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Johnny Guitar, la frontera interior

¿Qué había en la manera de Nicholas Ray de dirigir a los actores, que éstos alcanzaban en sus filmes cimas en la posesión de su identidad y afinaban su arte hasta la perfección? Johnny Guitar, rodado en 1953, es un paso esencial de la conquista por el western de la frontera interior, su acceso a otras praderas que las geográficas y su incursión abierta en el territorio de la tragedia clásica.El filme, urdido por Ray y su guionista Philip Yordan a partir de una novelucha, es una obra maestra del western y marca el comienzo de la disolución del género como tal, ya que las convenciones del western se vieron desbordados por la anchura de lo que Ray introdujo en ellas. Johnny Guitar estalla de riqueza interior, de inteligencia acumulada tras las situaciones genéricas.

Una de las explicaciones de la hondura de este filme está en el arte de Ray para dirigir actores -Ray era, como Cukor, Welles o Kazan, un consumado conocedor del teatro, y sin esta base es imposible tal perfección en este campo-, pues Johnny Guitar es uno de los filmes mejor interpretados de la historia del cine.

Comienza Johnny Guitar con una secuencia en interior, precedida por tres o cuatro cortos planos exteriores y otras dos o tres tomas insertadas en medio de la secuencia, de alrededor de 20 minutos de duración. La secuencia es portentosa, tanto por las enormes dificultades que encierra como por la increíble sencillez de su resolución. En esta secuencia, Ray nos sitúa de entrada, como Eurípides en sus grandes tragedias, en el límite del aliento. Y, sin embargo, el filme sigue creciendo en tensión emocional y dramática. ¿Por qué? El impulso hay que buscarlo en los muchos factores que intervienen en la densidad de los filmes de Ray. No hay espacio ni para enunciar los. Por ello, detengamos la mi rada en uno solo, que aglutina a los demás: los actores.

La gran Joan Crawford participó en este humilde filme de la Republic, un estudio marginal en la industria de Hollywood, en pleno declive de su estrellato pero logró probablemente, en su creación de Wienna, su obra más compleja y personal. Sterling Hayden, un extraño tipo de anarquista solitario, actor descomunal y de especie rara, el duro y tierno gigante-niño de La jungla de asfalto, compone al pistolero Johnny Guitar, figura legendaria en los anales del western.

Otro tanto cabe decir de Scott Brady, en el pistolero zurdo Dancing Kid; o del arquetipo de villano Bart Lonergan, compuesto por Ernst Borgnine. Ward Bond -actor fordiano, noble bruto que podemos ver en la magnífica La ruta del tabaco- da la vuelta a su personaje habitual y actua sobre registros inéditos en él. Por su parte, John Carradine da una corta lección de maestro. Y Mercedes MacCambridge -Emma-, en un personaje que presenta un contínuo roce con el ridículo, consigue, en un alarde de dominio del exceso, una composición dominada, en el borde de la perfección.

Pues bien, la decena de actores que llena el reparto de Johnny Guitar, siendo cada uno un monumento de interpretación histriónica, personalísima y diferenciada, tienen tan férreo y matemático engarce recíproco, que construyen uno de los ejercicios de interpretación colectiva más brillante que ha dado el cine. Ahí está, de nuevo, unificando a estos energúmenos de la interpretación, la mano, al mismo tiempo delicada y enérgica, de Nicholas Ray, un amargo, intenso, lírico, tumultuoso y frágil aristócrata del arte de la indagación en las profundidades del gesto y la conducta humanas.

Johnny Guitar se emite el domingo a las 22.00 por la segunda cadena.

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