Héctor Abad Faciolince: "Soy un ateo que adora el silencio de los místicos"
No hay en principio nada sobre lo que jamás escribiría Héctor Abad Faciolince, quien se aferra sin embargo a un deseo: "Que la violencia no vuelva a tocar a la puerta de mi casa. Nunca sería capaz de volver a escribir sobre lo padecido. La solución sería que el muerto fuera yo. En caso de violencia, eso sería lo menos malo, sería lo mejor, y ya no habría que escribir, no podría escribir sobre eso. Te tocaría a ti".
Autor, entre otros libros, de El olvido que seremos (Seix Barral), estremecedor relato que reconstruye la historia de su padre asesinado a tiros por los paramilitares colombianos en 1987, Faciolince (Medellín, 1958) inaugura hoy el festival VivAmérica 2010, organizado por Casa de América en Madrid. Allí disertará mañana sobre ficciones, mientras que acerca del horror como suculento alimento de la ficción y otros asuntos conversó días atrás con Babelia mediante chat desde Colombia. "La violencia, el horror, lo terrible, son un tema, sin duda. Pero como tema, es un combate: un combate para que eso no vuelva a ocurrir en la realidad".
Para quienes piensen que hasta que uno no vive en sus carnes el horror no pueda narrar en verdad sobre él, el escritor colombiano tiene un mensaje: "Nadie en sus cabales puede pedir el horror con el fin de poder escribir buena literatura. El Quijote es gran literatura sin violencia y sin horror. Cuando el mundo sea mejor, los libros serán alegres, leves y profundos, como El Quijote. No duros y profundos, como Si esto es un hombre. El holocausto no se justifica porque Primo Levi pudiera escribir un gran libro. Primo Levi escribió un gran libro para que el Holocausto no se repitiera".
Faciolince regresa a España tras diez años de ausencia, culminando su travesía como "exiliado español" tras participar el mes pasado en las Conversaciones de Formentor. Hace un decenio prometió no volver jamás, al adherirse a un manifiesto con otros escritores y artistas colombianos en protesta por la exigencia de visado a sus compatriotas para entrar en este país. Entre las razones para el retorno, una de capital relevancia: "que mis hijos italianos decidieran que la Italia de Berlusconi era irrespirable y preferían irse a vivir a España". Una vez aquí, asegura "tener suerte de volver en un momento de crisis económica", ya que "hace unos años ciertos españoles, más papistas que el Papa, más europeos que Thatcher y Merkel y Sarkozy juntos, tenían cierta actitud arrogante de nuevos ricos y nos trataban a los sudacas como se trata a los parientes pobres".
Para Faciolince, este viaje supone además el fin de uno de sus exilios. "Tengo nostalgia de todos los lugares, menos de donde estoy. Quisiera irme y quedarme, ser un viajero sedentario, un nómada quieto. Eso en alemán tiene una palabra: Fernweh, que es algo así como ansias de lejanía, ganas de visitar países lejanos. Será porque no somos nada: moriscos, judíos conversos, conquistadores, indios derrotados, cazadores mongoles, godos, esclavos. No tenemos un centro, pero eso nos da una ventaja: como por nuestra sangre mestiza circulan todos los genes y todas las razas, no podemos ser racistas. Somos una multitud, que no quiere ser tumulto. Sé que defiendo un sueño porque en el fondo del alma llevamos un pequeño racista al acecho. Lo que uno debe ser no es bueno, sino oponerse al malo que lleva dentro".
-¿Quién gana por ahora en esa pelea con el malo que lleva dentro?
-Esta guerra perdida, nuestra vida, decía Gil de Biedma. Este mar de proyectos y tentativas naufragadas... Pero a veces también un sentimiento digno, un acto verdadero. Parafraseo de memoria. Curiosamente son los poetas, los poetas de mi lengua, los que me ayudan a guiarme en el camino oscuro de la introspección. E incluso los místicos españoles. Soy un ateo que adora el silencio de los místicos: su examen de conciencia. Santa Teresa, San Juan de la Cruz, el místico libertino que fue Gil de Biedma.
Tras El olvido que seremos, Traiciones de la memoria (Alfaguara) o El amanecer de un marido (Seix Barral), el escritor trabaja ahora en un libro "sobre un padre que quiere ser padre (quiero decir: sobre un cura que quiere tener hijos), y sobre un hombre que abandona a su esposa y a sus hijos, abordo ese problema. Pero no de un modo testimonial o autobiográfico, como en El olvido, sino a través de la ficción. Pero una ficción teñida de vivencia, también, de introspección o de ensimismamiento, como nos enseñan los místicos".
Babelia
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