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CINE

La nueva musa europea

Léa Seydoux se ha convertido en el nuevo ariete europeo que abre brecha en Hollywood La francesa es dulce, escéptica, seductora, portada de muchas revistas y una actriz solvente

Léa Seydoux en la última Berlinale
Léa Seydoux en la última BerlinaleMORRIS MAC MATZEN (REUTERS)

Léa Seydoux no está muy fina: el riguroso frío de Berlín le ha pasado factura a su garganta y la deliciosa voz de la francesa ha dado paso a un tono gargolesco que la actriz se toma a guasa: “Esto es lo que pasa por salir con un vestidito a pasear a diez bajo cero, y todo para promocionar una película”, ríe Seydoux antes de que el periodista le ofrezca un pañuelo de papel.

La actriz y modelo (aunque después aclarará que no le gusta nada lo de “modelo”) está acurrucada en el sillón de una habitación del hotel Hyatt; a su lado se sienta otra mujer, que podría parecer su publicista o su agente, pero que en realidad es su traductora: Seydoux aún no se siente lo suficientemente cómoda en inglés como para ponerse delante de los leones sin algo de apoyo.

Tan solo 24 horas antes de su encuentro con El País Semanal en la ciudad alemana, la francesa estaba presentando en la Berlinale su última película, Adiós a la reina, del realizador Benoît Jacquot, donde ejerce de cortesana en los convulsos tiempos de María Antonieta y que protagoniza junto a un peso pesado como Diane Kruger.

El año 2011 fue para Seydoux el mejor de su joven carrera: cuatro películas y un corto. De las películas, una con Woody Allen (Midnight in Paris) y un megataquillazo de los que hacen época (Misión imposible: protocolo fantasma). Con ese hatillo a sus espaldas, no es extraño que sus paisanos la consideren la gran esperanza nacional, el perfecto ariete para abrir brecha al otro lado del Atlántico. Seydoux, grandes ojos azules, melena en franca rebeldía, sonrisa de matices (de la que puede ser infinitamente buena o terriblemente mala), se carcajea cuando asoma el tema: “He tenido mucha suerte, también es cierto que he trabajado muchísimo para llegar donde estoy, pero hay muchas actrices que lo dan todo en su trabajo y luego no tienen suerte”. Insistimos, ¿cuándo decidió Léa Seydoux que quería ser actriz? “Pues muy pronto. Cuando todos querían ser abogados o profesores o famosos [risas], yo ya quería ser actriz”.

Seydoux junto a Diane Kruger en 'Adiós a la reina', presentada en la Berlinale.
Seydoux junto a Diane Kruger en 'Adiós a la reina', presentada en la Berlinale.

La actriz parece relajada y no tiene inconveniente en especificar que su adolescencia no fue tan bonita como cabría pensar: “Digamos que yo no me vestía demasiado bien y los niños pueden ser muy crueles. Hasta los 12 años no pararon de meterse conmigo porque no les gustaba mi aspecto. La verdad es que me vestía de un modo un poco siniestro… me gritaban que estaba llena de piojos y cosas por el estilo, cosas que a una niña le pueden llegar a herir profundamente. Un día decidí que quería vestirme bien, que tenía que cuidarme mucho más. De repente, todos esos niños ya no me encontraban insufrible, solo querían ir conmigo y me decían lo guapa que era”.

Ante tamaña confesión, uno supone que a partir de aquel punto nació la nueva Léa Seydoux, la que tumbaba a los hombres con la mirada. Pero no. “Mi adolescencia… digamos que no tenía muy claro lo que quería hacer. Así fue hasta los 18 años. Estaba en esa época de desorientación total: perdida buscándome a mí misma [risas]. Uno de mis mejores amigos en aquella época era actor, su vida me pareció maravillosa, y, claro, yo quería lo mismo. ¿Si era un poco naif? No, nunca he sido naif. Sé que pocos llegan a alcanzar el éxito, pero también estoy convencida de que tienes que creer en ti misma, tienes que creer lo que haces y lo que dices. Si te ciñes a eso y trabajas duro, puedes conseguirlo”, dice la actriz a modo de lema vital (“porque no creo en los gurús”, aclara) antes de sonarse la nariz y reírse luego.

Léa Seydoux en un fotograma de la película 'Sister'
Léa Seydoux en un fotograma de la película 'Sister'

Seydoux nació en París el 1 de julio de 1985 y fue tanteando el terreno hasta que en 2006 debutó en la pantalla grande con Mes copines, una de esas películas de las que uno se arrepiente con solo ver el cartel. Sin embargo, y aun con esa expresión de “sí, prefiero no pensar en esa película”, para la francesa su debut representó algo mucho más elevado. “Pensé que igual había encontrado mi sitio en la industria, pero pronto me di cuenta de que era tan solo una sensación porque al final todo está en manos de terceros”.

A Seydoux aún no han empezado a perseguirla los paparazzi y lleva una vida relativamente normal. Sin embargo, los franceses se han hartado en el último lustro de verla copando portadas en revistas de moda: Vogue, Elle, Numero, Another Magazine… pocas publicaciones se han resistido a la nueva niña bonita del cine francés. A pesar de ello y de ser la imagen de una de las nuevas fragancias de Prada, a Seydoux se le amotinan los ojos cuando uno suelta la palabra modelo. “He salido en muchas revistas de moda y conozco bien ese universo, pero no soy modelo. Me gusta ser la musa de una marca y hacer un shooting de vez en cuando, pero creo que las actrices no deberían involucrarse demasiado en el mundo de la moda. Al menos, yo no tengo planes de ir más allá”, advierte.

Curiosamente, cuando el entrevistador se arriesga a calificarla, sin conocerla, de parecer –primera vista– una persona escéptica y algo desconfiada, la actriz asiente inmediatamente: “Soy muy escéptica y poco confiada, eso es absolutamente cierto. Creo que siempre he pensado que la vida es difícil en el sentido de que solo puedes contar contigo mismo. Eso no quiere decir que no crea en el amor y en las relaciones fuertes porque realmente creo en ello, pero al final del día solo se puede contar con lo que uno tiene. Supongo que también tiene que ver con que soy una persona muy sensible y que en cierto modo te obliga a escoger tu propio camino”. ¿Y cómo piensa llevar eso a medida que crezca en tamaño y todos los ojos se fijen en ella? “Bueno, no soy una estrella, estoy empezando, sé protegerme, tengo buen instinto para juzgar a las personas y creo que eso va a serme útil en el futuro”.

Seydoux es nieta y sobrina de grandes del cine, los capitostes de Pathé y Gaumont, dos de las distribuidoras (y productoras) más grandes de Europa, pero hablando con ella parece que le trae sin cuidado quién es su tío o su abuelo. De hecho, la única referencia a la saga familiar se cuela en una reflexión totalmente distinta y que tiene que ver con el carácter de la francesa: “¿Que cómo me defino? Bueno, si tuviera que decir una sola cosa, diría que soy muy observadora, que me gusta mirar. De hecho, todo lo que ha aprendido en mi vida ha sido a través de la observación. De algún modo, creo, también tiene que ver con mi educación: mis padres no socializaban demasiado, pero cuando lo hacían yo me fijaba en cómo se comportaban los que estaban allí, cómo se relacionaban entre ellos. En cierto modo los analizaba. Ahora repito el mismo patrón con lo que hacen los actores, estoy viendo una película y pienso: ah, ahí está el truco” [risas]. ¿Siempre ve los trucos de los demás? “Bueno, recuerdo que viendo la última de Clint Eastwood [J. Edgar] pensé: ¡Joder, qué falso es todo! [risas]. Pero supongo que eso tiene que ver con que era el peor maquillaje de la historia del cine. En serio, si la película es buena y me meto en ella, nunca pienso en esa clase de cosas, simplemente disfruto de la película”.

Soy muy escéptica y poco confiada. Siempre he pensado que la vida es difícil porque solo puedes contar contigo mismo

Cuando empieza a entrar en calor, Seydoux se anima a contar aquello que en ocasiones saca de quicio a los actores. “No soporto las promociones. Es decir, no me importa hacer entrevistas ni hablar contigo o con tus colegas sobre mi vida o mis películas. Lo que no me gusta nada es pasearme por ahí así [esboza una sonrisa dantesca y se echa a reír], ¿sabes lo que quiero decir? Ahora lo llevo mejor, pero al principio me ponía de los nervios. Lo juro”.

La francesa ha trabajado con directores como Quentin Tarantino (Malditos bastardos) o Ridley Scott (Robin Hood) y está a punto de ponerse a las órdenes de su compatriota Christophe Gans en la particular adaptación de este último: “Una de mis películas favoritas de todos los tiempos es La bella y la bestia, de Jean Cocteau. Me encantan las historias de amor imposible, supongo. Pues bueno, Christophe me llamó por si quería participar en su versión del cuento y no pude decir que no”.

Otro kleenex y la llegada de su publicista devuelven la charla al punto inicial. “Es cierto que a veces me convierto en alguien muy empático con mis personajes porque soy una persona sensible, pero no me los llevo a casa. Tampoco me acerco a cada rol de la misma manera porque creo que cada papel es en realidad una experiencia química y que por fuerza vas a sufrir alguna clase de subidón, pero sería un error dejar que eso te poseyese”. Vuelve la publicista para finiquitar la entrevista, eso sí, con la cortesía suficiente como para permitir una última pregunta: “¿Qué me gusta hacer cuando no estoy trabajando? Cosas realmente simples… como caminar por la calle. Cuando me dicen: ‘Lea, hoy tienes el día libre’, me encanta estar simplemente conmigo misma. ¿Crees que soy rara?”.

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