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escenarios

Alta comedia y vodevil con momentos surrealistas

Lola Herrera, Ana Labordeta y Daniel Freire estrenan 'Querida Matilde', de Horovitz, con adaptación de Juan Luis Iborra y Antonio Albert, en el Teatro de La Latina

Alta y amable comedia, de las buenas comedias de toda la vida, pero que apenas llegan ahora a los escenarios. Con diálogos chispeantes, llenos de frescura. Una obra, Querida Matilde, de magnífica carpintería teatral, del estadounidense Israel Horovitz, con una adaptación inteligente realizada por Juan Luis Iborra (también director) y Antonio Albert. Y, lo que es mejor, con tres actores que llevan mucho tiempo demostrando ser unos más que brillantes profesionales: Lola Herrera, Ana Labordeta y Daniel Freire. Todo llega a partir de mañana al Teatro de La Latina.

Ellos son los encargados de contar la historia de Matilde, una señora entrada en años, elegante, coqueta, con sentido del humor y que ha sabido disfrutar de la vida, que ahora comparte, en un espectacular piso de la madrileña Puerta de Alcalá, con su hija, una chica, que ya no es una jovencita, que parece menos valiente y atrevida que esa madre que pertenece a una generación de mujeres que se pusieron el mundo por montera. Ambas reciben una visita reveladora de muchos curiosos secretos de familia, ya que el joven que llega a verlas reclama el estupendo piso porque es la herencia que le ha dejado su padre.

"Es verdad que las mujeres de mi generación fuimos muy valientes y muy modernas para la época", dice Herrera, "el costumbrismo al que nos acostumbran tiende a que los abuelitos sean entrañables, pero pasivos y aquí es todo lo contrario, la mujer que represento es todo alegría, vitalidad...; todos conocemos casos de gente mayor que tiene hijos más conservadores y además Matilde es de una gran generosidad y es de esas personas que no se lo toman todo como un drama".

Los responsables de la versión señalan que la obra "es muy para Lola y para el público de Lola, porque hay actores y actrices que tienen un público". Pero no hay olvidar la aportación de dos actores como Labordeta y Freire, con adictos a su manera de trabajar.

Lo cierto es que la función gira en torno a esa Matilde, una mujer que Herrera afirma que hizo la travesía del desierto como tantas otras de su generación: "Esta además rompió moldes; porque la gente de mi generación lo tuvimos muy crudo en el terreno amoroso, de pareja, esta mujer tiró por la calle de en medio y pudo reconciliar todo bien y disfrutar de la vida, lo cual nos enseña mucho y es muy constructivo porque no se vive más que una vez, me parece que esto, tratándolo con humor, es hacer una exposición de unas familias que no eran las tradicionales y que también tenían un sitio dentro de aquella época, aunque eran territorios silenciados que se tapaban", dice esta popular actriz por sus muchos trabajos en televisión, en teatro y su conocida representación durante muchos años de Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes.

Es inevitable preguntarle qué la lleva a meterse una aventura como esta que la tiene de permanente gira y con un papel muy agotador: "Pues el estar encima de un escenario, el veneno de este oficio, algo que no padezco en otro medio, ni en televisión, ni en cine, lo del teatro es de vital importancia, y no me retiraré mientras pueda trabajar, es como un oxígeno que necesito y lo disfruto mucho, me gusta comunicarme con el público, además el cuerpo me pide mucha comedia y aquí se tratan problemas serios, pero desde el campo del humor".

Y lo dice una mujer que, sobre todo en teatro, ha sufrido mucho encima del escenario: "Y eso que soy muy gansa, pero no ha habido forma en mi carrera de hacer el ganso, y estoy en una edad en la que me estoy permitiendo estos placeres, ahora tengo la necesidad de divertirme y esta obra cuenta, porque con el humor se salva la vida. Es un personaje que me recuerda a mi madre y a mi abuela, que podían pasar catástrofes en sus vidas, pero no perdían el humor".

Iborra, que cuenta que en el embrión de este proyecto se encuentra el productor Jesús Cimarro y la propia Lola Herrera (que conocían el texto), recuerda que todos quedaron en que había que dejar intocable el tronco central de la historia. Pero al trasladarla a nuestra sociedad contemporánea, renunciando a otros elementos de la comunidad judía del original, debía convertirse en una obra más vital, más comedia y más socarrona. "Una vez que se abre la vía de la comedia y se apuesta por ella no nos centramos tanto en cuanto tienen de dramón el original, ni en otras cuestiones que se alejan del meollo de la obra y de nuestra cultura", comenta Antonio Albert.

Ambos autores-adaptadores piensan que su mayor acierto ha sido contar con un actor argentino interpretando a un personaje argentino, ya que se trata de alguien que habla el mismo idioma, pero sin embargo se dan numerosos equívocos entre la utilización del español por unos y otros. "Unos enredos que aquí se convierten en la base de todo un vodevil, ya que cuando cruzamos el argentino y castellano hay mucho juego, y estamos ante una alta comedia con clara inclinación por el vodevil con momentos surrealistas", dice Iborra y Albert quienes aseguran que se han enfrentado a un reto muy satisfactorio "para que todo ocurra en un solo salón sin perder el ritmo interno en las situaciones y en los diálogos y con las sensación de que has entrado a todos los rincones y se han removido muchos sentimientos; algo que nos ha facilitado mucho la estructura de los personajes, que están muy bien dibujados y construidos ya que en cada uno de ellos subyace toda una reflexión psicoanalítica realizada por Horovitz y a la que no hemos renunciado nosotros".

Un momento de la representación de <i>Querida Matilde</i>.
Un momento de la representación de Querida Matilde.DANIEL DICENTA
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