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Terremoto en el negocio musical

Universal y Sony compran las joyas discográficas y editoriales de EMI

Diego A. Manrique
John Lennon y el productor George Martín (en el centro), en los estudios Abbey Road, en 1967
John Lennon y el productor George Martín (en el centro), en los estudios Abbey Road, en 1967CORDON

Conmoción en (lo que queda de) la industria musical. La rama discográfica de EMI ha sido adquirida por Universal Music Group (UMG) por 1.382 millones de euros. La editorial de EMI ha sido adjudicada a Sony/ATV por 1.600 millones. Ambas cantidades superan las previsiones o la oferta de Warner Music Group, que hace quince días parecía a punto de engullir la histórica marca que cobijó a The Beatles, Pink Floyd o María Callas.

EMI abarca las distintas variedades de pop, jazz y clásica. Por orden alfabético, sus principales sellos vivos son Angel, Astralwerks, Blue Note, Capitol, Capitol Latin, Capitol Nashville, EMI Classics, EMI CMG, EMI Records, EMI Nashville, Manhattan, Parlophone, Virgin Classics y Virgin Records. El actual propietario de EMI es Citigroup, banco que asumió el control en febrero, tras estrellarse sus anteriores dueños, Terra Firma, grupo de inversiones encabezado por Guy Hands que no pudo hacer frente a sus compromisos financieros. La etapa de Hands fue una comedia de errores, marcada por la marcha de Radiohead, Paul McCartney, Rolling Stones, o Queen, aparte de torpes intentos de acoplar la disciplina económica convencional a un negocio tan peculiar como el de la música.

UMG, considerada la mayor discográfica del mundo, se distancia así de sus competidores, Warner y Sony Music. Para las independientes europeas, agrupadas en Impala, es intolerable que el grueso de la industria se concentre en tres multinacionales, con UMG copando el 40 % del mercado: han anunciado que acudirán a las instancias de la UE que regulan la libre competencia. UMG es subsidiaria del conglomerado francés Vivendi SA.

Citigroup ansiaba deshacerse de EMI, asustada por demandas que planean sobre los tribunales: muchos artistas discuten la aplicación de sus contratos al universo digital. Al mismo tiempo, hay mucha ansiedad sobre esa ley de EEUU que permite que algunos creadores veteranos recuperen los masters de sus discos.

Han confirmado que mantendrán abiertos los estudios de Abbey Road

Son cuestiones complejas que, cara a los posibles compradores de EMI, disminuían el valor de sus activos. Otros puntos calientes en las negociaciones han sido el plan de pensiones, que afecta a 20.000 antiguos trabajadores de la discográfica. Más peliaguda es la situación de los actuales empleados de EMI: las fusiones sirven como excusa para despidos masivos. No les tranquiliza la nota oficial de Jean-Bernárd Lévy, máximo directivo de Vivendi: "Respetamos todos los sellos dentro de EMI al igual que a los artistas y empleados que contribuyen a su éxito. Encontrarán en la familia Vivendi un hogar seguro, a largo plazo".

UMG ha confirmado que mantendrá abiertos los estudios de Abbey Road, un símbolo que Guy Hands parecía dispuesto a convertir en pisos de lujo. En Hands seguramente piensa Mick Jagger, que se congratula de que "EMI vuelva a ser propiedad de gente que realmente tiene la música en su sangre". Más incómodas estarán algunas figuras actuales de EMI. Coldplay pretendía competir con U2 por el puesto de gran grupo de rock para estadios; a partir de hoy, se incorpora precisamente a UMG, la casa de los irlandeses.

El grueso de la industria se concentra en tres multinacionales

Merece destacarse el hecho de que un intangible, los derechos editoriales de las canciones controladas por EMI Publishing -que incluyen el catálogo de Motown- haya conseguido mejor precio que el fabuloso archivo fonográfico de EMI Music. Resulta obvio que los compradores tienen más fe en los derechos de autor, mejor protegidos que las grabaciones, depreciadas por la revolución digital. Y abundan los artistas que han perdido la confianza en la habilidad de las empresas gigantes para realizar el marketing y la distribución de su música. En tiempos recientes, Amaral y Enrique Bunbury saltaron de EMI a la autoedición.

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