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El padre del docudrama

El Macba dedica un ciclo al cineasta británico Peter Watkins

Hay artistas cuya obra surge de una propuesta irrenunciable, siempre a contracorriente, y cuya lucidez y determinación les empuja a los márgenes, pero a quienes el tiempo acaba por poner en el lugar que les corresponde. Es el caso del cineasta británico Peter Watkins (Surrey, 1935), el padre de lo que ahora se conoce como docudrama o falso documental. El Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) le dedica un ciclo que se alargará hasta el próximo 9 de junio y que recoge prácticamente toda su filmografía.

Watkins aparece en la escena audiovisual a finales de la década de 1950 -en la estela de los angry young men- en el contexto hiperpolitizado de la Europa de la posguerra, y desarrolla un género que le sirve de perfecto bisturí para diseccionar las relaciones de poder, exponer los desastres de la guerra y denunciar la estulticia de quienes nos gobiernan.

Los responsables del Macba intentaron convencerle para que viniera a presentar el ciclo, pero fue imposible, en parte por su propia aversión, no sólo a dejarse manipular, sino también a no automanipularse. Es, sin paliativos, un cineasta de izquierdas políticamente comprometido.

Su filmografía habla por sí sola. Su primer trabajo, el corto El diario de un soldado desconocido (1959), describe con una total escasez de medios y una potencia formal arrolladora, la utilización de los soldados como carne de cañón durante la I Guerra Mundial, desde el punto de vista de uno de ellos. Pero es en Culloden (1964), el relato de la batalla que en este lugar de las Highlands escocesas enfrentó en 1746 a las tropas rebeldes jacobitas con el Ejército del rey Jorge II, cuando fija el modelo que dará pie al género del docudrama. El filme comienza relatando las circunstancias de la batalla, pero enseguida la cámara se dirige personalmente a cada uno de los protagonistas, desde los generales hasta los soldados que han acudido forzados por sus clanes. El espectador asiste a una conexión en directo desde el campo de batalla, y a la matanza subsiguiente. Estamos en plena guerra de Vietnam y Watkins hace, desde un improbable pasado, la crítica más feroz de aquel conflicto, utilizando, precisamente, el formato de los informativos de televisión.

Todo el mundo reconoce su talento y la BBC le encarga un documental sobre la amenaza nuclear. Y Watkins realiza The War Game (1965) en el que relata cómo se produce un ataque nuclear soviético sobre el Reino Unido y las consecuencias que se derivan: un futuro posapocalíptico en el que la sociedad se desintegra. La reacción del Gobierno es inmediata: presiona hasta conseguir que la BBC no lo emita, ni siquiera después de que gane el Oscar al mejor documental.

Y es, precisamente, el éxito -y el fracaso- de The War Game , el que va a marcar su carrera, que, a partir de aquel momento va a desarrollarse fuera de los circuitos comerciales, trashumante de país en país en busca de la posibilidad de producir filmes cada vez más ambiciosos, hasta llegar al último La Comunne (Paris, 1871) , realizado en 2001, de casi seis horas de duración, que relata desde dentro, a través de unos reporteros de televisión, lo que sucedió en la capital francesa en aquella revolución emblemática que acabaría en un baño de sangre y marcaría la modernidad.

Como teórico de la comunicación, Watkins denuncia el "empobrecimiento" de los medios audiovisuales de masas (MAM) acentuado por "el desarrollo organizado de un lenguaje formal televisivo, formateado y repetitivo, compuesto de imágenes editadas y rápidamente fragmentadas, acompañado de un denso bombardeo de sonidos e hilvanado por una estructura narrativa clásica".

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