Cien escritores en un ascensor
El festival Eñe llena Madrid de autores y lectores durante dos días
La gente tiene las manos azules en el Círculo de Bellas Artes, donde se celebra la segunda edición del festival Eñe. La razón es que el programa destiñe. Pero esa es la explicación obvia. La menos obvia es que pasa algo raro. Una invasión, por ejemplo. De entrada la organización -una empresa llamada, sencilla y, por lo tanto, enigmáticamente, La fábrica- anuncia 100 escritores en 48 horas. Entre ellos, Rafael Chirbes, Almudena Grandes, Javier Reverte, Javier Tomeo, Manuel Rivas y Luis García Montero. Sin olvidar el que será uno de los platos fuertes del sábado, la charla del arquitecto Oscar Tusquets con su hermana Esther. Ella repite este año porque el pasado puso patas arriba la sala en la que hablaba con una intervención que destilaba cultura e inteligencia a partes iguales.
EXTRATERRESTRES. La invasión evidente es, pues, la de los escritores que llenan el Círculo (otro nombre enigmático): escaleras arriba y abajo, dentro y fuera de los ascensores, entre el público y en la tarima. Lo evidente, en efecto. Lo menos evidente surgió de la charla de Rodrigo Fresán, que empezó hablando de una película de ciencia ficción -La Cosa de otro mundo (1951) con versión de 1982: La Cosa- para aventurar una conclusión: los escritores argentinos no son latinoamericanos sino extraterrestres. Igual que la Cosa de la película imita la forma de los seres terrestres, los argentinos no tienen tradición propia sino "extradición", como quería Borges, sus raíces no están en el suelo sino en la pared, en las estanterías de la biblioteca. De ahí que no fueran más que "freaks dandies" en la foto del boom (Cortázar, por ejemplo), anteriores a la explosión (Bioy, el propio Borges) o intempestivos siempre (Manuel Puig, el más influyente hoy entre los autores nuevos-que-ya-no-lo-son-tanto).
Dice Fresán, argentino -por si hacía falta decirlo- que vive en Barcelona, que durante años se despertó con el temor de que el periódico trajera un titular: "Hay vida en Marte: son argentinos". Luego se sacudió la etiqueta de escritor pop que le colgaron hace ya algunos años, se reivindicó "milenarista y decimonónico" a un tiempo y cargó contra recuentos generacionales de escritores latinoamericanos como Bogotá 39 -"¿qué pasa con ellos cuando cumplen 49?"- o "living la vida Granta", en alusión a la antología publicada recientemente por la revista británica. "Menos etiqueta y envase y más contenido y composición".
CUENTISTAS EN UN PLANETA EXTRAÑO. A unos metros de la sala en la que hablaba Rodrigo Fresán, escaleras arriba por supuesto, tres cuentistas debatían sobre su propio oficio. "Supongo que pueden hacer preguntas", dudaba Eloy Tizón. "Nos han soltado aquí como en un planeta extraño". Le acompañaban Berta Marsé y José Antonio Garriga Vela. "La sensación de saberse perdido es muy estimulante", decía Eloy Tizón. Se refería al cuento, no a los cuentistas, esos escritores que trabajan con un género que requiere la "creatividad" del lector: "Eso es la lectura: un trabajo a medias". Y Garriga Vela: "Mi pánico es a la página escrita, no a la página en blanco". Para un autor de relatos, no obstante, el planeta más extraño se llama España. Aunque las cosas van cambiando, aquí, como recordaron los tres autores, es imposible todavía que alguien construya su prestigio publicando exclusivamente cuentos, como Carver en Estados Unidos. Además, no hay apenas revistas ni... Llegados a este punto, alguien desde el público recuerda el nombre de una, A través del espejo. Está visto, todo emite señales. Señales como una de las últimas frases de Tizón, que señaló que las recopilaciones de relatos completos de clásicos del siglo XX cosechan últimamente un éxito notable. Al instante añadió: "El error de los escritores de cuentos es estar vivos".
EL ETERNAUTA. Escaleras abajo, Guillermo Saccomano, argentino también, es decir, extratodo y último premio Biblioteca Breve con El oficinista (Seix Barral), habla de Héctor Germán Oesterheld. Guionista de cómic como el propio Saccomano, Oesterheld empezó a publicar en 1958 la serie El eternauta (Norma), una historieta de ciencia ficción que terminó convirtiéndose en una alegoría anticipatoria de la dictadura militar. Si el protagonista es "un aparecido en un país de desaparecidos", su propio autor, de la generación de Borges y Sábato, terminaría siendo víctima de la represión: sus cuatro hijos fueron asesinados; sus nietos, secuestrados y él mismo, torturado. La paradoja es que sus verdugos en el "chupadero" habían leído sus obras: durante años fueron la única literatura a la que tuvo acceso una masa de gente cuya biblioteca era un quiosco.
Saccomano, de 62 años, llamó a Oesterheld "narrador homérico" y desgranó su propia autobiografía intelectual -lector de historieta, padre sindicalista, militante comprometido- para reivindicar la dignidad del cómic, una lectura con otros ojos: "Fue Borges quien nos hizo ver como alta cultura a autores populares como Melville, Conrad o Stevenson". Después criticó a los escritores. Había 100 muy a mano, 99 al menos: "Se está perdiendo el nervio. Los novelistas se preocupan más por salir en televisión que por corregir la última página que escribieron. Su rol está hinchado. Y encima proliferan las novelas sobre escritores. ¡Pero si es el oficio más aburrido del mundo!". Según Saccomano, sus colegas han dejado de plantearse un puñado de preguntas básicas: ¿para quién escribo?, ¿por qué?, ¿qué tipo de sociedad quiero?
UN AGUJERO EN EL PERIÓDICO. "Un periódico no es el lugar para hacer metafísica, pero una viñeta es un agujero por el que se ven cosas que no suelen salir en un diario". Lo dice Andrés Rábago, El Roto, colaborador de este periódico y ejemplo práctico de la carga conceptual y política que puede tener un dibujo y, a veces, una frase: "El capitalismo se hunde. Los banqueros y los ricos primero". Sala de columnas del Círculo. Oscuridad y luz sobre El Roto y Basilio Baltasar, que conversa con él. La escritora Gabriela Wiener escribe sentada en el sueño. Señales desde el escenario: "Mi caballo de batalla es tratar de despertar de la hipnosis colectiva". Más señales: "El miedo es la primera herramienta del poder". Espejismo social, agresión externa, territorio irreal. Aplausos. La fábrica y el Círculo -qué no hubiera hecho Philip K. Dick con ellos- tienen en este festival sus "socios protectores". Vienen en el programa: telefónica, iberdrola, repsol, seur, renault... Así escritos, parecen personajes de Oesterheld. Por ahora no hay noticias de que lo sean. Por todo el edificio hay azafatas con camisetas negras y una frase en la espalda: "Pregúntame lo que necesites". La gente tiene las manos azules.
Babelia
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