"El actor es el mayor milagro"
Su histórica representación de 'Baile de máscaras', del poeta Lermontov, cierra hoy el Festival de Otoño en Primavera de Madrid
Es una oportunidad única de ver un minimalista y poético trabajo del director ruso Rimas Tuminas (se pronuncia Túminas, como él insiste en corregir a los que lo pronunciamos mal), en Madrid, donde despide la programación teatral del Festival de Otoño en Primavera (Teatros del Canal hasta el día 5), una muestra que brinda oportunidades, como esta, de ver a grandes de la escena mundial y comprobar, al estilo de Santo Tomás, que aún hay milagros escénicos de hombres que, como Tuminas, a sus 59 años, renuncian a técnicas modernas y de corte vanguardista. Él, firme defensor de la tradición, siempre apela a la esencia del teatro en sus dramas: el actor y la palabra: "Si queremos ver la nieve, la veremos. Todo lo crea el actor, que es lo más grande, el mayor milagro", señala.
Tuminas está en Madrid con el que quizá sea su más sonado milagro. El que ha hecho con la obra de un gran clásico ruso muy desconocido en los escenarios españoles, Baile de máscaras, del poeta Mikhail Yuryevich Lermontov, considerado el sucesor de Pushkin. Un texto que en las habilidosas y perfeccionistas manos de Tuminas se ha convertido en una poderosa relectura del mito de Otelo, en la que el motor del alma humana son los celos y el desamor. Se trata de uno de los grandes éxitos de este director cuando estuvo al frente del Teatro Nacional de Lituania durante un lustro. Volvió el año pasado a esta función histórica y anonadó de nuevo al público con su maestría en la dirección de actores. Lo ha hecho con el Teatro Euvgueny Vakhtangov de Moscú (por primera vez en España, mientras que Tuminas trajo hace muchos años un Ricardo III con otra compañía) y con el veterano actor Evgeny Knyazev, uno de los intérpretes eslavos con más proyección internacional gracias a sus trabajos con Piotr Fomenko, al que muchos consideran su mentor. En esta ocasión encarna a Arbenin, un trasunto de Otelo, el enamorado que empieza a descender en una espiral de locura por la pérdida de un brazalete, objeto que vendría a sustituir el pañuelo de Desdémona.
El montaje, que se representa en ruso con sobretítulos en español, pone de manifiesto la máxima de Tuminas: "Siempre paro el tiempo porque la rapidez no expresa lo humano".
Claro que en estos tiempos de prisas y cambios veloces parece casi un milagro su teatro: "El teatro es el lugar donde yo puedo dictar mi tiempo vital y escénico, yo entiendo el tiempo rápido, los cambios, pero no puedo ignorar que lo más interesante en el teatro es el tiempo, escénico y vital, como lo dejaron claro Pushkin, Chéjov, Dostoievski y Lermontov, autores con los que trabajo habitualmente, dentro de ellos está la comprensión de lo que es el tiempo, el sentido del teatro es que yo tengo que sentir físicamente ese paso del tiempo y que no me influya el ritmo de la vida actual que no tiene una correspondencia con el ritmo del teatro", dice Tuminas quien sostiene que una de las cosas maravillosas del teatro es poder ordenar al tiempo, pararlo, acelerarlo....
El director ruso sabe que hoy queda poco del espíritu de Vaktangov, discípulo de Satanivslaski que voló sólo a por otras formas con las que entender el teatro: "Nadie lo sabe lo que queda de Vaktangov, que fue algo así como la inteligencia aristocrática del teatro compuesta por gentes que se consideraban disidentes", señala Tuminas, "de alguna manera yo quiero resucitar lo que de realismo mágico tienen ese lenguaje teatral, con una manera de interpretar grotesca, unas búsquedas que llevaron a cabo Meyerhold y Vaktangov y que fueron destruidas primero por el realismo psicológico y a partir de 1939 por el realismo socialista".
Para el director Baile de máscaras cuenta como el agua y la llama pueden vivir juntas, desde posiciones contradictorias, "como la eternidad de la belleza puede convivir con la fealdad de nuestro mentiroso día a día", señala Turminas de este texto que Lermontov escribió con 22 años, cinco antes de morir en un duelo absurdo y pasar a la historia como el gran heredero literario de Pushkin: "No sabemos cuál de los dos es mejor, es como decidir si es mejor Goya o Velázquez", señala de este poeta al que se le conoce como el Byron ruso.
"Es muy importante para los jóvenes espectadores un género como el romanticismo, que en el siglo XX llamó a nuestra puerta y no le dejamos entrar, porque pensamos que teníamos otros problemas, cuando la realidad es que es un género muy necesario hoy en día, que explosiona de continuo en la vida diaria, nos contamina y nos extrae el gusto por la vida, porque hay que hacer todo hasta el final, amar, odiar, vivir o morir, todo hasta el final", concluye Tuminas quien apunta que el teatro sirve para engañar al mundo: "Para que creamos que existe la eternidad y engañar a la muerte; para saber que la ilusión y la fantasía son más fuertes que la verdad, que la muerte, y eso es muy necesario. El teatro es necesario para engañar a la propia vida y salir ganador de este engaño".
Tuminas siempre intenta poner en pie un espectáculo "no poniéndolo, no montándolo". Trata que los actores interpreten sin interpretar. "Aquí comienza el sistema del lenguaje teatral, un sistema que detrás de él puede venir toda la aportación teórica; una segunda cuestión es el conflicto que se presenta, esa sería la base de la dramaturgia, pero yo rechazo la comprensión del conflicto, porque no somos los dueños del conflicto de los autores, nosotros lo heredamos, incluso de siglos atrás, por eso es muy importante interpretar como si hubiera un tercer ojo viéndolo todo". El director también recurre al tópico literario del theatrum mundi, cuya máxima influencia se produjo en el barroco, que considera que todos somos actores de teatro en un escenario que sería el mundo: "Pero como dijo el poeta es el destino divino quien hace la distribución de los papeles y es el cielo quien vigila nuestra interpretación, por lo que es hacia allí a donde hay que dirigirse, hacia el cielo". De ahí que Tuminas crea firmemente que cuando ensaya con sus actores lo que hacen es asistir a una clase sobre la vida.
"El teatro involucra al autor, al director escénico, los actores y el público. El teatro representa el hogar, un lugar en el que puedes sentir compasión, donde entiendes perfectamente los asuntos de cada día. Es un lugar donde uno tiene la oportunidad de purificar sus pecados, un lugar que hace sentirse a uno mismo como en casa. El teatro es un laboratorio de relaciones entre personas a quienes une por todo el mundo. Nuestro objetivo es encontrar la trayectoria de la armonía y la belleza. Estamos destinados a rescatarla."
Una biografía ejemplar
Rimas Tuminas nació en 1952 en Kelme. Estudió dirección teatral en la Academia de Música de Lituania y después se graduó en el Instituto Moscovita de Arte Teatral. De 1979 a 1990 Tuminas trabajó con el teatro State Lithuanian Drama. Sus trabajos en el Small Theatre le hicieron ganar el Premio Nacional de Teatro de su país, donde se convirtió en el director artístico del teatro Yevgeny Vakhtangov en 2007.
En la temporada 2008-09 dirigió Troilo y Crésida, Las últimas lunas y Tío Vania. Ha producido y dirigido unas 18 obras con varias compañías de Lituania y del extranjero.
Baile de máscaras consiguió el Gran Premio del Festival Contact-97 en Torun (Polonia). También ha ganado el Premio Estatal de la Russian Federation.
Sus montajes participaron con gran éxito en festivales como el International Baltic Theatre Spring, Baltic Home, Life, Kontakt y el Festival de Teatro Internacional Chekhov.
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