiko llevó a Javi hasta una masía, en medio de la montaña. Los de seguimiento les perdieron. Javi estaba solo en esa casa, en medio del campo, con tres turcos, “con muy mala pinta”. Tektas, el jefe, le gritaba que quería el dinero. Se temió lo peor, pero al menos comprobó que tenían el cuadro: La Maison Rose, de 38 por 46 centímetros, había viajado en una bolsa del plástico, en un carrito del bebé.
Se citaron al día siguiente en una cafetería. Javi le enseñaría ahora el dinero a Tektas. Pero se presentaron todos: Luis, Haiko, Marc y los cuatro turcos. “Ya nadie se fiaba de nadie”. Aun así, el agente camuflado les convenció de que no podían ir en tropel al banco, donde le recibió con agasajos el cómplice director de la entidad. En la cámara de seguridad, mostró a Tektas un maletín con tres millones de euros.
Ya solo quedaba que un perito (otro guardia civil) comprobase al día siguiente la autenticidad del cuadro y el dinero sería suyo, le dijo. Esta vez quedaron en un lujoso hotel. Una furgoneta camuflada de la Guardia Civil aguardaba en el aparcamiento, delante del coche de Tektas. Javi se subió en su Audi. Tektas metió La Maison Rose en el maletero de su coche.Él creía que iban al banco a cobrar. Pero en ese momento le saltaron encima los agentes. Al resto les detuvieron en la calle.
La directora del museo viajó a España a recoger La Maison Rose. “¡La invitamos a una paella”, sonríe el sargento. Ella le regaló una litografía del cuadro, que luce en su despacho. También ganó una medalla de plata a la mejor interpretación.
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