Entre Malick y Medem
La directora zaragozana Paula Ortiz debuta con ‘De tu ventana a la mía’, una apuesta sensorial y poética
Existen varias maneras de enfrentarse a un debut cinematográfico: o vas a por tu público o vas a por todo el público. En realidad, también podría jugarse a dualidades cinematográficas si el creador apuesta por una estructura narrativa o poética. Paula Ortiz (Zaragoza, 1979) ha ido a por su público (lo que no quiere decir que ruede para un puñado de amigos) y apuesta directamente por un tono cercano a la forma de concebir el cine de Terrence Malick o Julio Medem con su De tu ventana a la mía. “Yo quiero que mi cine llegue a la gente. Debo trabajar en positivo. Una novela, un guion, una obra de teatro son siempre un acto de comunicación, y por tanto debes pensar siempre en el público que la va a recibir y en cómo la va a recibir. Cuando estoy dirigiendo un plano, siempre pienso en tres niveles, y si no cubro uno no paso al siguiente: el primero es si se entiende, si cuenta todo lo que tiene que contar, porque a veces no es tan sencillo narrar una historia; segundo, si es lo suficientemente intenso, y en el tercero compruebo si estéticamente está todo en su sitio. Pero hay que seguir los pasos en este orden”. En ‘De tu ventana a la mía’ Ortiz ha sabido hacerlo, o al menos así se lo ha reconocido la candidatura al Goya a la dirección novel y el premio Pilar Miró a mejor joven realizador en la Seminci. Las tres historias –sobre tres mujeres en tres épocas muy distintas del siglo XX español- son “un viaje emocional”, “un caleidoscopio de experiencias femeninas de amor, de dolor, de esperanza”.
La directora habla pausado, da la sensación de haber hecho muchas entrevistas y a vez mira directamente al interlocutor, como si fuera la primera vez que describiera “este canto a la belleza contra la esperanza, hecho desde la vivencia puramente sensorial, necesito que el público respire al lado de ellas. Y que nos ahoguemos con ellas en el paisaje, viven aprisionadas por el espacio que les rodea: por la ciudad angustiosa, por el desierto más árido o por la vegetación más frondosa. De ahí los materiales que aparecen: decadencias, sequedades, vientos, humedades, plantas…”. Lo que le llevó a rodar en Las Bardenas Reales, un sitio que ya ha devorado otros proyectos fílmicos (¿verdad, Terry Gilliam?). “El viento casi nos hunde la filmación, en algún momento temí ser otro de esos naufragios”.
Si algo tiene De tu ventana a la mía es la demostración de que un escenario no tiene por qué ser cerrado para aplastar a sus habitantes. “Sí, y además el trío vive oprimido en muy diferentes condiciones socioeconómicas. Luisa está en una ciudad que está agrietándose para renacer, Inés no posee de nada y Violeta vive asfixiada por lo que la quieren”. El juego estaba buscado, meditado, armado. Y en buen ejemplo de humildad, Ortiz descubrió que no acababa de funcionar como ella quería: tras sus pases en certámenes como el de Seminci o la muestra de mujeres de Cuenca, decidió pulir aún más el filme y recortarlo. “La apuesta narrativa y estética es tan delicada que podía perderse”. Rodrigo Cortés lo hace habitualmente, Ortiz defiende que efectivamente no es un drama. “Para nada, y he logrado con ello que funcione muchísimo mejor, porque yo misma intuía que en algún momento chirriaba”.
Entre Terrence Malick y Julio Medem. A la cineasta le gusta esa comparación. “Buceo en mundos secretos, en partes de la consciencia que te empujan a alejarte de la narrativa más común y prefabricada. Hay gente que le gusta, y a otros se les hace más complicado. Me fascina Malick, me fascinó ‘Días de cielo’, con cómo cuenta lo no dicho. Para los tiempos y los convierte en poéticos. Los griegos hablaban de esos dos tiempos: el ‘cronos’ narrativo y el kairós, el del instante. Malick sobre todo cuando no intenta ser trascendental, porque es cuando realmente trasciende: las colinas de La delgada línea roja, la infancia en El árbol de la vida…”. Es el momento de ver si a Medem le ha salido una contendiente de altura.
Babelia
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