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Doug Aitken en pedazos

El artista presenta en Madrid su instalación de video 'Black Mirror', con la actriz Chloë Sevigny

Una imagen de la instalación protagonizada por Chloë Sevigny.
Una imagen de la instalación protagonizada por Chloë Sevigny.

La forma en que nos comunicamos está cambiando. Mensajes cortos y continuos, fotos de todos los momentos de nuestra vida compartidos casi en tiempo real. Velocidad.Trozos. Doug Aitken (California, 1968) es un artista que ha venido desarrollando con eficacia un híbrido impactante de video multicanal y una narrativa que combina las imágenes e historias de manera similar a como las percibe la mente humana. Una poética de la forma en que construimos historias a partir de lo que vemos a nuestro alrededor. Todo eso, al menos en sus últimas grandes instalaciones, dentro de estancias oscuras –la estrategia del cine— que favorecen esa transformación.

Black Mirror, estrenada el pasado verano en la isla griega de Hydra, es una instalación en una habitación forrada de espejos negros y un vÍdeo, rodado en México, Grecia y Arizona, que se emite en una decena de pantallas. La actriz francesa Chloë Sevigny es una joven que prefiere, y así lo dice, no decir ni quién es ni de dónde viene. Va de un lugar a otro, de un país a otro. Aviones, habitaciones de hotel vacías.Conversaciones por el móvil y ordenador en la cama solitaria. La primera exposición de este artista en una galería española, en la madrileña Helga de Alvear, presenta Black Mirror y otras piezas, las llamadas esculturas textuales.

Doug Aitken está en Madrid. Así lo dice la invitación. Podría ser una alusión a ese constante viajar de la protagonista de Blak Mirror, en su destino actual, pero él da una explicación más sencilla. “Siempreme gustó lo del arte postal, ese que se desarrolló en los años 60 y 70”,explica Aitken sonriendo. “Cuando me preguntaron sobre la invitación les dije que me gustaría algo como una postal de esas que se enviaban antes a los amigos, escritas a mano. A veces la comunicación habitual de galerías y centros de arte es un poco más seria. Yo quería algo como ‘llámame cuando estés en la ciudad’”.

El artista Doug Aitken.
El artista Doug Aitken.

Con todo, su pieza sí habla de extrañamiento y de no llegar nunca al destino final, o al retorno. “La idea de Black Mirror surgió de una necesidad, la de dar forma a la sensación extraña de que no hay límites ni fronteras. Siempre se puede ir más allá”, continúa. “Hoy la información se mueve muy rápido de manera condensada y fragmentada, en mensajes cortos, imágenes cortadas. Nos estamos relacionando de manera distinta ahora. Para expresar eso pensé primero en utilizar herramientas tradicionales, quise crear primero una narración. Escribí un guion como de cien páginas que luego tuve que destruir y quedarme con lo básico. Para impregnarme de incertidumbre. Quise construir una pieza basada en esa falta de certezas. Algo que, en realidad, te da cierta sensación de liberación”.

Lo que inquieta e interesa a Aitken es la vivencia del presente. “El futuro se ve como algo borroso y hay cierta ansiedad ante lo que va a venir”, afirma. “Quise darle entrada a estas energías dentro de la pieza. Se llega a un momentum positivo, pasan cosas, se mueven, aunque nada importa. El destino que tienen es algo desconocido y eso le da una sensación de aislamiento, de alienación. Es diferente cuando se trata de una historia con un desarrollo, por eso lo veo más como un paisaje redefinido. Porque ¿qué es un paisaje? No es algo como un lago idílico con una canoa. En la sociedad actual el paisaje puede ser todos estos estímulos sensoriales, esas luces, que percibimos simultáneamente.No hay una línea marcada sino lo que cada uno elija y escoja mirar o seguir. Todo aquello que cree un conflicto en tu vida, lo que te inquieta”.

Y sucede algo inquietante en la conversación. Esa intensa sensación de vivir el presente, de reconstruir los trozos que perciben todos nuestros sentidos a la vez, y la forma en que la consciencia los organiza para darles coherencia, comprensión, le digo, me recuerda al Ulises, de Joyce. Y él relata: “Curiosamente el otro día le contaba a alguien que mi padre estaba obsesionado con la literatura, especialmente con James Joyce. Mi padre murió hace un mes y cuando fui a su casa encontré estanterías llenas con copias del Ulises.Lo releía tantas veces que las páginas se caían, los libros se le desgastaban por el uso. Entonces iba y se compraba otros ejemplares del mismo libro. Eso me hizo pensar que para él ese libro era una expresión de su tiempo, algo que resultaba mucho más cercano a su experiencia de la vida, a su verdad. Y con ese libro en mis manos me di cuenta de que lo importante para mí es la palabra en mitad de la frase, no el libro. Cada palabra. Ninguno de los dos tiene una actitud mejor que la otra, son solo distintas”.

En Black Mirror las palabras cobran laimportancia que tienen en los sueños. Esas frases cortas a veces sin sentido o, por el contrario, sumamente siginificativas y extrañas. Como notas musicales. Aparecen músicos en Black Mirror, venidos de no se sabe dónde. “La música es muy importante en mi obra”, dice Aitken. “Justamente ahora estoy trabajando en un proyecto que se estrenará en marzo. Es una proyección gigante de 360ª sobre la fachada circular del Museo Hirschhorn, en Washington DC, una especie de arquitectura líquida. No se podrá ver de forma completa desde ningún punto, el espectador tendrá que ir dando la vuelta al edificio. Y un elemento principal es la música, toda basada en la canción I only have eyes for you. Le he encargado versiones a distintos músicos como Beck, un grupo de gospel y al español Alberto Iglesias”.

Doug Aitken. 'Black Mirror'. Galería Helga de Alvear. Doctor Fourquet, 12. Madrid. Hasta el 10 de marzo.

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