Velada de cumpleaños
Bilbao celebra los 710 años de su fundación con una Noche Blanca llena de espectáculos - El programa se extendió a 14 espacios
Unos flexos gigantes instalados en la Plaza del Arriaga anunciaban ya hace días que la noche de ayer iba a contar con una luz especial en Bilbao. A las 22.30 se encendieron en ocho puntos de la ciudad otras tantas instalaciones lumínicas que cobijaron con una atmósfera especial la Noche Blanca. La fiesta había empezado, amenazada por la lluvia, antes de caer la tarde para conmemorar el 710º aniversario de la fundación de la villa y hasta cerca de las dos de la madrugada continuó con un programa que sumaba 30 citas con el espectáculo.
Desde las 20.30, retumbaba en el Casco Viejo la música portuguesa de raíces tradicionales. Tres compañías — Tumbala, Algazarra y Tocá Rufa — abrieron el programa sorprendiendo con sus melodías a los presentes. Desde el inicio de la velada, el programa avanzaba en paralelo en distintos escenarios del entramado urbano. Al tiempo que la música invitaba a bailar en el Casco Viejo, en el silencio de la Biblioteca de Bidebarrieta arrancaba la lectura de fragmentos literarios y en la Alhóndiga tocaba la Banda del Conservatorio de la Coral de Bilbao.
Peter Greenaway reinterpretó a Veronese en el claustro del Museo Sacro
La Fura del Baus recorrió toda su carrera en un montaje en Abandoibarra
Así, en un total de 14 puntos, al aire libre y en espacios cerrados, transcurrió la celebración, que la ciudad acoge por segundo año consecutivo. Hubo música con un intérprete colgado a seis metros de altura en la Plaza Nueva, un espectáculo que transformó la fachada del Ayuntamiento con luces de colores y bailarines, pero también el disfrute íntimo de la poesía de Miguel Hernández, homenajeado en el centenario de su nacimiento con un recital a cargo del actor y director de teatro Mario Gas en el Museo Vasco.
Dos de los puntos fuertes del programa se concentraron a orillas de la Ría. En el Paseo de Abandoibarra, junto a la escultura dedicada a Ramón Rubial, estuvo La Fura dels Baus. En tres pases ofrecieron el espectáculo Orígens, que repasa su trayectoria de más de 30 años con una mezcla de proyección audiovisual y performance. A ras de suelo, los actores de la compañía buscaron la interactuación con el público y el entorno urbano.
No muy lejos, otra compañía catalana combinaba la música y la danza. En el exterior y el interior del Museo Guggenheim Els Comendiants representó Laberinto Terpsícore con distintas formas de danza en escenografías cargadas de fuerza visual.
Cada intérprete ejecutó su coreografía en un escenario en el que el baile se conectaba con los elementos de la naturaleza. El fuego, al agua y el aire se pusieron en relación con la sensualidad y la oscuridad en seis espacios por los que hicieron desfilar al público de la Noche Blanca.
El contrapunto al espacio abierto de Abandoibarra estuvo en el claustro del Museo de Arte Sacro con otro de los nombres internacionales del programa. El director de cine Peter Greenaway presentó un espectáculo audiovisual inspirado en el cuadro Las bodas de Caná, de Veronese. Imágenes, música y voces parecían emerger de la pintura.
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