"El Estado debe invertir en cultura, no en mercado"
El actor argentino vuelve al cine con 'Sin retorno', la historia de un hombre injustamente condenado por un asesinato
Que no había desaparecido, que estaba trabajando al otro lado del charco. En los últimos tiempos, a Leonardo Sbaraglia (Buenos Aires, 1970) se le ha visto poco por España últimamente: ha bajado un poco su ritmo frenético de los noventa, ha hecho teatro en su país y ha participado -junto al sempiterno Luppi- en una serie de televisión, Impostores.
Ahora ha vuelto para promocionar Sin retorno, del debutante Miguel Cohan, la crónica de un accidente, de un hombre injustamente condenado por un asesinato que en realidad cometió un chaval devorado por los remordimientos, y de una venganza. Sin retorno ganó ex aequo el último certamen de Valladolid, y Sbaraglia saca partido a su olfato para escoger guiones, ese que le llevó a protagonizar en 2007 Concursante, del entonces debutante Rodrigo Cortés. "Yo escojo por el interés del libreto que tengo entre las manos. Es cierto que mi última secuencia de Sin retorno -con un aire a la última de En la ciudad sin límites- es para ponerla entre los mejores momentos de mi carrera. Todo va llevando hacia ese final, a que el espectador se vea enganchando en este thriller y le agobie el dilema moral". Al argentino le toca encarnar a un humorista ventrílocuo acusado injustamente de un atropello mortal: "Me interesó el contraste entre esta primera parte, de felicidad, con lo que ocurre tras el accidente, y más aún, con lo que ocurre cuatro años después. Como no somos Hollywood, a mí no me dejaron hacer como Tom Hanks, parar durante seis meses para que adelgazara en Náufragos [ríe a carcajadas]; a mí me tocaba unas mañanas hacer mi personaje antes de la muerte, y por las tardes, cuatro años más tarde".
Sbaraglia disfruta hablando de cómo afrontó su papel, su doble cara, cómo construyó los remordimientos y su posterior dureza -"el tiempo de caza", dice el actor-, de lucha por recuperar su "dignidad moral". En el fondo, "es un ser humano". Pero a continuación se da cuenta de que el lector podría adivinar el final, y pide contención para no destripar la sorpresa. Salta al momento actual del cine argentino: "Difícil, muchas películas no se podrían hacer sin la coproducción hispanoargentina, y eso que nuestros presupuestos son irrisorios. Y me han dicho que puede que se acaben las ayudas, que además muchas se devuelven. El Estado debe invertir en cultura, no en mercado. Por supuesto que hay que ser inteligentes o estratégicos con el mercado, pero la apuesta debe ser la cultura". Lo que no quiere decir que se ruede de espaldas al público: "Esta película ha recuperado en Argentina su inversión, ha ido muy bien. Nunca se esperó que ganara tanto dinero como El secreto de sus ojos, porque es un largometraje diferente, menos complaciente, más cruda; sin embargo, ha enganchado. Como espectador es el cine que yo quiero ver, es el cine que me llevo a casa, a mi vida, que me hace cuestionar las cosas. Al estilo de, por ejemplo, Michael Haneke. Ojalá fuera el que tuviera un millón de espectadores, pero es que yo aún sigo esperando un mundo mejor".
Y ahí el mismo Sbaraglia salta a Rodrigo Cortés: "Es el claro ejemplo de inteligencia estratégica. Lo está haciendo muy bien. Defiende su tipo de cine con un verbo espectacular. Atrae al público contando además una historia. Desde el primer día tuve clarísimo que llegaríamos muy lejos. Se veía venir. Otra cosa es que Concursante tuviera menos suerte de la que merecía". Cortés le llamó para hacer la voz del árabe en Buried, pero Sbaraglia estaba en los escenarios argentinos y el bombón le cayó a José Luis García Pérez. El argentino ahora tiene un pequeño papel en Red lights. "Es un regalo, un mentalista evangélico en el que tengo grandes parrafadas a lo In the name of God... y es un caramelo. Yo ruedo con Cillian Murphy, que es el protagonista. El reparto es de impresión, y he estado varios días viendo a Weaver, a De Niro, a Joely Richardson... Estoy ahí porque ambos queremos seguir trabajando juntos". ¿A quién se llevaría Sbaraglia antes a casa, a Federico Luppi o a Robert de Niro? "A los dos. Lo interesante es que Luppi en un mercado como el americano estaría a la altura de De Niro. Lo está demostrando Javier Bardem. Pudiendo acceder a las alternativas que te ofrece Hollywood, tu trabajo se sobredimensiona contundentemente. Tienes otra libertad, otros tiempos... Veía el otro día a De Niro, y claro que es el puto amo, que construye sus personajes muy bien, pero en condiciones maravillosas, con decena de tomas y tiempo suficiente. Luppi, Héctor Alterio, Julio Chávez, Miguel Ángel Solá... están a la altura de, por ejemplo, Anthony Hopkins".
Babelia
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