Oficio de tinieblas
Las Trois Leçons de Ténèbres, de Couperin, se constituyeron sin duda en el núcleo central del concierto del jueves. Estuvieron precedidas por dos obras del mismo compositor y otras de Sainte-Colombe y de Marin Marais, alguna de ellas poco conocida y de saludable inclusión en un programa del Barroco francés. De cualquier forma, el impacto decisivo sobre los oyentes se produjo con el famoso oficio de tinieblas. Este, en manos de Couperin, aumentó exponecialmente el tono dramático que le es propio desde que, en la Edad Media, se plasmaba en canto gregoriano.
Basado en las Lamentaciones de Jeremías del Antiguo Testamento, conserva del ritual judío las letras hebraicas (Aleph, Beth, Gimel, etc) con que se numeran los versículos de cada una de las lecturas. Es al enunciar esa letra, carente de significado para los cristianos, cuando se realizan toda una serie de vocalizaciones, algunas muy ancladas todavía en la tradición litúrgica y otras, por el contrario, más decantadas hacia el virtuosismo. Los versículos que siguen están en latín, y en ellos la música de Couperin se pliega dramáticamente al texto para realzar su significado. Tanto es así que, de no ser por la rigurosa religiosidad subyacente, hay momentos que parecen aproximarse a un aria de ópera.
The King's Consort
Robert King, director y órgano. Sophie Junker y Mhairi Lawson, sopranos. Lynda Sayce, tiorba. Susanne Heinrich, viola da gamba. Palau de la Música. Valencia, 14 de abril de 2011.
Las lecciones -o lecturas- primera y segunda son para una sola voz, mientras que en la tercera hay dos. Acompañándolas, un órgano (o clavicordio), una viola da gamba y una tiorba. Sophie Junker lució un canto luminoso y cálido, con buen aguante para los largos melismas y una patente intencionalidad expresiva. Mhairi Lawson, que en el Magnificat y el Motete para el día de Pascua mostró un instrumento algo mate, se transformó en el oficio de tinieblas, que supo interpretar con dramatismo y fuerza. Ambas exhibieron elaboradas gradaciones dinámicas (por ejemplo, sobre la letra "Mem", en la Tercera Lección) y estuvieron muy bien sostenidas por los tres instrumentistas. Si en otras visitas al Palau la labor de Robert King como director había parecido algo monótona, esta vez no lo fue en absoluto, y abrió el camino para que la música de Couperin llegara hasta el público con toda la tensión y riqueza que entraña. En la pequeña sala Rodrigo, además, la intimidad que este compositor demanda siempre, tuvo el marco perfecto.
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