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Regreso a Nicholas Ray

'Nunca volveremos a casa', filme testamento del cineasta, se proyecta en la Filmoteca de Cantabria Lo presentará su viuda y presidenta de su fundación, Susan Ray La revista Shangrilá le dedica un número doble que incluye ensayos y varias entrevistas

Elsa Fernández-Santos
Nicholas Ray en una imagen de 'Nunca volveremos a casa'.
Nicholas Ray en una imagen de 'Nunca volveremos a casa'.

Quizá no podemos volver a casa pero sí podemos volver a Nicholas Ray. El próximo martes la Filmoteca de Cantabria proyectará la versión restaurada de la última película que rodó el cineasta estadounidense: We can't go home again, filme que compuso en los convulsos años setenta con sus alumnos del Harpur College de Binghampton y que nunca acabó. La película, en la que él encarna a su propio personaje (un director de Hollywood apartado de la profesión), es hoy una leyenda que encierra muchas claves de la atormentada naturaleza del cineasta. We can't go home again miraba al futuro con tanta vida y fuerza que basta este diálogo -que hoy se debería proclamar a gritos- para entender la importancia de su actual rescate:  "Fluye ahora un río muy rápido. / Es tan grande y rápido, / Que están quienes tendrán miedo, / Los que tratarán de aferrarse a la orilla... / Se ha acabado el tiempo del lobo solitario. / Reuníos". La proyección del martes contará con la presencia de Susan Ray, última compañera del cineasta, presidenta de la fundación que lleva el nombre del director de Rebelde sin causa y fiel guardiana del legado cinematográfico de un hombre que convirtió el dolor del desarraigo en una lección de ejemplar de cine y vida.

Nicholas Ray.
Nicholas Ray.

La revista Shangrilá, en coedición con dicha filmoteca, ha dedicado un número doble especial titulado Nicholas Ray, Nunca volveremos a casa, en el que participan más de treinta especialistas, de Jonathan Rosenbaum a la propia Susan Ray. En su segunda página, un texto de 1987 del crítico José Luis Guarner calienta motores. Define al cineasta como “el portavoz más sensible y elocuente de la soledad, el desarraigo, la violencia y la angustia de su tiempo”. Lo que sigue a esta declaración son las indagaciones sobre la obra de un cineasta  que vivió en permanente acecho de sí mismo.

Shangrilá ha contado con textos de Víctor Erice, que en su articulo Como en un espejo afirma: “Poseedor de una mirada en la cual latía el sentido del cine de algunos de los grandes maestros del mudo, formado dentro de su experiencia clásica, fue probablemente el último de sus más genuinos representantes y, al mismo tiempo, uno de los primeros ejemplos de la Modernidad. Poeta al fin y al cabo, vivió en el fondo de ese abismo desempeñando con un valor auténtico, no exento de humor, el papel que el destino le asignó: encarnar el tránsito del cine clásico al moderno, agotar esa aventura hasta su consumación”. Miguel Marías (en el artículo Nicholas Ray, la antorcha) apunta: “Aunque sean relámpagos aislados, aunque solo queden restos, en el peor de los casos, siempre hubo algo emocionante en una película de Nicholas Ray. Y todas juntas –pues son pocas las prescindibles– dibujan un retrato muy aproximado de un hombre combustible”. Y Susan Ray, que en Autobiografía de Nicholas Ray relata fragmentos de su propia experiencia con el cineasta: “El cine era su forma de digerir y escapar de lo que vivía, tan esencial para él como el funcionamiento de sus riñones e hígado. Si la película no resultaba ser satisfactoria, bueno, ese era el riesgo. A la vez empecé a comprender ('Como uno de esos bailes', me dijo Lenny Bruce, 'tan simples que se me escapaban') que Nick tenía miedo de hacer películas. Hacer una película como él quería, 'como algo vivo, que respire constantemente', era para él, quizás, un acto de creación demasiado cercano a los de Dios. En su cruel confusión los dones y éxitos de Nick se convirtieron en agentes de tormento y de culpabilidad. Creo, aunque él nunca lo dijo, que en el fondo Nick estaba de acuerdo con Welles: 'Quizá haya algo de exactitud en la dificultad'”.

Además, el libro consta de varias entrevistas. En una de ellas, el cineasta responde así a una pregunta sobre sus derrotados personajes:

Pregunta: En sus primeras películas, sus personajes son derrotados por circunstancias sociales, mientras que más tarde son vencidos por sí mismos: se suicidan, de un modo u otro, poniéndose a sí mismos en situaciones imposibles.

Respuesta: La tarea del poeta o del artista (y todos los artistas esperan ser poetas) es exponerse a sí mismo. Es la única manera en que se comunica. Cualquier clase de poesía, no me importa si es rock, rock ácido, jazz para viejos... Oh, Dios, ya he dicho verdadero. ¿Cuál era la pregunta, otra vez?

(Repetimos la pregunta)

R: No. No creo que en Los amantes de la noche, En un lugar solitario, Rebelde sin causa o Johnny Guitar sea cierto, ni en la mayoría de mis películas. Mi obligación como hombre del espectáculo, como persona del teatro, se apoya en un ensayo de Romain Roland llamado The People´s Theater ('El teatro del pueblo'): 'La obligación del trabajador del teatro es proporcionar a la audiencia un sentido más alto de la vida'. Y el suicidio no consigue eso.

P: Pero en todas esas películas los personajes, por su rechazo al compromiso, se ponen a sí mismos en situaciones en las que ganar es absolutamente imposible.

R: Así es nuestra sociedad (...).

Una sociedad que sigue siendo desnortada, enferma y vergonzosa. En la que, en definitiva, solo se puede añorar el paraíso perdido. Y en la que merece la pena regresar a la figura de Ray para entender las claves no solo de su tiempo sino del nuestro. Como él mismo dijo: "El mejor epitafio que puedo pensar para esto es: Nacido. Vivido. Interrumpido"

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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