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Una batalla entre lo edificado y lo natural

Una exposición en EFTI lleva a Madrid la reflexión de 11 fotógrafos sobre la complicada relación entre la naturaleza y las construcciones humanas

Plantas que invaden las construcciones abandonadas, paisajes artificiales construidos por la mano del hombre, llaneras áridas que provocan inquietud, caminos de alquitrán surcados de huellas de neumáticos y tierra... Paisajes naturales o no tan naturales que hacen reflexionar sobre la relación entre el hombre y la naturaleza se encuentran expuestos en la galería madrileña EFTI (calle Fuenterrabía, 4). Urbscapes: Espacios de hibridación es el lema de esta exposición en la que colaboran 11 fotógrafos.

Un bosque cubierto de una capa blanca hace pensar al espectador que es un paisaje nevado, pero nada más lejos de la realidad. La fotografía retrata lo que queda después de un incendio forestal: una capa de ceniza que alfombra la tierra. Eduardo Nave, el autor, estuvo tres años recorriendo estos escenarios para retratar "los incendios que son noticia en el momento, pero que luego pasan a un segundo plano y ya no se habla de lo que ha sido de ese terreno después de apagar el fuego". Los recogió en la serie T(t)ierra callada. Algo que sorprende de la muestra, y en especial de esta obra, es el tremendo tamaño de la fotografía. "Tiene esas dimensiones para que puedas adentrarte en el bosque, acercarte a las hojas, a esa zona quemada", explica Nave. Esa misma sensación de la huella humana sobre la tierra es la que refleja Adrian Tyler en su serie Road Untitled, fotos descarnadas de asfalto y albero, que incluyen las obras de carreteras en lugares tan cercanos como Tordesillas o Getafe.

Ángel Marcos es el que mejor retrata el contraste entre las grandes ciudades y la naturaleza salvaje. En Alrededor del sueño 23, un cartel publicitario a la orilla de la bahía choca con el skyline del Manhattan anterior al 11 de septiembre. Si en las fotografías de Marcos triunfa y el hombre y se cuestiona el modelo de sostenibilidad, el triunfo de la naturaleza sobre la ruina aparece en la obra del sevillano Jorge Yeregui. "La naturaleza dentro de la ciudad adquiere nuevos valores simbólicos. Paisajes mínimos que son espacios naturales muy elaborados pero artificiales", explica Yeregui, que ha fotografiado los jardines del interior de la estación de Atocha, el abandonado Jardín americano de la Expo de Sevilla de 1992 y el pinar que rodea la Biblioteca Nacional francesa en París. "Por otro lado están los espacios abandonados, que son retratos del crecimiento desmesurado de la ciudad, y que la naturaleza va reconquistando. Estas plantas han sobrevivido al contacto con el ser humano: son las reservas naturales del futuro".

Mireya Masó, sin embargo, apuesta por retratar aquellos parajes que aún no han sido colonizados por el hombre, y los recoge en un proyecto al que llama Antártida. Vistas casi desérticas donde no hay señal del hombre y con los que pretende mostrar espacio abiertos que inquietan al que los observa, por la sensación de vacío que transmiten. A medio camino entre la completa urbanización y el paisaje desolador están las obras de Rafael Liaño, que reflexiona sobre los terrenos cercados por el hombre, y José María Mellado, con casas que emergen entre la naturaleza y carreteras simétricas a ríos.

El lado más curioso de la exposición, que estará en EFTI hasta el 27 de febrero, lo pone Gerardo Custance con sus fotografías de Pelayos de la Presa. El artista hace una irónica correlación entre los domingueros que van a playas artificiales en los embalses y los retratos decimonónicos de los bañistas a la orilla del Sena en París. "La relación entre el ser humano y la naturaleza es casi de parasitismo. No estamos devolviendo nada de lo que recogemos. El ser humano ha manipulado la naturaleza para convertirla en lugar de ocio, pero al mismo tiempo la está degradando: es un espacio usado pero abandonado", concluye Custance.

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