Tras los brochazos estaba Velázquez
El retrato de Felipe IV es atribuido de nuevo al pintor español, 37 años después de que el Metropolitan Museum of Art cometiera un error sobre su autoría
Aquel retrato de Felipe IV llevaba 60 años exponiéndose en el Metropolitan Museum of Art cuando, en 1974, alguien analizó el cuadro y dio un disgusto al museo: no era de Diego Velázquez. El lienzo mostraba a un joven monarca, de negro riguroso, barbilampiño, sin duda realizado en el taller del sevillano. Pero la tosquedad de algunos detalles hacía pensar que no podía atribuirse al artista que supo pintar el aire. Eso argumentaron entonces, pero se equivocaron, y la obra vuelve hoy a ser expuesta.
El presidente del centro para obras europeas, Keith Christiansen, es el primero en celebrar la recuperación. "Es la restitución de un trabajo de Velázquez muy importante", asegura a The New York Times. Le da la razón la mayor autoridad en EE UU sobre el pintor, Jonathan Brown. "Estoy sorprendido", cuanta al mismo periódico. "A pesar de que ha sufrido daños, sigue siendo un Velázquez".
El retrato del joven monarca perdió su categoría en una de las investigaciones del centro, en la que también cayeron otras obras atribuidas a El Greco o Rembrandt. Ha sido el responsable de las tareas de conservación, Michael Gallagher, quien pidió echarle un vistazo, ya que había estado trabajando con un lienzo similar.
La pista está en el Prado
A pesar de las dudas, había que asegurarse bien antes de anunciar nada: la pérdida y posterior recuperación de la firma de Velázquez es algo que ya había ocurrido en el museo con Retrato de un hombre. Pero los indicios eran claros. Y la historia del cuadro ayuda a entender lo ocurrido: fue restaurado en 1911, cuando era propiedad de Joseph Duveen, conocido por pedir a los restauradores que repintaran los cuadros para venderlos más fácilmente. Los excesos de aquellos retoques terminaron por hacer difícil distinguir la autoría del lienzo.
La técnica, por suerte, avanza. "Los rayos X nos dieron pistas", explica Gallagher. La restauración reveló que el cuadro estaba seriamente dañado, "especialmente la parte superior". No quedaba rastro de un ojo del monarca. Pero los detalles, como el tratamiento d ela luz en los pliegues del cuello de la camisa, daban fe de la autoría de la obra.
Un viaje al Museo del Prado confirmó que se había cometido con un error. Tras una obra algo posterior, de nuevo los rayos X dejaron ver una composición muy similar. Hoy se resarce un error que apunto estuvo de ser irresoluble, como explica el propio restaurador: "Creía que aquello iba a estar infestado de gusanos".
Babelia
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