'El calvario' encuentra la paz
El Prado y Patrimonio Nacional acuerdan trasladar el cuadro del maestro flamenco Van der Weyden del Monasterio del Escorial a los talleres del museo para su restauración
A los viajes ya está acostumbrado. Y además esta vez la meta final serán las manos cuidadosas y capaces de los expertos del Prado. Tras pasar a lo largo de los siglos de Bruxelas a Madrid y acabar entre las joyas de Felipe II en el Monasterio de El Escorial (donde varias veces se le cambió de sitio), El calvario, enorme cuadro del maestro flamenco Rogier van der Weyden, será llevado a los talleres de restauración del museo, gracias a un acuerdo firmado hoy entre el centro y Patrimonio Nacional.
Menos conocido que El descendimiento de la Cruz (hacia 1435), otra obra fundamental de Van der Weyden también restaurada por el Prado, que ahora la expone, El calvario (entre 1456 y 1460) comparte con el primero el ser dos de los únicos tres cuadros del artista flamenco documentados en las fuentes historiográficas. También les une el lugar de residencia, ya que ambos se hallan en España. De hecho, en cuanto El calvario sea trasladado al museo, hasta compartirán edificio. Para los curiosos, el tercer hermano, El retablo de la Cartuja de Miraflores, descansa en la Gemaldegaleire de Berlín.
Maestro y principal exponente de la pintura flamenca del siglo XV, Van der Weyden realizó una obra (de 244 centímetros por 193) que para ser majestuosa renunciaba a la estabilidad. La estructura poco común (13 tablones de roble horizontales, uno por encima del otro, mientras quelo más frecuente es la disposición vertical de las piezas) le ha pasado factura a El calvario. Ya que el peso de todos los tablones recae directamente sobre el inferior, el paso de los años ha ido abriendo grietas en la obra. Una construcción frágil, que anteriores restauraciones intentaron arreglar con chasis de madera y lienzos que sin embargo alteraron la natura original de El calvario. De hecho, uno de los primeros deberes de los trabajadores del Prado será la remoción de esos soportes.
Antes, el "castillo de naipes" (así lo define, en la sala del Monasterio de El Escorial que luce la obra, Enrique Quintana, jefe del taller de restauración del Prado) tendrá que pasar por el quirófano. Macrofotografías, radiografías, estudios con infrarrojos: El calvario disfrutará de un chequeo a la vanguardia tecnológica. "Es imprescindible un análisis para saber más sobre el cuadro. Cada obra requiere una solución personalizada", asegura Quintana.
En un segundo momento, José de la Fuente, restaurador de soportes de madera del Prado y quien ya se hizo cargo con éxito de darle nueva vida a las tablas Adán y Eva de Durero, habrá de dotar el cuadro de una estructura que "le de consistencia y a la vez permita el movimiento de la madera", detalla Quintana. Todo el proceso cuenta con dos certezas. La primera es que "el coste será altísimo", según informa el jefe del taller de restauración. Y la segunda es que no volverá a su casa hasta dentro de dos años y medio. Tanto durará la labor del Prado, como asegura el mismo director del Museo, Miguel Zugaza.
La odisea de El calvario
Fiel a su nombre, lejos de encontrar la paz, la obra de Van der Weyden ya es experta en restauraciones. Además de los nombrados soportes, Gerón Seisdedos intentó entre 1945 y 1947 recuperar el color original de la pintura en un trabajo que el entonces subdirector del Prado, Francisco Javier Sánchez Cantón, definió como "primoroso". Tal vez lo fuera a la sazón, pero el uso de material de baja calidad, entre otras causas, ha "distanciado el color de los retoques del original", constata Quintana. O, lo que viene a ser lo mismo, el cuadro, y en especial el cuerpo de Cristo, están llenos de manchas. Así, la restauración se encargará también de recuperar el color que Van der Weyden quiso darle a su obra y de "devolverle el mensaje original que el artista intentó transmitir", explica Carmen García Frías, conservadora de Patrimonio Nacional.
La primera etapa de la odisea de El calvario fue la Cartuja de Scheut, cerca de Bruselas, a la que Van der Weyden regaló su creación. De ahí fue adquirido en 1555, seguramente por Felipe II o quizás por María de Hungría, hermana de Carlos V de España. El caso es que la obra llegó a la península ibérica y en 1574 hizo su primera entrada en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Desde entonces ha pasado del altar mayor de la Sacristía al anonimato en la Librería del Coro (tras una reorganización de las salas del Monasterio llevada a cabo por Diego Velázquez en 1656), hasta que a finales de 1800 llegó a su actual sitio, una larga sala de la zona de visita del Monasterio.
Tras la restauración, El calvario será expuesto durante tres meses en el Prado. Luego volverá al Monasterio y, se espera, olvidará por fin sus sufrimientos.
Babelia
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