Todorov alerta sobre el "mesianismo democrático"
El pensador presenta en Madrid su último ensayo: 'La experiencia totalitaria'
Las reminiscencias del totalitarismo nos pringan en democracia. Así lo ve Tzvetan Todorov, pensador, de origen búlgaro (Sofía, 1939) y nacionalidad francesa, que recibió el Premio Príncipe de Asturias en 2008. Lo ha desarrollado también en su último ensayo, La experiencia totalitaria (Galaxia Gutenberg). En Europa, por suerte, el totalitarismo es historia. Pero no sus taras. Y esas se esparcen dentro de las democracias con una nueva forma de mesianismo, según Todorov. "El que nos lleva a imponer los derechos humanos y las libertades por la fuerza en Afganistán o en Irak".
No sólo persiste esa ansia, "de cruzada", denuncia el filósofo. También, los males del fascismo -una de las lacras totalitarias- se visten en la actualidad de xenofobia preocupante e institucionalizada para oportunismo de los políticos, como en el caso de la Francia de Sarkozy. "La expulsión de los gitanos rumanos en Francia se hace además contra miembros de la Unión Europea. Pero se ejerce contra una etnia muy marginal. No llevan corbata, no usan traje, no viven en el centro, no llevan a sus hijos al colegio, son demasiado diferentes a nosotros", asegura el autor de El miedo a los bárbaros.
En La experiencia totalitaria, Todorov dedica siete ensayos a desgranar diferentes vivencias en entornos opresivos. Por sus páginas se cruzan la resistente Germaine Tillion, Raymond Aaron o Stalin. Pero aprovecha las enseñanzas de la historia reciente para diagnosticar restos en el presente. "No existen ya estados totalitarios comunistas en Europa. En otras partes del mundo son residuales, el caso de Cuba o Corea del Norte. China no es ya un estado totalitario propiamente. El estado no controla la economía y por tanto no existe un totalitarismo absoluto". El problema son algunos disfraces. "Venezuela puede serlo, con la ventaja sobre Cuba de que además cuenta con recursos como el petróleo, pero no corre el peligro de extenderse por todo el continente".
El comunismo para Todorov tuvo éxito por su fuerza religiosa. "Era una religión posible, prometía el paraíso en la tierra, por eso conquistó tantos adeptos". Muchos intelectuales entre ellos. "En Francia si hubiesen votado los intelectuales en una época hubiesen adoptado una democracia popular, que es como se conocían los países comunistas, como forma de Gobierno". Eso, al joven búlgaro que era Todorov en los sesenta le turbaba. "Los intelectuales viven de las ideas, muchos se hacían maoístas pero no tenían ni ideo de cómo vivía un Chino en la época de Mao". El ideal como ceguera, para Todorov, ha sido uno de los grandes problemas de ciertas élites.
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